El objetivo de este espacio es compartir reflexiones y estudios personales (doctrinales, teológicos y espirituales) extraídos de la Biblia.
miércoles, 19 de octubre de 2016
miércoles, 5 de octubre de 2016
miércoles, 6 de julio de 2016
lunes, 4 de julio de 2016
lunes, 11 de enero de 2016
viernes, 8 de enero de 2016
Crisis en el Edén
miércoles, 6 de enero de 2016
lunes, 4 de enero de 2016
viernes, 1 de enero de 2016
Crisis en el cielo
Un mal entendimiento del origen y existencia del mal pueden llevarnos a conclusiones no saludables que afectan directamente nuestra relación con el Creador. Puede llevarnos a desarrollar miedos o amarguras y rencores contra Dios mal fundamentados. Somos seres inteligentes creados para tomar decisiones, aceptar o rechazar la soberanía de Dios y los parámetros de su gobierno en completa libertad. pero las Escrituras nos aseguran que hay fuerzas y voluntades que intencionalmente interfieren en nuestro entendimiento de Dios para llevarnos a conclusiones que atenten en contra de nuestra integridad y aún nuestra vida eterna. Pablo escribió: “porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes” (Efesios 6:12-13).
miércoles, 30 de diciembre de 2015
viernes, 3 de julio de 2015
La naturaleza misionera de Dios
jueves, 2 de julio de 2015
lunes, 29 de junio de 2015
viernes, 29 de marzo de 2013
La creación, otra vez
Unos días atrás, mientras viajaba en el carro de un amigo, por descuido dejé mi teléfono en el techo del carro mientras parábamos a poner gasolina. Habiendo avanzado unos cuantos minutos, pasando debajo de una sección de la carretera cubierta de árboles, escuchamos un golpe en el techo que supusimos había sido una rama. Al llegar a la casa y darme cuenta que no traía el teléfono celular conmigo, deduje que el sonido en el techo había sido mi celular, y salí en mi carro a buscarlo. Justamente en la sección de la carretera donde habíamos escuchado el sonido vi mi celular, y aprovechando que había muy poco tráfico, paré a recogerlo con la esperanza de que aún se encontrara funcionando siendo que de lejos parecía estar bien. Sin embargo, al acercarme, me percaté de lo contrario. Lo encontré totalmente inservible. En ese momento reproché mi descuido y, aunque hubiese deseado regresar el tiempo y tomar una mejor decisión, me vi en la obligación de, fuera de contrato, hacerme de un teléfono celular a precio regular, sin las condiciones y garantías de un teléfono nuevo.
A pesar de las muchas oportunidades que tiene la vida, todos llegamos, o llegaremos, a un punto en el cual reconoceremos que esas oportunidades se irán agotando conforme pase el tiempo, realidad de la que Salomón dice con aparente resignación: "Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo" (Eclesiastés 3:19-21). Día a día, durante milenios, la humanidad es testigo de este suceso y, sin embargo, no nos podemos acostumbrar a tal idea. Entendemos que debe haber algo más, que en la muerte no se acaba todo, y que las injusticias de la vida no justifican nuestra existencia.
La Biblia nos garantiza una restitución a nuestro estado original, y es que Pedro no se equivoca cuando dice: "pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Pedro 3:13). Sabemos que debe existir un mundo donde no haya muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor (Apocalipsis 21.4). Tal espera tiene su fundamento único, pero sólido, en la promesa "vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Juan 14:3).
El evangelio que predicamos no es una mejora de lo que hoy vivimos, sino una completa restitución a nuestro estado original (Apocalipsis 21:1-5) recreando para siempre. Es por tal motivo que, independientemente de nuestra realidad hoy, nos negamos ante la idea de vivir vidas intrascendentes, como dice el himno, "si sufrimos aquí, reinaremos allá", o el siguiente "aunque en esta vida fáltenme riquezas, sé que allá en la gloria tengo mi mansión."
La Biblia describe una renovación no sólo de nuestra naturaleza física (Génesis 2:7; Daniel 12:2; 1 Corintios 15:52-58) proyectándonos de lo mortal a lo inmortal, sino también la restitución de nuestro lugar en la creación, de haber cedido del dominio al enemigo (Génesis 1:28; Juan 12:31), a ser restablecidos como reyes y sacerdotes (2 Timoteo 2:10,12; Apocalipsis 5:10).
La renovación también alcanza al mundo natural que, de haber perdido su calificativo de "bueno" (Génesis 6:11-13 y 9:2-4), y es restablecido a su estado original.
