viernes, 6 de febrero de 2015

Lo que consigues no es lo que ves, #Proverbios 14-16

Por más que sintamos que hayamos avanzado en temas sociales, políticos, económicos, científicos o tecnológicos, como seres humanos aún seguimos limitados por el espacio y tiempo.  No estamos en condiciones de tener todo el conocimiento y toda la experiencia para tener una perspectiva correcta y absoluta de la vida.  Todo lo que nos sucede y experimentamos, es filtrado por nuestra cosmovisión, la cual es formada por la educación que recibimos, la cultura a la que fuimos expuestos, a las condiciones socioeconómicas donde nos desarrollamos, entre otras.  Por más que lo intente, jamás podré ver la vida y evaluar la experiencia tal y como tú lo haces.  El objetivo de estas previas deducciones no es para argumentar en favor del relativismo, donde dos personas pueden creer en forma opuesta sobre algo y al mismo tiempo ambos tener la verdad.  Antes bien, el ejercicio previo fue con la intención de reconocer nuestras limitantes y no excedernos en nuestra propia opinión, que puede producirnos dolor, sufrimiento e inclusive la pérdida de nuestra esperanza.  Salomón dijo: "Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte" (Proverbios 14:12).  Y aunque pensadores han asegurado, como Thomas Paine que dijo que "El arma más formidable en contra de cualquier tipo de error es la Razón..."  Sería fatuo suponer que nuestra razón incluye todos los argumentos existentes para asegurarnos un futuro próspero y feliz en éste mundo, y la bendita esperanza de la vida eterna.  Por eso, para discernir y discriminar entre la verdad y el error, se requiere aún más que los sentidos, la lógica y aún la razón.  En realidad, nuestra única plataforma firme y segura es Jesucristo: "Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo" (1 Corintios 3:11), cuya palabra "permanece para siempre (1 Pedro 1:25; Isaías 40:8).

Proverbios 14 presenta algunas diferencias entre aquellos que son sabios (Proverbios 1:7), y aquellos que por confiar en su propia prudencia son llamados necios:  Mientras los necios habla con soberbia (v3), se burla de la sabiduría (vv6-9), es crédulo (v15), es impulsivo (vv16,19), y oprime a otros (vv21,31), el sabio habla con humildad (v3), valora el aprendizaje (vv6,18), es cauto (v15), es apacible y paciente (vv29,33), es compasivo y sensible (v21,31).

La conciencia de la presencia de Jehová nos ayuda a entender mejor nuestros derechos, libertades y privilegios.  En una era donde se en forma desmedida se enfatiza más los derechos que las responsabilidades, el temor a Jehová nos permite desarrollar una dinámica saludable de libertad y sujeción.  Salomón asegura que "Los ojos de Jehová está en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos" (Proverbios 15:3).  Fácil sería concluir que la labor de Dios consiste en vigilar a sus criaturas, pero al suponer esto, estaríamos reduciendo a Dios a nuestras propias tendencias e intenciones.  Quién de nosotros no ha sido multado por un policía que escondido en un callejón, o entre las sombras de los árboles nos sorprendió violando alguna ley de tráfico.  Ese podría ser el filtro utilizado para interpretar que los ojos de Jehová nos están "mirando".  Pero sería una falta de honestidad limitar nuestra interpretación de la labor de Dios sólo a nuestra razón, pues la Biblia también dice que Jehová es nuestro pastor, y que por eso nada nos faltará (Salmo 23:1).  Además dice que nos amó tanto, que dio a su hijo único para que todo aquel que en él cree, no se pierda sino que tenga vida eterna (Juan 3:16).  Sí, es cierto que la paga del pecado es muerte, pero también es cierto que el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro (Romanos 6:23).  Porque somos finitos y limitados, la Biblia encausa nuestra razón, nos orienta a desarrollar un mejor entendimiento de Dios, y así permitirnos desarrollar una dinámica saludable que posibilite nuestra salvación.  Y es bajo el entendimiento de que la vigilancia divina se centra en nuestra salvación, cuando apreciamos el consejo divino en cuanto a la forma en que debemos reaccionar a la agresión (vv1,28), la actitud que debemos cultivar ante el consejo (vv5,22,32), la actitud que debemos tener hacia la vida (v13), y la verdadera prioridad que le debemos dar a las cosas (vv16,17), como también las intenciones al acercarnos a Dios (v8).

En esa sujeción saludable de la que habla y recomienda la Biblia es que aprendemos a balancear nuestra voluntad con la voluntad de Dios.  Salomón escribió que aunque "del hombre son las disposiciones del corazón", es en última instancia de Jehová "la respuesta de la lengua (Proverbios 16:1).  Seguimos recalcando las limitantes de tiempo y espacio que estamos sujetos todos los seres humanos.  Salomón quiere que reconozcamos quién es en realidad quien tiene el control.  Por eso insiste: "Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu" (Proverbios 16:18).  Recuerdo en mis discusiones de adolescente con mi madre escuchar el argumento irrevocable "ten cuidado, porque no somos iguales," argumento que me ayudaba a entender quién en realidad era yo, y quien era mi madre.  Un ejercicio que resultó saludable en el respeto a la autoridad.  Salomón recalca lo mismo: "Mejor es humillar el espíritu con los humildes" (proverbios 16:19).  Así como el hijo adolescente desea liberarse, sin tener idea ni la capacidad de manejar esa libertad, así el ser humano que cuando intenta convencerse que no necesita a Dios.  Es cierto, y Salomón lo vuelve a recalcar, "Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte" (Proverbios 16:25).

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