El objetivo de este espacio es compartir reflexiones y estudios personales (doctrinales, teológicos y espirituales) extraídos de la Biblia.
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miércoles, 6 de enero de 2016
jueves, 16 de julio de 2015
viernes, 20 de junio de 2014
La iglesia de Cristo y la ley
No que sea información nueva para nosotros, pero la Biblia es clara y consistente en establecer que siempre ha existido un código que define la lealtad o deslealtad al gobierno de Dios, inclusive, más allá de la existencia del ser humano. La inexplicable rebelión de Lucifer, dentro de un ambiente completamente ajeno al pecado (Ezequiel 28:14-17; Isaías 14:12-15), rebelión que desató una guerra y que terminó por expulsarlo del cielo (Apocalipsis 12:7-12), dan evidencia del perenne código que clasifica y define la relación del ser creado con su creador. Debido a las diferentes dinámicas que se han generado a través del período de tiempo que las Escrituras encierran, ese código ha sido presentado en acorde con el estado presente del ser creado, siempre condenando el espíritu de rebelión. Así, para Lucifer, sus sentimientos de envidia y codicia, debido a la clara existencia de un código de lealtad, son condenados (Apocalipsis 12:8,9). Con Adán y Eva no es diferente, el código de lealtad ronda en torno al "árbol de la ciencia del bien y del mal" (Génesis 2:17). Noé, debe obedecer y potencialmente exponerse al ridículo construyendo un arca en preparación de un fenómeno natural que nunca ha existido (Génesis 6).
La ley es en sí, en sus diferentes formas de las más simples a las más complejas, el lenguaje a través del cual Dios comunica el código de lealtad de los seres creados para definir sus deberes tanto para el creador como para con el resto de la creación.
Para comunicar su ley, Dios se ha valido de individuos que en realidad no levitan por encima de los demás. Noé, Abraham, Moisés, Pablo, todos tienen sus bagaje lleno de cuestionamientos. Sin embargo, Dios trabaja a través de corazones dispuestos. El texto bíblico asegura que Abram "creyó a Jehová, y le fue contado por justicia." En medio de las condiciones generadas por el gran conflicto entre el bien y el mal, Dios hace uso de gente dispuesta, aunque defectuosa y muchas veces necia, para mantener presente la opción de la salvación, hasta nuestros días (Apocalipsis 12:17 y 14:6-12). La lección de Escuela Sabática dice: "Desde el Edén, la iglesia de Dios siempre ha estado llena de personas falibles. La misma institución que debía ser testigo de la justicia de Dios necesita ella misma aquella justicia."
Es a través del ministerio completo de Jesucristo, que somos restablecidos y hechos, nuevamente y naturalmente leales a nuestro creador.
viernes, 6 de junio de 2014
Cristo, la ley y los pactos
Por alguna razón, las deferentes facetas de los términos legales de nuestra salvación han sido interpretados por algunos como conflictivos; por quienes buscan quitarle o añadirle al protagonismo de la ley divinamente establecido por Dios en el plan de salvación. La asignación de primer pacto y nuevo pacto es en realidad la distinción entre las diferentes facetas del mismo pacto. De acuerdo a lo convenido, Jesucristo dio pié a la transición a la nueva faceta en el plan de salvación (Hebreos 9:15 y Génesis 3:15).
Un pacto, es "un acuerdo entre dos partes, basado en promesas hechas por una o ambas partes". Para mantener frescos los términos del pacto, las partes hacen uso de señales que operan como recordatorios constantes de lo acordado. Así, tenemos el caso del arco iris, que Dios estableció como señal para recordarnos cada vez que llueve, que "no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne" (Génesis 9:12-17), o en el caso del pacto hecho con Abraham, la circuncisión sería señal de la promesa de que él llegaría a convertirse en "padre de muchedumbre de gentes" (Génesis 17:2-12). Al incluir el contexto bíblico en su totalidad, encontramos que el pacto hecho con Abraham tenía connotaciones más abarcantes que un grupo étnico, y más trascendentes que una nación. Abraham fue simplemente un canal para definir los términos de la promesa de salvación para toda ser humano.
