viernes, 5 de septiembre de 2014

La Ley de Dios

En un punto que, bajo la perspectiva de Jesucristo, no debió de generar las tensiones que en la historia del cristianismo y adventismo se han registrado, llanamente dice: "Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15).  La observancia, o en su defecto el deseo e intención sincero, de los mandamientos define y clasifica la dinámica de nuestra relación para con Dios.  El amor de Dios para con nosotros es incuestionable y verificable a través de nuestra historia personal y la de la humanidad entera; es la constante.  La variable, es nuestro amor para con Dios, que no siempre es evidente.  La evidencia del amor de nosotros hacia Dios descansa en nuestra relación para con sus mandamientos, cuya observancia es definida en diferentes niveles por las Escrituras.

Jesucristo claramente confirmó el valor y dinámica de la ley en su gobierno: "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir... De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos," dijo en Mateo 5:17-19.  Pero añadiendo a los términos ya sabidos de la relación del ser humano con la ley de Dios, en el Sermón del Monte Jesús develó un escalón aún más elevado en su observancia.

En pleno desarrollo del tópico abierto en Mateo 5:17-19, Jesús hace una serie de referencias a sus mandamientos dados a conocer desde "los antiguos", pero ahora con implicaciones de mayor alcance.  "Oísteis que fue dicho...  pero yo os digo..." (521,22,27,28,31,32,38,39,43,44).  No es una reinterpretación o modificación de la ley, sino una elevación para su cumplimiento.  La versión a los antiguos descansaba en la abstención de perjudicar al prójimo, ahora Jesús instruye que ese es un nivel muy básico de observancia que inclusive aún "hacen también lo mismo los publicanos".  Cumple una función, demuestra nuestro deseo de agradar a Dios, pero sigue siendo el nivel más básico de la observancia de la ley.  Ahora es tiempo de crecer, la sociedad está lista para ello por lo que Jesús no sólo pone bajo juicio las acciones, el comportamiento, sino que ahora incluye nuestras inclinaciones e intenciones, donde la observancia de la ley no es un ejercicio de reprimir deseos, sino un acto natural de un corazón transformado, en cumplimiento de la promesa elegantemente descrita en Hebreos 8:10 (y 10:16) que asegura, "Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo", que es una confirmación de lo dicho a través del profeta Jeremías en 31:33,34, para ser perfectos, como nuestro padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:48).

La experiencia del joven rico en Mateo 19:16-22 describe este proceso.  De acuerdo al relato, el joven rico se presenta a Jesús con el deseo de heredar la vida eterna.  Jesús le presenta los términos para evaluarse, la observancia de la ley.  El joven confirma que, por lo menos al nivel básico, es un fiel observador de la ley de Dios, pero entiende que no es suficiente, que la simple abstención de hacer daño al prójimo no es suficiente, por lo que Jesús lo lleva, del plano humano, al plano divino, donde se requiere definitivamente la intervención de Dios y le dice, "si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres".  Jesús lo llevó de la abstención de dañar al prójimo, a ser una bendición para con el prójimo, pues siempre será más fácil no matar a mi prójimo que amarlo.  El toque divino, para ser prefectos como nuestro padre que está en los cielos, nos lleva a un cumplimiento no por méritos humanos, sino por la intervención divina, en un amor sincero hacia Dios y el prójimo, de una actitud pasiva a un involucramiento activo en la vida y necesidad de quienes nos rodean, pues el amor a Dios no puede expresarse ajeno al amor a quienes nos rodean, por eso, si amamos a Dios, guardamos sus mandamientos.  No en la abstención de daño al prójimo, sino en activamente velar por su bien.

1 Juan 3:14 - "Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte."

1 Juan 4:20,21 - "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?  Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano."

Mateo 22:37-40 - "Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  Éste es el primero y grande mandamiento.  39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas."

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