viernes, 23 de mayo de 2014

La Ley de Dios y la Ley de Cristo

Al ser cuestionado tres veces con respecto a los requerimientos para alcanzar la vida eterna, Jesús hace uso de la misma respuesta las tres veces.  Primero, Jesús había dicho en forma llana: "...guarda los mandamientos..." (Mateo 19:17).  Pareciera que ésto no es suficiente por lo que se le pregunta una segunda vez, "¿cuáles?"  La respuesta de Jesús vuelve a hacer referencia a "los mandamientos", y cita la letra: "No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio.  Honra a tu padre y a tu madre."  Evidentemente, el joven no tiene problema con la letra de la ley.  Ha sido educado bien, y desde mas joven a logrado abstenerse de hacer cualquiera de esas prohibiciones, incluyendo que ha sido un buen hijo.  Sin embargo, siente que no es suficiente.  "¿Qué más me falta?"  Lograr no hacer las prohibiciones de la ley es el estado más simple y primario en nuestro proceso de santificación, nuestra adecuación al reino de los cielos.  Pero la observancia de la ley debe tener efectos más profundos en el ser humano, efectos que no sólo regulan el comportamiento, sino que además transforman al ser completo.  "si quieres ser perfecto", continuó Jesús...  Es un examen.  ¿Ha seguido éste joven el proceso de desrebelión?  ¿Ha podido crecer y proyectarse más allá de no hurtar y matar?  ¿Ama a su prójimo como a sí mismo?  "Si quieres ser perfecto," continuó Jesús, "anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme."  (Mateo 19:21).  La obediencia a los Diez Mandamientos supone la internalización de los principios y valores del reino de Dios, por lo que supone un honesto amor y servicio a Dios y al prójimo.  Cuando Jesús dijo "un mandamiento nuevo os doy" (Juan 13:34), no era un mandamiento nuevo en origen; para Dios no era nuevo.  La novedad es para el ser humano que aún no ha asimilado el propósito de la ley que desde Levítico dice: "No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová" (19:18).

Son decenas de siglos batallando con balancear ésta dinámica.  La ley regula el comportamiento con el objetivo de ayudarnos a asimilar la cultura del cielo.  Pero por algún motivo, o nos concentramos en la letra ignorando su objetivo, o buscamos implementar su objetivo negando la letra...  Pablo se dice estar bajo la ley, pero no sujeto a ella (1 Corintios 9:20,21).  haciendo uso de los términos que Pablo utiliza, no estar sujetos a la ley no implica estar estar sin ley.  Y reconocer la inclusión de la ley, no es un indicador de estar sujeto a ella.  Tal vez, en otras palabras, la observancia de la ley no se limita a una sujeción a la letra, sino que es incluirse bajo su influencia para desarrollar en nosotros el espíritu del cielo.

Con todo, esa ley, que por momentos queremos eliminar en aras del amor, es la evaluadora que determina nuestra condición al enfrentar el juicio (Apocalipsis 14:7; Romanos 14:10; Eclesiastés 12:14).  Las buenas noticias es de que el juicio está en manos de alguien que nos entiende (Juan 5:22).  Dice Hebreos 4:15 y 16, "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.  Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro."

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