jueves, 6 de noviembre de 2014

Fe que obra - Santiago 2:14-26

Podemos estar de acuerdo de que no porque un nutriólogo le diga a una persona: "debes de comer menos", y a otra persona: "necesitas comer más", significa que se esté contradiciendo, y que con una indicación está desbancando la otra. Es lógico concluir que debemos considerar el contexto de ambas declaraciones además de conocer los rangos óptimos e ideales en materia de nutrición y peso corporal. En términos simples, al individuo que se le pide que coma menos, es seguramente porque su peso está por encima del óptimo, y al que se le pide que coma más, porque su peso está por debajo del ideal.  No es diferente con las Escrituras, y específicamente con el tópico tratado por Santiago, en el capitulo 2 y versículos 14 al 26, donde en el versículo 21 dice: "¿No fue justificado por las obras Abraham...?” vs “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse” (Romanos 4:2). En un momento regresaremos a esta misma aparente contradicción, pero primero debemos preparar el escenario para que nuestro análisis sea honesto para con las intenciones tanto de Santiago, como las de Pablo en Romanos.
Lo que Santiago quiere transmitir no es muy complejo: la fe no es un ejercicio intelectual o filosófico, más bien es la toma de acción motivada en certezas y convicciones más allá de lo comprobable (cf. Hebreos 11:1). Santiago no contradice a Pablo, sino que trae balance a la discusión de la justificación por la fe, pues “como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). Las obras son, entonces, el resultado de la fe. Sin éstas, la fe ya no es fe, sino que es reducida simplemente a buenos deseos sin aporte alguno en nuestra salvación (Santiago 2:14). Las fórmulas “obras sin fe” y “fe sin obras” son ambas condenadas en las Escrituras, por lo que Santiago las corrige diciendo: “Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18).
Creer en Dios al punto de temblar pero sin tomar acción es, en palabras de Santiago, estar al nivel de los demonios, que claramente están fuera de toda posibilidad de salvación (Santiago 2:19). Tal vez como un drogadicto, para quien no es suficiente creer que debe dejar las drogas para así preservar su salud física y mental. Al conocer y reconocer el efecto dañino de la droga, el drogadicto deberá actuar en base a esas conclusiones y abstenerse de su consumo, para hacer efectiva la promesa de salud. De esta forma, la fe es la conjunción de la convicción mental y la acción en acordeEn el caso de Abraham, que hacíamos referencia al comienzo de éste comentario, ambas declaraciones, por Pablo y Santiago, son correctas. Mientras que Santiago, quien escribió primero su carta, argumenta que en los casos de estudio presentados la fe se hizo evidente a través de las acciones ejecutadas, Pablo, evidentemente escribiendo a otra audiencia con otras deficiencias, argumenta que las obras, por más buenas que sean (Isaías 64:6) pueden ser ajenas a la fe y manipulables y por ende inútiles para generarnos justificación.  Mientras que Santiago nos dice que la fe no es un sentimiento ni tampoco un ejercicio intelectual o emocional, Pablo nos dice que no es porque hacemos cosas buenas que nos salvamos.  En conjunto, las convicciones personales (fe) fundamentadas en las promesas de Dios deberán dictar el curso de nuestras decisiones y acciones.

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