viernes, 14 de marzo de 2014

Discipular a los líderes espirituales

“En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Lucas 6:12, 13).

Al adquirir posiciones de liderazgo el ser humano lucha con presiones, presuposiciones y prejuicios que pueden desvirtuar su labor.  Definir el liderazgo en términos románticos, en combinación con los deseos innatos de propósito y trascendencia, pueden interferir con la función para la cual un individuo es elegido para desarrollar un cargo.  Los impulsos de controlar o facilitar no son siempre bien orientados y limitan el potencial individual y corporal.  Por eso, y dentro de la definición de Dios de liderazgo, todos, incluyendo a los líderes espirituales, son miembros del cuerpo de Cristo, con las mismas necesidades y responsabilidades de interdependencia (1 Corintios 12).  Esta posición es vital pues definiendo que la única y exclusiva cabeza del cuerpo es Jesucristo (Efesios 4:15), libera al resto de los miembros de esa presión canalizándolos en otro tipo de dinámica que permite un sano ciclo de enseñanza, aprendizaje y ejecución.  Por más encumbrado que el líder pueda ser, sigue siendo miembro, parte del cuerpo de Cristo, dependiente de la cabeza, posición que le permite ser y presentarse vulnerable al proceso continuo de capacitación al cual da seguimiento el Espíritu Santo (Juan 16:12-14).

Al pasar la noche orando (Lucas 6:12-16), Jesús define que el origen del plan de discipulado-apostolado va más allá de su persona, y que pende de la iniciativa unilateral y exclusiva de Dios (1 Corintios 12:11).  Como parte del currículo, Jesús genera ambientes que permiten la impartición y asimilación de conocimiento en términos prácticos, conocimiento extraído y aplicable a las realidades cotidianas de su audiencia.  Jesús no los divorcia, sino que incluye el conocimiento y la experiencia como parte del proceso de preparación para discipular.  La historia de la dado al plan divino la razón, ya que solos, el conocimiento o la experiencia, ha desvirtuado el evangelio.  Al hacer uso de la sal, la luz, la semilla, plantas, y experiencias de la vida, sus oyentes podían relacionarse con la enseñanza y encontrarlas relevantes, pues mientras mejoraban su calidad de vida en esta vida, los preparaba para la vida eterna.

Distinto a la usanza de sus días, Jesús eligió como líderes espirituales potenciales a los que, tal vez, tú y yo no hubiésemos elegido.  A través de la historia, la intervención divina se ha manifestado a través de los medios menos pensables, de individuos de quienes el mundo no esperaba mucho, para evidenciar la mano de Dios.  En realidad, Jesús revolucionó el sistema de generar líderes, priorizando la disposición y maleabilidad por sobre la capacidad.  Hoy coincidimos en que Jesús tuvo razón.  Generó de un puñado de despreparados la dinámica que en su momento cambió, y sigue cambiando al mundo.  En su ministerio consolidó un sistema que eficientemente lleva a los discípulos (aprendiz, pupilo) a convertirse en apóstoles (representante, mensajero).

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