sábado, 17 de enero de 2015

Una cuestión de vida o muerte, Proverbios 6 y 7


Supongo que era un 9 de mayo por la noche, y tal vez habré tenido unos 8 ó 9 años de edad. En la parte de atrás de una camioneta, junto con nuestros profesores, fuimos de casa en casa interpretando el simple pero significativo repertorio, con las siempre expresiones de agradecimiento de cada una de nuestras madres. Recuerdo que habíamos terminado de catar en una casa y nos subimos de nuevo a la camioneta para dirigirnos a la siguiente casa. Tratando de hacerme el chistoso, ante la mirada incrédula de mis amigos, hice como que tocaría un cable de electricidad que colgaba no muy por encima de la camioneta cuando de repente sentí un fuerte jalón de cabellos que me dejó sentado, humilde. Uno de los profesores, al ver mi imprudencia, realizó una acción dramática, que seguramente no habría hecho en otras circunstancias, como por ejemplo, no traer la tarea. Pero en ese momento mi vida corrió peligro, y la acción del profesor correspondió a la ocasión.

Al leer Proverbios, por momentos, Salomón utiliza calificativos que podrían considerarse dramáticos, agresivos e inclusive ofensivos, tal vez como jalones de cabello, tales como, “...el hombre es reducido a un bocado de pan” (Proverbios 6:26), o “...como va el buey al degolladero, y como el necio a las prisiones para ser castigado” (Proverbios 7:22). A entender de Salomón, éste vocabulario es necesario pues es “camino de vida las reprensiones que te instruyen” (Proverbios 6:23). Asegura que la información que comparte no sólo posibilita la supervivencia sino que además nos proyecta al desarrollo óptimo de nuestras posibilidades (Proverbios 6:23), por lo que sugiere algunas estrategias utilizando lenguaje metafórico para ayudarnos a intencionalmente exponernos a la influencia de sus consejos, y poder así asimilarlos: “Átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello... Lígalos a tus dedos; escríbelos en la tabla de tu corazón” (Proverbios 6:21 y 7:3).

La segunda mitad del capítulo 6 y todo el capítulo 7 están dedicados a advertirnos de los peligros de exponernos a caer en adulterio. En los versículos 6 al 23 del capítulo 7 de Proverbios, Salomón pinta una ilustradora escena. En ella una mujer casada seduce magistralmente a un joven hasta hacerlo caer. Sus argumentos son irrefutables, y la oportunidad inmejorable. Y es que el pecado nunca se presentará como una mala idea. Pero, “¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?” (Proverbios 6:27 y 28).

Salomón es insistente. Entiende los peligros de involucrarse en una relación tal y dice: “Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace” (Proverbios 6:32). No porque podamos razonarlo significa que podemos justificarlo. “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12). Sorprende lo absoluto que es Salomón al describir las consecuencias del adulterio, por irresponsabilidad o ingenuidad: “su afrenta nunca será borrada... no perdonará en el día de la venganza. No aceptará ningún rescate, ni querrá perdonar... aun los más fuertes han sido muertos por ella. Camino al Seol es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte” (Proverbios 6:33-35; 7:26 y 27).

Es mucho el riesgo que se corre y mucho lo que se pierde para lo poco que se gana.

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