viernes, 25 de abril de 2014

Cristo y la ley en el Sermón del Monte

Contrario a las expectativas del pueblo, Jesús abre su discurso inaugural con conceptos que chocan con los sentimientos y esperanzas de su audiencia.  Siendo víctimas del poder opresor, el pueblo judía esperaba ser motivado a la guerra, a la insurrección.  Jesús no era el primero que se declaraba Mesías.  Ya en el pasado otros lo habían hecho sin mucho éxito, habiendo sido eliminados sin mucho esfuerzo invertido por el poder romano.  Sin embargo, el pueblo no perdía esperanza, y cada vez que alguien daba síntomas de Mesías, el patriotismo comenzaba a renacer y los deseos de liberación a fortalecerse.  Pero Jesús abre su boca y comienza resaltando a "los pobres en espíritu"...  ¿de verdad?...  los que lloran, los manos, misericordiosos, los de limpio corazón, los pacificadores, inclusive, los que padecen persecución.  Las Bienaventuranzas cierran con una llamado a gozarse y alegrarse en la persecución.  Claramente Jesús le llegó a su audiencia por donde menos lo esperaban.  Sin embargo, y por la autoridad con la que habló Jesús (Mateo 7:29), se mantuvieron en sus lugares escuchando atentos.  No es nuevo concluir que el Sermón del Monte es la plataforma donde Jesús presenta su propuesta para el gobierno del Reino de Dios, y es allí donde dice: "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir" (Mateo 5:17).  Evidentemente, en la mente de Jesús, en el gobierno de Dios, la ley no pierde su relevancia hasta que se cumpla todo el proceso de salvación (Mateo 5:18).

La ley no ha cambiado, "la palabra del Dios nuestro permanece para siempre" (Isaías 40:8), y Jesús así lo enfatiza (Mateo 5:17,18).  Antes bien, siendo consistente con su plan de educación, supone que la humanidad está lista para avanzar al siguiente nivel de absorción de la ley de Dios.  Mientras que hasta ese punto se había enfatizado el comportamiento, el siguiente paso nos llevaría a las intenciones.  En la economía revelada de Dios, la ley evalúa y juzga inclusive los actos que cometemos en la mente.  El Espíritu de Profecía dice: "La ley de Dios llega hasta los sentimientos y los motivos, tanto como a los actos externos.  Revela los secretos del corazón proyectando luz sobre cosas que antes estaban sepultadas en tinieblas.  Dios conoce cada pensamiento, cada propósito, cada plan, cada motivo.  Los libros del cielo registran los pecados que se hubieran cometido si hubiese habido oportunidad" (ST 31-7-1901).  La ley de Dios nos vuelve a incomodar.  Cuando por fin todo parecía indicar que estábamos cumpliendo la voluntad de Dios al no matar, no adulterar, a justificar legalmente el divorcio, a controlar el juramento, a vengarnos justamente, Jesús lo complica siendo que la ley ahora exige reconciliarnos con quienes nos hayamos enojado, a controlar nuestros pensamientos, a honrar nuestra promesa en el altar del matrimonio, a limitarnos a un "sí" o "no", a expresar bondad, reconciliación, mansedumbre y pacificación ante el abuso y ante los enemigos... (Mateo 5:21-47)...

Esta sección de su sermón inaugural, Jesús la concluye con un categórico: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mateo 5:48).  Notemos que tal declaración no está en el contexto de la oración, el estudio de las Escrituras, los diezmos o la predicación del evangelio.  Es dentro del contexto de nuestra relación, inclusive, con aquellos que nos desean el mal.  La versión de Lucas dice: "Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso" (Lucas 6:36).  En otras palabras, Jesús revela, en relación con la ley, el toque divino.  El toque humano llega solamente al nivel del comportamiento y las acciones.  El llamado no es ser buenos seres humanos... es asemejarnos a Dios.

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