En ésta dinámica, la ley, que es la misma, que no cambia, va evolucionando en su interacción con el hombre. En un principio, fue para educarnos con respecto a lo que es pecado (Romanos 7:7) y así mantenernos en curso (Gálatas 3:15-28). En el Sinaí, fue presentada en términos bastante básicos y primarios que se limitaba solamente a abstenerse de ofender a Dios y dañar al prójimo (Éxodo 20:3-17), aunado a otras leyes de salud, civiles y las leyes ceremoniales que anunciaban la promesa del perdón de los pecados. La "ofrenda" de Jesucristo (Hebreos 10:11-18), sin embargo, añade a las pretensiones de Dios a través de la ley, de ser un "ayo" (preceptor, maestro, educador, profesor, instructor, pedagogo, tutor, orientador, guía, mentor), a modificar nuestra naturaleza y cultura a las del cielo cuando dice, "daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón" (Jeremías 31:31-34 y Hebreos 8:10). En realidad, la continuación del pacto busca la reintegración de los términos originales en la creación del hombre. Habiendo sido definitivamente perdonados, la ley formará pare de nuestra naturaleza, tal y como fue la intención divina desde el comienzo.
Por más promesa que sea, y por más Dios que Dios sea, todo debe realizarse dentro de un marco legal. Romanos 6:23 nos asegura que "la paga del pecado es muerte" (cf. Génesis 2:17) y "sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (Hebreos 9:15-28). De ésta forma, Jesucristo hace legal las promesas del pacto pues él es "la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1 Juan 2:2). Hoy pues, por fe, podemos vivir motivados participando de los beneficios del perdón y salvación de Dios (2 Corintios 4:16-18; 1 Juan 5:11-13; Filipenses 1:6; Juan 5:24)
viernes, 30 de mayo de 2014
Cristo, la ley y el evangelio
Una de las primeras lecciones aprendidas en la escuela de teología, en la universidad, se resumen en el siguiente dicho: "Un texto fuera de contexto, es un pretexto." Juan 1:17, leído por sí solo, aislado de su contexto, puede justificar las afirmaciones hechas por aquellos que quieren restarle importancia a la observancia de los mandamientos de Dios, mal aplicando el pensamiento de Pablo en Romanos 6:14, "...pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia."
Juan 1:17 dice: "Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo." Sería una injusticia y deshonestidad de nuestra parte estereotipar la posición de Juan con respecto a la ley y la gracia basados sólo en éste texto. Evidentemente hay una razón por la cual hace la distinción entre la labor de Moisés y la labor de Jesucristo en el esfuerzo de Dios por rescatar al ser humano. Para ello, queda bien analizar otras declaraciones donde Juan menciona a Moisés en su evangelio:
- El ministerio de Moisés confirma el ministerio de Jesucristo:
- 1:45 - Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
- 3:14 - Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.
- La revelación de Dios hecha a través de Moisés inculpa al ser humano. No tiene el poder de salvarlo.
- 5:45,46 - No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.
- Moisés fue solamente una herramienta en las manos de Dios
- 6:32 - Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.
- Moisés había sido manipulado para satisfacer agendas personales.
- 7:19,22,23 - ¿No os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué procuráis matarme?... Por cierto, Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres); y en el día de reposo circuncidáis al hombre. Si recibe el hombre la circuncisión en el día de reposo, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque en el día de reposo sané completamente a un hombre?
Evidentemente, Moisés estaba siendo utilizado en manera desproporcionada por encima de las intenciones divinas. Por eso, Juan se ve en la necesidad de, sin disminuir el ministerio de Moisés, recordarle a sus oyentes que Moisés cumplió una función dentro del plan de salvación, el cual ahora Jesucristo le estaba dando seguimiento y autenticando con su sangre. Quería instruir al pueblo que Jesucristo la había dado sentido a las promesas hechas a través de Moisés. La ley que Dios identifica el pecado. Lo da a conocer y lo condena (Romanos 7:7,10,12)
La realización de que el plan de salvación, una vez revelado a través de Moisés, en realidad abarcaba a todo el mundo, fue abrumador para los primeros líderes Cristianos. Pedro dijo: "En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas," en un momento de iluminación y pensamiento progresista. En realidad la Biblia en su contexto general indudablemente consistente en señalar que la ley de Dios y la salvación no se limita a una etnia. Pablo dijo: " Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego" (Romanos 1:16).
