viernes, 6 de junio de 2014

Cristo, la ley y los pactos

Por alguna razón, las deferentes facetas de los términos legales de nuestra salvación han sido interpretados por algunos como conflictivos; por quienes buscan quitarle o añadirle al protagonismo de la ley divinamente establecido por Dios en el plan de salvación.  La asignación de primer pacto y nuevo pacto es en realidad la distinción entre las diferentes facetas del mismo pacto.  De acuerdo a lo convenido, Jesucristo dio pié a la transición a la nueva faceta en el plan de salvación (Hebreos 9:15 y Génesis 3:15).

Un pacto, es "un acuerdo entre dos partes, basado en promesas hechas por una o ambas partes".  Para mantener frescos los términos del pacto, las partes hacen uso de señales que operan como recordatorios constantes de lo acordado.  Así, tenemos el caso del arco iris, que Dios estableció como señal para recordarnos cada vez que llueve, que "no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne" (Génesis 9:12-17), o en el caso del pacto hecho con Abraham, la circuncisión sería señal de la promesa de que él llegaría a convertirse en "padre de muchedumbre de gentes" (Génesis 17:2-12).  Al incluir el contexto bíblico en su totalidad, encontramos que el pacto hecho con Abraham tenía connotaciones más abarcantes que un grupo étnico, y más trascendentes que una nación.  Abraham fue simplemente un canal para definir los términos de la promesa de salvación para toda ser humano.

En ésta dinámica, la ley, que es la misma, que no cambia, va evolucionando en su interacción con el hombre.  En un principio, fue para educarnos con respecto a lo que es pecado (Romanos 7:7) y así mantenernos en curso (Gálatas 3:15-28).  En el Sinaí, fue presentada en términos bastante básicos y primarios que se limitaba solamente a abstenerse de ofender a Dios y dañar al prójimo (Éxodo 20:3-17), aunado a otras leyes de salud, civiles y las leyes ceremoniales que anunciaban la promesa del perdón de los pecados.  La "ofrenda" de Jesucristo (Hebreos 10:11-18), sin embargo, añade a las pretensiones de Dios a través de la ley, de ser un "ayo" (preceptor, maestro, educador, profesor, instructor, pedagogo, tutor, orientador, guía, mentor), a modificar nuestra naturaleza y cultura a las del cielo cuando dice, "daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón" (Jeremías 31:31-34 y Hebreos 8:10).  En realidad, la continuación del pacto busca la reintegración de los términos originales en la creación del hombre.  Habiendo sido definitivamente perdonados, la ley formará pare de nuestra naturaleza, tal y como fue la intención divina desde el comienzo.

Por más promesa que sea, y por más Dios que Dios sea, todo debe realizarse dentro de un marco legal.  Romanos 6:23 nos asegura que "la paga del pecado es muerte" (cf. Génesis 2:17) y "sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (Hebreos 9:15-28).  De ésta forma, Jesucristo hace legal las promesas del pacto pues él es "la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo" (1 Juan 2:2).  Hoy pues, por fe, podemos vivir motivados participando de los beneficios del perdón y salvación de Dios (2 Corintios 4:16-18; 1 Juan 5:11-13; Filipenses 1:6; Juan 5:24)

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