viernes, 4 de abril de 2014

Las leyes en los días de Cristo

Las leyes cumplen la función de limitar y promover un comportamiento que permitan una dinámica de orden y buen funcionamiento de un gobierno, asociación u organización, tomando en cuenta las tendencias naturales del ser humano (Génesis 6:5; Romanos 7:12-25).  Es decir, si los integrantes de dicho gobierno, asociación u organización cumplen ciertas funciones en forma natural, no hay necesidad, entonces de un ley que las promueva.  En términos simples, no existe ninguna ley que nos obligue a respirar mientras manejamos, esto lo hacemos naturalmente, pero sí existen leyes, en el mismo contexto, que restringen y promueven la velocidad y el flujo de tráfico.  Las falencias naturales del ser humano, aquellas características heredadas por el ingreso del pecado, nos llevan a considerar el establecimiento de leyes que permitan el desarrollo individual y social dentro de un marco en armonía con los principios y valores de dicha sociedad.

En la relación de Dios con el ser humano, también Dios a depositado en nuestras manos la administración y ejecución de leyes que definen las relaciones interpersonales dentro de los parámetros del cielo, como también leyes que permiten la relación del ser humano con Dios.  Añadiendo a las leyes civiles y de salud, las Escrituras también hacen referencias a leyes más en torno a la vida religiosa del pueblo de Dios, es decir, leyes ceremoniales (Levítico 1:1 al 9; 2:14 al 16; y 5:11 al 13).  Las leyes ceremoniales son aquellas fueron diseñadas para explicar gráficamente la dinámica del proceso de salvación.  Todos los días, como nación y como individuos, el pueblo de Dios era expuesto a la experiencia de los requerimiento de la salvación.  Desde la confesión, la sustitución, la intercesión como de la erradicación completa del pecado, el pueblo era educado también visual y experimentalmente de los requerimientos de la ley y la salvación (Génesis 2:17;Romanos 6:23).

Además, las Escrituras son claras y consistentes en relación a una ley aún superior, universal y eterna, escrita por el dedo de Dios (Éxodo 31:18), y claramente diferenciada de las demás (Nehemías 9:13 y 14; Mateo 19:16 al 19).  Los Diez Mandamientos, la ley moral, no buscan someter al ser humano, sino definir en términos divinos la relación de amor entre el individuo y Dios, como también la relación de amor entre los seres humanos (Romanos 13:8 al 10; y Santiago 2:8 al 12).

No es un secreto las consecuencias de la interposición del hombre con respecto a la administración y ejecución de las leyes de Dios, moral, ceremonial, de salud o cívicas.  Como resultado del egocentrismo y tendencia natural a la rebelión heredados por la entrada del pecado, con frecuencia buscamos someter el mandato de Dios a nuestra percepción, prejuicio o limitada comprensión encerrando en nuestra mente la magnificencia de Dios, su amor y justicia.  Y sin embargo, aún allí nos alcanza el amor y misericordia de Dios, tema que estaremos discutiendo por los próximos tres doce temas.

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