Pero nunca fue la intención de Dios que alcanzáramos la salvación a través de su ley. Efesios 2:8 nos recuerda que "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios." Y entonces, ¿por qué la ley? Porque no se puede servir y amar sin guardar los mandamientos: "Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor" (juan 15:10). Quebrantar los mandamientos sería entonces alejarnos del amor, pero aún, no matar a mi hermano no significa que le amo. La ley me ayuda a identificar las fronteras del gobierno de Dios, y es dentro de esas fronteras que el verdadero amor y servicio del gobierno de Dios son asimilados por el ser humano.
viernes, 23 de mayo de 2014
La Ley de Dios y la Ley de Cristo
Al ser cuestionado tres veces con respecto a los requerimientos para alcanzar la vida eterna, Jesús hace uso de la misma respuesta las tres veces. Primero, Jesús había dicho en forma llana: "...guarda los mandamientos..." (Mateo 19:17). Pareciera que ésto no es suficiente por lo que se le pregunta una segunda vez, "¿cuáles?" La respuesta de Jesús vuelve a hacer referencia a "los mandamientos", y cita la letra: "No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre." Evidentemente, el joven no tiene problema con la letra de la ley. Ha sido educado bien, y desde mas joven a logrado abstenerse de hacer cualquiera de esas prohibiciones, incluyendo que ha sido un buen hijo. Sin embargo, siente que no es suficiente. "¿Qué más me falta?" Lograr no hacer las prohibiciones de la ley es el estado más simple y primario en nuestro proceso de santificación, nuestra adecuación al reino de los cielos. Pero la observancia de la ley debe tener efectos más profundos en el ser humano, efectos que no sólo regulan el comportamiento, sino que además transforman al ser completo. "si quieres ser perfecto", continuó Jesús... Es un examen. ¿Ha seguido éste joven el proceso de desrebelión? ¿Ha podido crecer y proyectarse más allá de no hurtar y matar? ¿Ama a su prójimo como a sí mismo? "Si quieres ser perfecto," continuó Jesús, "anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme." (Mateo 19:21). La obediencia a los Diez Mandamientos supone la internalización de los principios y valores del reino de Dios, por lo que supone un honesto amor y servicio a Dios y al prójimo. Cuando Jesús dijo "un mandamiento nuevo os doy" (Juan 13:34), no era un mandamiento nuevo en origen; para Dios no era nuevo. La novedad es para el ser humano que aún no ha asimilado el propósito de la ley que desde Levítico dice: "No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová" (19:18).
Son decenas de siglos batallando con balancear ésta dinámica. La ley regula el comportamiento con el objetivo de ayudarnos a asimilar la cultura del cielo. Pero por algún motivo, o nos concentramos en la letra ignorando su objetivo, o buscamos implementar su objetivo negando la letra... Pablo se dice estar bajo la ley, pero no sujeto a ella (1 Corintios 9:20,21). haciendo uso de los términos que Pablo utiliza, no estar sujetos a la ley no implica estar estar sin ley. Y reconocer la inclusión de la ley, no es un indicador de estar sujeto a ella. Tal vez, en otras palabras, la observancia de la ley no se limita a una sujeción a la letra, sino que es incluirse bajo su influencia para desarrollar en nosotros el espíritu del cielo.
Con todo, esa ley, que por momentos queremos eliminar en aras del amor, es la evaluadora que determina nuestra condición al enfrentar el juicio (Apocalipsis 14:7; Romanos 14:10; Eclesiastés 12:14). Las buenas noticias es de que el juicio está en manos de alguien que nos entiende (Juan 5:22). Dice Hebreos 4:15 y 16, "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro."
viernes, 16 de mayo de 2014
Cristo, el fin de la ley
En ésta ocasión, comparto mis apuntes del estudio de la lección de ésta semana. Estoy fuera de la ciudad y no tuve el tiempo de desarrollarlo. Espero les sea de utilidad.
- S: La ley pierde protagonismo en Cristo como medio de justicia
- Rom. 10.4 - “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree"
- "el fin" = "el logro", "el cumplimiento"
- Es selectivo, "todo aquel que cree"
- Es el fin como medio para alcanzar a justicia
- D: La ley es un severo evaluador
- Siendo herederos de una naturaleza con tendencias a la rebelión, Dios estableció un evaluador que mide tal, pero junto con el evaluador, nos dejó su gracia.
- Rom. 5.13,14,17,20 - 13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. 17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;
- 1 Juan 3.4 - el pecado es infracción de la ley
- "el pecado es anomía", personalmente prefiero el término "ausencia de la ley". Le lección utiliza ilegalidad.
