Pablo, en 1 Corintios 15:22, explica los efectos drásticamente determinantes por la acción de "uno": por la acción de Adán morimos, y por la acción de Cristo somos vueltos a la vida. Si pones atención, la muerte está citada como una acción activa, mientras que la acción de vivificar está expresada en forma pasiva. Concepto que está claramente corroborado en Romanos 6:23, donde se hace el contraste entre lo que recibimos justamente y lo que recibimos como regalo.
La muerte es una consecuencia natural de nuestra separación de Dios y no un castigo (Isaías 59:2; Juan 15; 1 Juan 3). Cuando Dios advierte a Adán y Eva en la historia de la creación (Génesis 2:17) de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, la muerte no es un castigo originado del desprecio, enojo, frustración o tristeza de Dios, sino el resultado natural de la separación de La Vida. Es decir, cuando la rama se desprende del árbol, no muere por castigo del árbol, sino como consecuencia natural de su separación del medio que tenía para recibir vida.
En el caso de Adán, él, en su libertad de elección, optó por la rebelión. Dios, por otro lado, en una decisión unilateral (Romanos 5:6-10), restablece el orden y condiciones originales sólo posibles a través del sacrificio de Cristo quien se echó nuestras culpas para recibir nuestras consecuencias (Isaías 53).
Adán y Eva, en su libertad, aún no conocían, no habían experimentado la rebelión. Si devoción a Dios era natural y genuina. Al momento de participar del fruto prohibido (Génesis 3:6), cuando sus ojos son abiertos, experimentan por primera vez los sentimientos que llevaron a Satanás a revelarse contra Dios. Ya no son inocentes y ellos mismos lo saben. Ya la presencia de Dios no les causa los mismos sentimientos; la semilla del pecado ha sido sembrada. Dios no se separa de ellos, inclusive los llama (Génesis 3:9), pero el hombre sí se separa de Dios, no por él mismo, sino por haber experimentado la rebelión (Génesis 3:8,10). Sin embargo, y a pesar de su nueva condición, la gracia de Dios sobreabunda (Romanos 5:20), y cubre la vergüenza de sus hijos (Génesis 3:21), se rehúsa a abandonarlos.
En la cruz, cuando Cristo exclama, "...¿por qué me has desamparado?", es una exclamación que eligió hacer él para que nosotros no tengamos que exclamarla. Dios está sufriendo las consecuencias que nos correspondían a nosotros. Cristo, en ese momento, se está adjudicando la acción de rebelión de Adán. Está exclamando que fue él quien "comió del árbol", por lo tanto él tiene que morir y no Adán. Él ahora es el pecador (Gálatas 3:13), aunque no cometió pecado (Hebreos 4:15). Cristo dejó las condiciones infinitamente favorables para revertir la acción de Satanás y llevarnos devuelta a la vida, al estado original en Edén.
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