viernes, 4 de julio de 2014

Nuestro amante Padre celestial

Los títulos representan logros personales o colectivos y son atesorados con
sumo orgullo.  Nos hacemos llamar “licenciados", “maestros", “doctores", “gerentes", “ingenieros", “campeones", “pastores", “ancianos", y muchos otros más.  Ser llamados como tal, ha requerido paciencia, esfuerzo, dedicación y, en la mayoría de los casos, dinero.  Por la dinámica de la sociedad en la que vivimos, nos hemos hecho a la idea de que cualquier logro, en cualquiera de los ámbitos de la vida, va acompaña de sacrificio personal.

Las Escrituras presentan otra dinámica...  el apóstol Juan asegura lo siguiente: "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios..." (1 Juan 3:1).  Si te das cuenta, el título de "hijos de Dios" descansa única y exclusivamente en el amor del Padre.  Inclusive, el texto aclara que somos llamados, una acción que no responde a algún esfuerzo individual o colectivo.

Éste título cambia en forma dramática la dinámica de la salvación.  Mientras que en un tiempo fuimos catalogados, inclusive, como enemigos (Romanos 5:10), hoy somos llamados hijos, y si hemos tenido el privilegio de sentir en nuestras vidas el amor de un padre terrenal, con todos los defectos que éste pueda tener, ¿cómo será, entonces, el amor del padre celestial? (Mateo 7:11)

Jesucristo aseguró representar en forma fidedigna el carácter del Padre.  Al declara Felipe, "Muéstranos al Padre, y nos basta" (Juan 14:8), me pregunto, ¿cuáles serían sus expectativas, pues Cristo responde, tal vez con sorpresa, "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe?"  Pareciera que hemos mistificado y sofisticado el carácter y naturaleza del Padre, la cual Jesús vino a simplificar.  Es claro que el concepto de Dios sobre pasa toda capacidad intelectual y de asimilación del ser humano, sin embargo, Dios decidió simplificar su persona y presentársenos como un padre que hace "bondad, justicia y rectitud (Jeremías 9:24 RV2000).  Es por esto que Jesucristo en enviado al mundo como un acto unilateral de parte de Dios, una acción de iniciativa propia que busca revertir el estado de condenación del ser humano (Juan 3:16; Jeremías 31:3; Salmo 103;13).

Aún más, las Escrituras aseguran que la Deidad completa se ha confabulado en el rescate completo y legal del ser humano.  Siendo Jesucristo la "punta de lanza", la Deidad completa actúa en su nacimiento (Lucas 1:26-3), su bautismo (Lucas 3:21,22), su crucifixión (Hebreos 9:14), y la intercesión por todos nosotros (Juan 14:16).  Estamos cubiertos, formamos parte de los planes de Dios.  Nuestra acción es aceptar ese título otorgado, y depender, como hijos, de Dios.  Mateo 5:25-34 - "Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida... ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?... vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas."

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