- L: Aceptar la gracia de Dios es un acto de dependencia.
- "¿por qué todavía es necesario guardar la Ley?"
- Rom. 6.18 - " libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia"
- La vida de gracia no elimina nuestro sometimiento a Dios. No es un acto de independencia, sino de dependencia.
- M: La salvación es un proceso
- Rom 7.21 - " Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí"
- Habiendo aceptado la gracia y salvación de Dios, aún estamos en proceso de regeneración, santificación, desrebelión (Filipenses 1.6)
- v24,25 - "24 !!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro."
- X: No somos buenos... por eso requerimos gracia.
- La salvación es por fe, en que Cristo nos salva.
- Lucas 18.14 - " Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido"
- J: Es absorver los valores de la ley
- Rom. 3.24 - " ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo"
- La ley ceremonial?... Sí nos ha llevado a Cristo. La ley moral? Sí, nos lleva a amar a Cristo.
viernes, 9 de mayo de 2014
La muerte de Cristo y la Ley
Más de 2,000 años después, aún seguimos alterando las funciones propias de la ley, la Ley de Dios. Discutimos y debatimos tratando de añadirle atributos que no le corresponden, o quitarle responsabilidades que le pertenece. Si lo pensamos bien, la Ley de Dios es simplemente una ley que, como cualquier otra ley y consciente de sus limitantes, debe ejercer sus responsabilidades y obligaciones. Como cualquier otra ley, cumple la función específica de regular el comportamiento al tiempo que promueve la adquisición de valores y principios del formulador de la ley. Pablo asegura en Romanos 7:7, "...yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás," punto... Esa es la función de la ley... Identifica los pecados y expone al pecador; no transforma la transgresor, sólo indica su transgresión.
En cualquier esfera o contexto donde nos desarrollamos, estamos conscientes de la existencia de leyes que regulan y promueven determinados comportamientos. En ocasiones, tal vez, no las entendamos, pero las aceptamos. Cuando vamos a un banco y vemos una fila, en forma mecánica, nos formamos y pacientemente esperamos nuestro turno. Eso no garantiza que seamos pacientes en todos los aspectos de nuestra vida. Es posible, inclusive, que estemos recibiendo alguna terapia para controlar nuestro mal genio y promover reacciones más controladas a las equivocaciones de nuestros hijos, cónyuge o compañeros de trabajo. Pero si llegamos al banco y vociferando desesperados intentamos saltarnos la fila, seguramente un oficial de seguridad nos pondrá en orden, o nos sacará del banco. Simple. Todos lo entendemos. No necesitamos un debate para definir la función de la ley, que si condena a los que no la respetan, que si es obsoleta para los que la respetan, que si transforma el carácter del individuo, que si me garantiza que recibiré mejor trato por parte del banco. Y sin embargo, cuando se trata de la Ley de Dios, comenzamos un debate que generalmente busca justificar algún pre concepto o prejuicio personal.
A diferencia de hacer fila en un banco, el transgresor, definido por la Ley de Dios, es condenado a muerte eterna (Romanos 6:23; Apocalipsis 20:14). Heredado por la acción cometida por Adán y Eva en el edén, la tendencia a la rebelión está instalada en cada uno de nosotros. Dijo David: "He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre" (Salmo 51:5), al reflexionar en sus acciones y pecados cometidos en contra de Urías y Betsabé. Pablo es categórico en Romanos 3:23, "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios."
Nuestra salvación no está ligada a nuestra capacidad de evitar pecar... Primeramente porque ya tenemos cuentas pendientes por pecados pasados que demandan nuestra muerte y, segundo, porque el problema de nuestro pecado no está en las acciones, sino en nuestro corazón. El plan de salvación promete un proceso de desrebelión que, mientras recibimos el perdón de Dios a través de la muerte sustitutiva de Cristo (justificación), somos transformados en un proceso que incluye un cambio de naturaleza, es decir, desexperimentar la rebelión probada por Adán y Eva.
Cuando leemos textos como Romanos 7:4 "habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo", encontramos que se trata de una promesa que supone un cambio de vida, no una abolición de la ley. Más adelante Pablo continúa diciendo: "ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra." La argumentación promueve un cambio en nuestras vidas que nos eleva de un comportamiento basado básicamente en las acciones, a un comportamiento que nace de un corazón transformado; proceso legal que descansa en la muerte de Cristo.
