viernes, 3 de abril de 2015

La venida de #Jesús, #Lucas 1 y 2

Lucas asegura una investigación a conciencia, meticulosa y ordenada que terminará en una obra compuesta de dos tomos y que describe “El origen y la historia de la iglesia cristiana”: 1) El evangelio “Según Lucas”, como lo titulan los manuscritos más antiguos, y “Hechos” o “Los Hechos de los Apóstoles”, ambos dirigidos a un tal Teófilo (Amigo de Dios).  Hoy entendemos que Lucas operó bajo la influencia del Espíritu Santo, quien lo inspiró (2 Timoteo 3:16, cf. 2 Pedro 1:19-21) a dirigirse a las personas indicadas, recopilando la información adecuada para que recibiéramos la voluntad escrita de Dios.  No fue Dios quien escribió el evangelio sino Lucas, pero fue Dios quien inspiró al escritor quien, en su afán por despertar el interés en los amigos de Dios, asegura que su evangelio no presenta posibilidades, teorías o buenas ideas.  Lucas asegura relatar cosas sin sombra alguna de duda (Lucas1:1-3).  Desde el comienzo de su relato, encontramos que la venida de Jesucristo fue un evento propiamente planeado, claramente anunciado y debidamente ejecutado.  Como dijo el apóstol Pablo: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4).

Después del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista (Lucas 1:5-25), Lucas presenta el anuncio del nacimiento virginal de Jesucristo a María.  Pareciera que es una cualidad y defecto muy humano el elevar a niveles místicos los eventos y personajes de la historia.  Por eso Lucas nos presenta a una María tan humana como tú y yo que pregunta en completa confusión: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” (Lucas 1:34).  A pesar de que el ángel intenta explicar la lógica detrás del plan, al final no le exige a María que lo entienda, sino que confíe en la voluntad y capacidad de ejecución de Dios: “Porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37).  Y es que la estrategia legal, pues la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), que permite nuestra salvación escapa infinitamente las posibilidades y recursos humanos.  La estrategia de salvación es única y exclusivamente posible en la intervención y ejecución divina.  Al revisar el plan de salvación encontramos que la pobreza material que la Biblia describe en el nacimiento de Jesucristo (Lucas 2:7 y 24) es insignificante en comparación con el cambio de estatus, de Dios omnipotente a niño frágil e indefenso.

Ser buenos no es suficiente…  Estoy seguro que en la comunidad donde vivimos cada uno de nosotros podemos identificar a más de una persona buena.  Lucas identifica a Zacarías y su esposa como “justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor” (Lucas 1:6), sin embargo no es suficiente.  Zacarías, sin ser diferente a nosotros, cuestiona la promesa divina y pide garantías.  Tal vez en el pasado se había emocionado ante la posibilidad de tener un hijo sólo para, una vez más, ser desilusionado.  Así como María, Zacarías también es un ser humano.  Pero Dios, aún allí, no lo abandona.  Le cumple el deseo… y su hijo será mucho más de lo que ha pedido (Lucas 1:13-17).  Cumplirá un propósito definido y vital en la comunicación del plan de salvación.


La profecía que Simeón hace en el templo teniendo al niño “en sus brazos” (Lucas 2:25-32), nos prepara emocional, intelectual y espiritualmente para la recorrido que haremos a través del evangelio.  Encontramos que es Dios quien ejecuta todo el plan.  Es el creador, el juez y además quien determina los parámetros de nuestra salvación.  Encontramos además que la realización del plan es legal únicamente a través de la sustitución.  Para que el plan sea completamente efectivo, de nosotros se demanda exclusividad a ese plan.  Pero la exclusividad que Dios demanda no es bajo los términos del egoísmo humano, sino en el hecho de que no existe otra forma u otro medio de salvación (Hechos 4:12).  En términos prácticos, la única forma de planchar una camisa es conectando la plancha en el tomacorriente.  Si “conecto” la plancha a una fruta, el agua, a la tierra o un hoyo en la pared, no funcionará, aunque no como castigo o reacción egoísta por parte de la electricidad.  Podré planchar mi camisa si la plancha está conectada única y exclusivamente al tomacorriente.

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