jueves, 28 de agosto de 2014

Nuestra misión

No es el objetivo generar sentimientos derrotistas, para lamentar audiblemente en un listado todo lo que no estamos haciendo.  Cuando leemos: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo... y entonces vendrá el fin" (Mateo 24:14), debe ser suficiente motivación para cumplir nuestra función profética, siendo nuestra labor un predictor de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, y del fin.

Nuestra función está explicada en las Escrituras, somos “la luz del mundo", aseguró Cristo en Mateo 5:14-16.  Con ésta declaración queda establecido que el cumplimiento de la misión no es una responsabilidad delegable.  Antes bien, es determinante aceptar nuestra esencia.  Iluminar no es algo que la luz elige, sino la consecuencia natural de lo que es, luz, aunque sí tiene la opción de ser encubierta, como una acción aorgánica, restringiendo así su radio de influencia.  Al negar nuestra función en el cumplimiento de la misión, no estamos dejando de brillar, sino que estamos activamente limitando nuestra influencia.

La Biblia identifica como “testigos", o cumplir con la función de testigos, la activación de nuestra esencia (Hechos 1:8).  No es suficiente experimentar la salvación, para que ésta sea real, es vital inconsciente y conscientemente compartirla, como activos en el arsenal del que Jesucristo se resposabiliza (Juan 20:21).  Aunque la luz no elige brillar, el testigo sí elige testificar.

Los alcances de nuestra labor busca no sólo informar, sino transformar: hacer más que miembros, pues entonces sería la gran omisión, sino discípulos, ¿cómo?, bautizado y enseñando (Mateo 28:19,20).  El Mensaje de los Tres Ángeles pone nuestra tarea en un contexto de urgencia, anunciando la pronta venida de Jesucristo.  No son enseñanzas nuevas, pues han estado en las Escrituras por decenas de siglos, pero sí con un énfasis distintivo, que Cristo viene muy pronto (Apocalipsis 14:6-12).

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