Regresando al ejemplo del banco, en la misma fila podemos encontrar a un individuo cuya personalidad es apacible, reservada y paciente, y a otro cuya personalidad es explosiva, demandante e impaciente. Yo no sabría quién es quien... Ambos se comportan, al nivel de las acciones, exactamente igual... Sin embargo uno de ellos se comporta sobrio y paciente en forma natural, independientemente de los requerimientos de la ley, mientras que el comportamiento del otro es artificial, sujeto a las consecuencias que pueden venir por comportarse en forma inadecuada. La promesa que tanto discute Pablo en Romanos, Gálatas y Hebreos, a la que Santiago también añade, es que la promesa de Dios de un Nuevo Pacto es que, siguiendo con el ejemplo del banco, todos lleguemos a hacer fila y nos comportemos en forma paciente y sobria, no porque la ley lo indica, sino porque así es nuestra personalidad, nuestra naturaleza; "Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo" Hebreos 8:10.
viernes, 2 de mayo de 2014
Cristo y el Sábado
En cierta ocasión de niño, mientras me quejaba de las múltiples tareas que mis padres me habían calendarizado durante mis vacaciones, parafraseando, mi madre me dijo: "Las vacaciones no son para desperdiciar el tiempo. Las vacaciones son un cambio de rutina..." En su momento, esas palabras generaron , en mí, mucha molestia. Sin embargo, ahora no sólo las entiendo, sino que se las repito a mis hijos.
Como consecuencia de la naturaleza pecaminosa, los seres humanos tendemos a añadirle o quitarle al mandato de Dios, práctica muy penada en las Escrituras (Apocalipsis 22:18,19). En relación al Sábado, mientras unos lo ignoran, otro hacen de él más de lo que fue la intención de Dios. Entendiendo, pues, de que el Sábado fue instituido por Dios en un mundo perfecto, sin pecado, paralelo al origen del ser humano, y antes del establecimiento del pueblo Israelita (Génesis 2:1-3), cuyo mandato fue observado por los fieles aún antes del Sinaí (Éxodo 16), a lo que Dios verbalmente dijo "Acuérdate..." (Éxodo 20:8), observancia claramente detectable aún después de la ascensión de Jesucristo al cielo (Hechos 13:14, 42, 44; 16:13; 17:2; 18:4; Hebreos 4:9), es necesario que redireccionemos nuestro enfoque a la razón de su establecimiento. Contrario a la opinión popular, principalmente fuera del adventismo, la observancia del sábado es resultado de una devoción y lealtad, no a una religión, denominación o movimiento La observancia del sábado revela devoción y lealtad a un Creador. Éste es el punto de partida, realidad que los Diez Mandamientos simplemente acentúan: "Acuérdate... porque en seis días hizo Jehová..." (Éxodo 20:8-11). De esta forma, el Cuarto Mandamiento, que supone el conocimiento de la ya existencia del sábado como día de descanso, santificado y bendecido, es un referente cíclico semanal que nos permite generar las condiciones para tocar base, es decir, para reflexionar en nuestro creador (Colosenses 1:16 y Hebreos 1:2), y libertador (Deuteronomio 5:12-15).
Retomando la discusión de nuestra tendencia a quitar o añadir a las Escrituras, por milenios hemos tenido problema con la frase "no hagas en él obra alguna..." (Éxodo 20:10). ¿Qué significa? La lección de Escuela Sabática habla de 39 leyes que prometían la observancia perfecta de éste mandamiento. Así como las vacaciones no son el resultado de la ausencia de actividad, como en la ilustración que presenté al comienzo de ésta reflexión, de la misma forma, el sábado no es el resultado de la ausencia de actividad, sino una reorientación de las actividades. La Lección de Escuela Sabática asegura que "el sábado no fue hecho para ser adorado, sino a fin de dar oportunidades para adorar". De esta forma, las prohibiciones buscan generar el mejor ambiente para la devoción a Dios. Así como el esposo y esposa buscan eliminar todo distractor para pasar tiempo de calidad y comunicación en una cita, el Sábado es nuestra cita semanal con nuestro creador. Y así como un matrimonio depende del tiempo dedicado entre esposos, nuestra salvación depende del tiempo dedicado para estar con Dios. Es, pues, el Sábado, una herramienta que le permite al ser humano acondicionarse para recibir la influencia de Dios, y no una carga (Marcos 2:27,28).
