viernes, 28 de marzo de 2014

El costo del discipulado

"Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación" (2 Cor. 1:7).

Por momentos me disgusta la expresión "costo del discipulado", tal vez por mi trasfondo cultural, porque puede sonar como un sacrificio con tintes de "manda", donde es necesario experimentar dolor y para ser merecedor de los favores de Dios.  Sin embargo, las Escrituras son insistentes en los objetivos del discipulado y su costo.  Podríamos concluir, después de tres meses de estudio, que el costo del discipulado es más bien la matrícula, la inversión, que permite ser educados en el currículo del cielo, y que cuya oferta es la salvación eterna.  Desde ésta perspectiva, las palabras de Cristo "
Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo" (Lucas 14:27) cobran otro sentido.  No es un sacrificio para ganar un favor, es una consecuencia de la postura que hemos tomado dentro del contexto del gran conflicto (2 Timoteo 3:12; 1 Pedro 2:21).

Aunque las exigencias del discipulado son grandes, grandes es su recompensa.  Comenzando por nuestras motivaciones, las razones de seguir a Jesús deben superar nuestros deseos de prosperidad y trascendencia en éste mundo.  Incluye además una exclusividad que toca, en ocasiones, nuestras relaciones familiares (Lucas 14:26; Éxodo 20:3).  El discipulado no es un pasatiempo, ni el involucramiento en una causa positiva.  Las Escrituras son claras en identificar la inversión de TODO el ser (Lucas 14:31-33; 1 Corintios 9:24-27; 2 Pedro 1:5-11).

Algunos hemos emigrado a otras ciudades o países en busca de mejores oportunidades.  Hoy tengo la oportunidad de vivir en Houston, una ciudad con el mejor sistema de hospitales en el mundo.  Unos días atrás fui a visitar a una niña de once años que había sido intervenida a través de una cirugía.  Fui a un hospital  exclusivo para niños de 21 pisos.  Al entrar en el elevador, entró junto conmigo una niña de no más de 9 años de edad con su padre.  Portaba un cubre bocas y tenía la cabeza rapada.  Su padre caminaba tras ella empujando un tipo "perchero" donde colgaba el suero.  Evidentemente tenía cáncer.  No supe qué tan avanzado estaba, o si la niña sobreviviría.  No me atreví a preguntar, pues había mucha gente en el elevador.  Sin embargo, tuve el corazón apretado todo el día.  No hay país en este mundo, por más rico o poderoso que sea, que haya solucionado el dolor humano, la muerte, especialmente cuando se le considera "injusta", por la edad de la víctima, o la condiciones de su muerte...  Éste mundo no tiene la capacidad para ofrecer lo que Dios ofrece.

En la lectura devocional para el día de hoy, George Knight escribe: "¿Es cierto que los adventistas modernos consideramos que somos peregrinos
y extranjeros en esta Tierra, y que no podemos demorarnos ni una noche más? Para muchos de nosotros, esta Tierra ha llegado a ser nuestro hogar. Estamos cómodos aquí; y nos gusta.  Y entonces, la policía llama a la puerta para contarnos acerca de nuestra hija; el informe del médico dice que tenemos un cáncer en estado avanzado; el cónyuge inesperadamente demanda el divorcio. De repente, volvemos a la realidad: esta Tierra no es nuestro hogar."  

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