Sobre todo, la renovación nos lleva de enemigos (Génesis 3:24; Éxodo 33:20; Deuteronomio 5:24-26) a reconciliados con Dios (Romanos 5:6-10), donde seremos nuevamente y completamente su pueblo y el será nuestro único Dios.
sábado, 23 de marzo de 2013
La creación y el evangelio
La muerte es una consecuencia natural de nuestra separación de Dios y no un castigo (Isaías 59:2; Juan 15; 1 Juan 3). Cuando Dios advierte a Adán y Eva en la historia de la creación (Génesis 2:17) de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, la muerte no es un castigo originado del desprecio, enojo, frustración o tristeza de Dios, sino el resultado natural de la separación de La Vida. Es decir, cuando la rama se desprende del árbol, no muere por castigo del árbol, sino como consecuencia natural de su separación del medio que tenía para recibir vida.
En el caso de Adán, él, en su libertad de elección, optó por la rebelión. Dios, por otro lado, en una decisión unilateral (Romanos 5:6-10), restablece el orden y condiciones originales sólo posibles a través del sacrificio de Cristo quien se echó nuestras culpas para recibir nuestras consecuencias (Isaías 53).
Adán y Eva, en su libertad, aún no conocían, no habían experimentado la rebelión. Si devoción a Dios era natural y genuina. Al momento de participar del fruto prohibido (Génesis 3:6), cuando sus ojos son abiertos, experimentan por primera vez los sentimientos que llevaron a Satanás a revelarse contra Dios. Ya no son inocentes y ellos mismos lo saben. Ya la presencia de Dios no les causa los mismos sentimientos; la semilla del pecado ha sido sembrada. Dios no se separa de ellos, inclusive los llama (Génesis 3:9), pero el hombre sí se separa de Dios, no por él mismo, sino por haber experimentado la rebelión (Génesis 3:8,10). Sin embargo, y a pesar de su nueva condición, la gracia de Dios sobreabunda (Romanos 5:20), y cubre la vergüenza de sus hijos (Génesis 3:21), se rehúsa a abandonarlos.
En la cruz, cuando Cristo exclama, "...¿por qué me has desamparado?", es una exclamación que eligió hacer él para que nosotros no tengamos que exclamarla. Dios está sufriendo las consecuencias que nos correspondían a nosotros. Cristo, en ese momento, se está adjudicando la acción de rebelión de Adán. Está exclamando que fue él quien "comió del árbol", por lo tanto él tiene que morir y no Adán. Él ahora es el pecador (Gálatas 3:13), aunque no cometió pecado (Hebreos 4:15). Cristo dejó las condiciones infinitamente favorables para revertir la acción de Satanás y llevarnos devuelta a la vida, al estado original en Edén.
viernes, 22 de febrero de 2013
Jesús, el proveedor y sustentador
La Biblia nos recuerda, sin embargo, que sí hay un lugar donde podemos confiadamente utilizar absolutos: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:19). ¿Te diste cuenta?, dice "todo", y no sólo eso, sino que el texto además presenta los argumentos que sostienen la palabra "todo"; "conforme a sus riquezas". No sólo aquí, sino que la Biblia, a través de sus páginas, asegura una y otra vez el cuidado de Dios para con sus hijos proveyéndolos de cuanto necesiten. ¿Por qué tanta seguridad en que Dios tenga tal capacidad?
Como argumento fundamental, la Biblia asegura que en Jesucristo es antes de la creación, que en él halla su origen y que es para él (Colosenses 1:16,17). Es decir, Dios es dueño absoluto no sólo de nuestras vidas, sino además, de los elementos que la hacen posible. Nuestro sustento, aunque trabajamos duro para ello, no está en nosotros pues ni somos dueños ni originadores mucho menos proveedores o rescatadores de la creación, atributos únicamente divinos. Simplemente hacemos uso de los recursos que Dios pone a nuestra disposición para subsistir. Desde Génesis, donde Jesucristo cita al Padre y al Espíritu Santo (Génesis 1:26 y Juan 1:3) en la planificación del origen del hombre, hasta el Apocalipsis, donde Jesucristo garantiza el rescate definitivo de sus hijos (Apocalipsis 22:20), la Biblia entera centra en Jesucristo el origen como el sostenimiento del universo, y el rescate de los seres humanos.
Si te das cuenta, la Biblia no pretende convencernos de ello, simplemente nos lo dice. La existencia de Dios no está sujeta a mi reconocimiento como tampoco lo está su provisión para la vida. Dios no condiciona los elementos para la vida. Él los provee ajeno a nuestro reconocimiento (Mateo 5:45). Condicionar tales provisiones confirmaría la acusación de Satanás que Dios "compra" nuestra lealtad (Job 1:9-10). El carácter de Dios no le permite actuar de tal forma. Por el contrario, antes de que respondamos a su amor, el nos lo da incondicional.