Además, el Sábado es un recordatorio constante de la promesa de que seremos recreados por nuestro Hacedor, para ocupar la posición original por la cual Dios nos dio la existencia (Isaías 65:17; 66:22; 2 Pedro 3:9-13; Apocalipsis 21:1; 2 Corintios 5:17; Gálatas 6:15; Apocalipsis 21;5. El plan original de Dios no ha caducado. Jesucristo realizó y realiza milagros los sábados (Marcos 3:1 al 6; Lucas 13:10 al 17; y Juan 5:1 al 9, y 9:1 al 14) como una primicia del cumplimiento total y definitivo de su plan de restauración. Lo hermoso de esta obra se curación es que Dios se hace valer de los agentes humanos, haciéndolos partícipes del plan de re creación, pues es a través de una predicación, un canto, una oración, una visita, una prescripción, un abrazo que Dios se manifiesta entre nosotros recordándonos que su promesa será cumplida.
viernes, 25 de abril de 2014
Cristo y la ley en el Sermón del Monte
Contrario a las expectativas del pueblo, Jesús abre su discurso inaugural con conceptos que chocan con los sentimientos y esperanzas de su audiencia. Siendo víctimas del poder opresor, el pueblo judía esperaba ser motivado a la guerra, a la insurrección. Jesús no era el primero que se declaraba Mesías. Ya en el pasado otros lo habían hecho sin mucho éxito, habiendo sido eliminados sin mucho esfuerzo invertido por el poder romano. Sin embargo, el pueblo no perdía esperanza, y cada vez que alguien daba síntomas de Mesías, el patriotismo comenzaba a renacer y los deseos de liberación a fortalecerse. Pero Jesús abre su boca y comienza resaltando a "los pobres en espíritu"... ¿de verdad?... los que lloran, los manos, misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores, inclusive, los que padecen persecución. Las Bienaventuranzas cierran con una llamado a gozarse y alegrarse en la persecución. Claramente Jesús le llegó a su audiencia por donde menos lo esperaban. Sin embargo, y por la autoridad con la que habló Jesús (Mateo 7:29), se mantuvieron en sus lugares escuchando atentos. No es nuevo concluir que el Sermón del Monte es la plataforma donde Jesús presenta su propuesta para el gobierno del Reino de Dios, y es allí donde dice: "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir" (Mateo 5:17). Evidentemente, en la mente de Jesús, en el gobierno de Dios, la ley no pierde su relevancia hasta que se cumpla todo el proceso de salvación (Mateo 5:18).
La ley no ha cambiado, "la palabra del Dios nuestro permanece para siempre" (Isaías 40:8), y Jesús así lo enfatiza (Mateo 5:17,18). Antes bien, siendo consistente con su plan de educación, supone que la humanidad está lista para avanzar al siguiente nivel de absorción de la ley de Dios. Mientras que hasta ese punto se había enfatizado el comportamiento, el siguiente paso nos llevaría a las intenciones. En la economía revelada de Dios, la ley evalúa y juzga inclusive los actos que cometemos en la mente. El Espíritu de Profecía dice: "La ley de Dios llega hasta los sentimientos y los motivos, tanto como a los actos externos. Revela los secretos del corazón proyectando luz sobre cosas que antes estaban sepultadas en tinieblas. Dios conoce cada pensamiento, cada propósito, cada plan, cada motivo. Los libros del cielo registran los pecados que se hubieran cometido si hubiese habido oportunidad" (ST 31-7-1901). La ley de Dios nos vuelve a incomodar. Cuando por fin todo parecía indicar que estábamos cumpliendo la voluntad de Dios al no matar, no adulterar, a justificar legalmente el divorcio, a controlar el juramento, a vengarnos justamente, Jesús lo complica siendo que la ley ahora exige reconciliarnos con quienes nos hayamos enojado, a controlar nuestros pensamientos, a honrar nuestra promesa en el altar del matrimonio, a limitarnos a un "sí" o "no", a expresar bondad, reconciliación, mansedumbre y pacificación ante el abuso y ante los enemigos... (Mateo 5:21-47)...
