viernes, 13 de marzo de 2015

Vivir por #fe, #Proverbios 28-29

Cuando recién abrimos el libro de los Proverbios, nos encontramos con una declaración bastante categórica la cual dice: "El principio de la sabiduría es el temor de Jehová" (Proverbios 1:7), concepto no solitario en el mar de proverbios contenidos en el libro, sino que lo encontramos repetido varias veces, al igual que en otros pasajes de la Biblia tales como en Job 28:28, Salmo 111:10 y Eclesiastés 12:13.  Como en su momento lo dedujimos, Dios ofrece una plataforma sobre la cual podemos edificar nuestra sabiduría, es el cristal a través del cual vemos la vida, el filtro a través del cual evaluamos la realidad.

Al final del libro de Proverbios, sin embargo, se nos recuerda el otro lado de la moneda, cuando el ser humano pretende ser su propia plataforma cristal o filtro.  Ya previamente habíamos analizado declaraciones tales como: "No seas sabio en tu propia opinión" (Proverbios 3:7), " Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte" (Proverbios 14:12), "¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él" (Proverbios 26:12).  Salomón, en Proverbios 29:25, añade que "El temor del hombre pondrá lazo..."  Mientras el temor a Jehová es el principio de la sabiduría, el temor del hombre pone lazo, que en el hebreo da a entender la restricción o perdida de la libertad.  En su deseo de independencia de Dios, el hombre ha desarrollado un muy pobre y limitado concepto de sabiduría y libertad.  Los tan aplaudidos avances en materia de ciencia, tecnología, filosofía, salud, psicología, educación, y demás, han generado una peligrosa confianza del hombre en el hombre, mientras Jesucristo insiste: "y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32).

La libertad absoluta, como el ser humano la idealiza, no existe.  Estamos sujetos a nuestro contexto y desarrollamos ideas y conceptos dentro de ese contexto.  Nuestra lealtad a Dios, que nos produce verdadera libertad, es definida en Proverbios 28:4-9 de la siguiente manera: 1) No se puede ser neutral, "Los que dejan la ley alaban a los impíos; Mas los que la guardan contenderán con ellos", 2) La ley de Dios, las Escrituras, nos permiten calibrar nuestro criterio, "El que guarda la ley es hijo prudente", 3) La revelación escrita de Dios nos educa y alinea en nuestra devoción y adoración a Dios, "El que aparta su oído para no oír la ley, Su oración también es abominable."  Cuantas injusticias abominables no se han cometido en nombre de la religión y devoción a Dios, por falta de conocimiento y entendimiento de Su voluntad.

Como cualquier ley que incentiva o restringe determinados comportamientos, la ley de Dios busca conducirnos a Dios (Gálatas 3:24), pues las corrientes que nos alejan de la vida eterna son muy fuertes e insistentes.  1 Juan 2:15-17 nos dice: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo...  el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre."  Pareciera convencernos el mundo de invertir en él, pero Juan nos recuerda que invertir en el mundo es una inversión a muy corto plazo, mientras que si invertimos en Dios, invertimos a plazo eterno.  Salomón no insinúa nuestra mediocridad en ésta tierra para alcanzar la vida eterna. En el libro Consejos para los maestros... página 346 leemos: "La ignorancia no aumenta la humildad o la espiritualidad de cualquier profeso seguidor de Cristo." Podríamos sustituir "ignorancia" con algunos calificativos que se pueden confundir con espiritualidad. Por el contrario, Salomón define las fronteras que permiten nuestro desarrollo, prosperidad y éxito en esta tierra al tiempo que nos proyectan a la eternidad: No te enriquezcas a costa de los pobres (Prov. 28:8), Dar a los pobres (Prov 28:27), Trabajar arduamente (Prov. 28:19), No trates de ser rico rápidamente (Prov. 28:20,22). En pocas palabras, Salomón nos invita a invertir haciendo sabio uso de nuestros recursos dentro de los límites de la integridad (Proverbios 28:6), en las diferentes esferas en las que nos desenvolvemos (Eclesiastés 9:10).

Pero saber hacer lo correcto no es suficiente.  Así como los padres hacen uso de diferentes métodos para que los hijos aprendan la disciplina de la fuerza de voluntad y dominio propio (Proverbios 29:15 y 19), Dios trabaja a través del Espíritu Santo en el corazón del hombre para convertir el querer en el hacer (Filipenses 2:13).  El libro Palabras de vida del gran Maestro, página 341 dice: "Implantando en el corazón los principios de su Palabra, el Espíritu Santo desarrolla en los hombres los atributos de Dios."

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