Desde el comienzo, el ser humano fue puesto en condiciones ideadas preestablecidas para su sustento y desarrollo. Una vez que esas condiciones pasaron la inspección de Dios (Génesis 1:25), el hombre fue depositado en medio de ellas. De esta forma, al evaluar nuestra experiencia en este mundo, debemos reconocer que nuestra comprensión de las cosas es dramáticamente limitada en comparación con la vastedad de la existencia de Dios.
La Biblia además nos muestra la razón de las condiciones que reinan hoy en día que, a pesar de que el universo da testimonio de la grandeza de Dios, reflejan la intrusión del pecado. El dolor que observamos y experimentamos son consecuencias de un conflicto mayor. Sin embargo, aún allí, dentro del dolor, Dios provee, Dios sigue en control del mundo natural, Dios todavía tiene las condiciones de atender las necesidades de sus hijos.
miércoles, 13 de febrero de 2013
La creación y la caída
![]() |
VIH |
![]() |
Malaria |
jueves, 31 de enero de 2013
La creación y la moralidad
Como seres humanos, ¿qué nos hace diferenciar entre lo bueno y lo malo? En lo que respecta a la historia citada en este comentario, ¿de dónde salieron los sentimientos de compasión, esperanza y alegría al ver el rescate exitoso de cada uno de los mineros? ¿Por qué deseábamos, a pesar de pertenecer a diferentes países, y en muchos casos a diferentes culturas, la preservación de la vida de los mineros?
Como sociedad hemos identificado ciertos derechos pertenecientes a todos y cada uno de los seres humanos. ¿Quién los decidió? ¿O será que ya vienen "instalados en nuestro sistema" de fábrica? La Biblia enseña que el ser humano, desde su creación, fue provisto de ciertos privilegios identificados y definidos, en Génesis, por lo menos, de gobernar el resto de las especies creadas por Dios, administrar y hacer uso de los recursos de la tierra, la capacidad de formar una sola carne entre un hombre y una mujer, la capacidad de procreación y la capacidad de decidir.
Con el libre albedrío, el hombre fue expuesto, como consecuencia del conflicto a nivel universal generado por la demanda de Satanás en contra del gobierno de Dios, a saber y elegir el bien, es decir, el ser humano fue creado moralmente inteligente y libre. Habiendo dicho esto, el hecho de que haya sido moralmente inteligente y libre signifique que fue creado ajeno a las consecuencias de sus decisiones; somos libres para elegir, pero sujetos a las consecuencias de nuestras decisiones (Eclesiastés 11:9).
Aunque individuos libres, la Biblia nos recuerda que en realidad no somos nuestros. Fuimos creados por lo que hemos adquirido una responsabilidad en relación a la función por la que fuimos creados, como individuos y en nuestra relación con los demás. Cristo lo resumió de la siguiente manera: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas" (Mateo 22:37-40).
Somos consientes de lo que es bueno y de lo que es malo. No lo dedujimos nosotros mismos dentro de un proceso evolutivo al cual no fueron expuestas las demás especias. Fuimos creados con esa capacidad. Sabemos de nuestra responsabilidad para con Dios en función de nuestra creación, y nuestra responsabilidad para con el bienestar de los demás. Maltratarnos física, mental social o espiritualmente es estar maltratando la creación de Dios. De la misma forma, maltratar física, mental social o espiritualmente a otros, inclusive a nuestros enemigos, es estar maltratando la creación de Dios. Al entender mis orígenes y mi libertad, junto con la de todos los seres humanos, implica, entonces haber reconocido la adquisición de la responsabilidad del bienestar de mis semejantes.
La famosa declaración de Jesús en Mateo 5:44-48 de ser perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto está dado en el contexto de el amor a nuestros semejantes incluyendo a nuestros enemigos, tal y como Cristo lo hizo (Romanos 5:10). Cristo no respondió a una iniciativa humana para rescatarnos sino que "siendo aún pecadores" generó las avenidas para nuestra salvación. De la misma forma, Dios no nos creó para vivir para nosotros mismos, tanto así, que bien documentado está en Su Palabra el tremendo impacto en nuestra vida eterna que tendrá nuestro trato para con los demás.
Como seres humanos podemos diferenciar el mal del bien. Al reconocer nuestra procedencia entendemos el origen de esos sentimientos hacia lo bueno, y entendemos por qué, a pesar de saber lo bueno, tendemos hacia lo malo. La Biblia es clara, el bien no es producto humano, es un don divino. Desde esta perspectiva y consientes del proceso de salvación, por medio de la fe dentro del contexto de la gracia, resalta nuestro trato para con el total de la creación de Dios que evidencia en forma externa de nuestra libre elección y desarrollo interno a semejanza de Dios.
Leer:
- Génesis 2:16, 17
- Génesis 1:26-28
- Santiago 3:9
- Hechos 17:26
- Proverbios 14:31
- Mateo 5:44-48
- Apocalipsis 20:11-13