Esta sección de su sermón inaugural, Jesús la concluye con un categórico: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mateo 5:48). Notemos que tal declaración no está en el contexto de la oración, el estudio de las Escrituras, los diezmos o la predicación del evangelio. Es dentro del contexto de nuestra relación, inclusive, con aquellos que nos desean el mal. La versión de Lucas dice: "Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso" (Lucas 6:36). En otras palabras, Jesús revela, en relación con la ley, el toque divino. El toque humano llega solamente al nivel del comportamiento y las acciones. El llamado no es ser buenos seres humanos... es asemejarnos a Dios.
viernes, 18 de abril de 2014
Cristo y las tradiciones religiosas
En cierto lugar, no recuerdo dónde, leía el argumento de que el ser humano tiende naturalmente a interponer una experiencia personal, o la de alguien más, a la realidad. "Dicen...", se utiliza como argumento para acreditar o desacreditar un producto, una acción o argumento. "Dicen que fulanito se curó el cáncer comiendo plátano", entonces todo el que tiene cáncer debe comer plátano en todas sus formas (este ejemplo no es exagerado, fue real). Al nivel de iglesia o de país, la vivencia de una persona puede ser suficiente argumento para hacer ajustes, en ocasiones dramáticos, para el resto de la población, aunque los estudios y estadísticas indiquen lo contrario. Somos muy influenciables por nuestro entorno, por lo que es necesario reconocer que nuestro contexto puede influir, e influye, en nuestra interpretación de las Escrituras. Obviamente, las verdades en las Escrituras tienen niveles de relevancia en nuestras vidas dependiendo de la situación sociocultural, económica y política que podamos estar viviendo. Para lo que en algún lugar del mundo sea relevante, para otro tal vez no lo es tanto. En algunas culturas el pensamiento "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28), puede ser revolucionario, mientras que para otras no lo es tanto, y no causa conmoción. A nivel personal puede ser también, el mandamiento de honrar a los padres puede ser para alguien una declaración fuerte y desafiante, mientras que para otros es una acción natural.
El problema surge cuando esas interpretaciones personales comienzan a tomar el lugar de las Escrituras. Jesús dijo en forma enfática: "Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres" (Mateo 15.8,9). El testimonio bíblico resalta la importancia progresiva que la tradición fue tomando hasta competir frente a frente con las Escrituras como fuente última de comportamiento y doctrina. La devoción fue interpretada a través de ritos, ritos que siendo medios, se convirtieron en un fin. Al cuestionar a los discípulos con respecto a la observancia de las tradiciones (Mateo 15:2), los escribas y fariseos evidenciaron el amalgamamiento de ideas, filosofías y doctrina que, como consecuencia, habían debilitado la autoridad de las Escrituras.
Al estudiar estos temas, como el péndulo, tendemos a generar reacciones que nos llevan al otro extremo. Sin embargo, Jesús hace declaraciones que nos lo debiera impedir, para mantener el equilibrio que el cielo espera. En Mateo 23:3, Jesús dijo: "Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen." Es decir, que el problema no era el QUÉ, pues al igual que el cielo, los líderes religiosos esperaban ver un pueblo entregado a Dios. Sin embargo, el problema sí era el CÓMO, creando caminos paralelos al establecido por Dios.
En éste contexto, paradójicamente Jesús declara: "Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mateo 5:20). ¿Cómo entenderlo? Con esta declaración, Jesús va a niveles de obediencia que ni aún los escribas y fariseos se atreven a ir. Jesús lleva a sus oyentes a evaluarse, no al estándar de las acciones, sino al de las intenciones. Jesús reduce el protagonismo de las acciones para aplicárselo a las intenciones, al corazón. Después de ésta declaración, Jesús dedica tiempo en el Sermón del Monte para re explicar la intención de la ley (Mateo 5:21-48), cuyo objetivo no es regular el comportamiento, sino transformar el corazón, tal y como lo promete Hebreos 8:10, "este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo."
viernes, 11 de abril de 2014
Cristo y la ley de Moisés
Contrario al supuesto popular, Jesucristo no fundó ni pretendió establecer una nueva religión. Por el contrario, Jesucristo vino a darle seguimiento al plan de salvación diseñado desde la fundación del mundo (Efesios 1:4), puesto en marcha en el Edén (Génesis 3:15). La existencia de las diferentes religiones responde, entonces, a la resistencia propia del ser humano a permitir a Dios dictar las fronteras y los pormenores de la religión, y someterse completamente sin interposición de prejuicios e ideas personales, a su voluntad (Juan 5:46), entendiendo a la religión como el mecanismo que permite al ser humano adecuarse a la intervención de Dios.
La Biblia indica que el pueblo Israelita fue elegido por Dios como los depositarios de los detalles del plan de salvación (Hechos 7). Para ello, Dios elaboró un sistema de recordatorio cíclico, a través de la religión, para que el pueblo se mantuviera consciente de la dirección divina y de la promesa de la erradicación completa del pecado (Lucas 2:41-43; Juan 2:13-23; Mateo 26:17-20; Hechos 2:1-4; Juan 10:22). Las diferentes fiestas y ceremonias que allí se celebraban, permitían al pueblo experimentar y revivir la dirección de Dios en el pasado, y de esta forma poderse proyectar al futuro con la esperanza de que Dios seguirá cumpliendo su promesa. Así como los países tienen días especiales para recordar ciertos eventos importantes que forman parte de su historia, los israelitas también los tuvieron, con la variante de que a través de sus fiestas en específico, Dios le anunciaba al mundo, tanto su involucramiento en la vida del ser humano, como su plan de salvación.
Como es de suponer, al Jesús ser el Verbo hecho carne (Juan 1:14), formó parte natural, orgánica, de las condiciones religiosas, culturales, sociales y políticas de su época. La Biblia da fe de la sujeción que Jesucristo demostró al ser un fiel judío en todo sentido, adherido a las leyes que él mismo formuló y comunicó a Moisés.
Hoy también estamos sujetos a leyes y a una religión. Grave es cuando confundimos un medio por un fin, cuando hacemos de la religión un fin y no un medio.
viernes, 4 de abril de 2014
Las leyes en los días de Cristo
Las leyes cumplen la función de limitar y promover un comportamiento que permitan una dinámica de orden y buen funcionamiento de un gobierno, asociación u organización, tomando en cuenta las tendencias naturales del ser humano (Génesis 6:5; Romanos 7:12-25). Es decir, si los integrantes de dicho gobierno, asociación u organización cumplen ciertas funciones en forma natural, no hay necesidad, entonces de un ley que las promueva. En términos simples, no existe ninguna ley que nos obligue a respirar mientras manejamos, esto lo hacemos naturalmente, pero sí existen leyes, en el mismo contexto, que restringen y promueven la velocidad y el flujo de tráfico. Las falencias naturales del ser humano, aquellas características heredadas por el ingreso del pecado, nos llevan a considerar el establecimiento de leyes que permitan el desarrollo individual y social dentro de un marco en armonía con los principios y valores de dicha sociedad.
En la relación de Dios con el ser humano, también Dios a depositado en nuestras manos la administración y ejecución de leyes que definen las relaciones interpersonales dentro de los parámetros del cielo, como también leyes que permiten la relación del ser humano con Dios. Añadiendo a las leyes civiles y de salud, las Escrituras también hacen referencias a leyes más en torno a la vida religiosa del pueblo de Dios, es decir, leyes ceremoniales (Levítico 1:1 al 9; 2:14 al 16; y 5:11 al 13). Las leyes ceremoniales son aquellas fueron diseñadas para explicar gráficamente la dinámica del proceso de salvación. Todos los días, como nación y como individuos, el pueblo de Dios era expuesto a la experiencia de los requerimiento de la salvación. Desde la confesión, la sustitución, la intercesión como de la erradicación completa del pecado, el pueblo era educado también visual y experimentalmente de los requerimientos de la ley y la salvación (Génesis 2:17;Romanos 6:23).
Además, las Escrituras son claras y consistentes en relación a una ley aún superior, universal y eterna, escrita por el dedo de Dios (Éxodo 31:18), y claramente diferenciada de las demás (Nehemías 9:13 y 14; Mateo 19:16 al 19). Los Diez Mandamientos, la ley moral, no buscan someter al ser humano, sino definir en términos divinos la relación de amor entre el individuo y Dios, como también la relación de amor entre los seres humanos (Romanos 13:8 al 10; y Santiago 2:8 al 12).
No es un secreto las consecuencias de la interposición del hombre con respecto a la administración y ejecución de las leyes de Dios, moral, ceremonial, de salud o cívicas. Como resultado del egocentrismo y tendencia natural a la rebelión heredados por la entrada del pecado, con frecuencia buscamos someter el mandato de Dios a nuestra percepción, prejuicio o limitada comprensión encerrando en nuestra mente la magnificencia de Dios, su amor y justicia. Y sin embargo, aún allí nos alcanza el amor y misericordia de Dios, tema que estaremos discutiendo por los próximos tres doce temas.
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