viernes, 19 de julio de 2013

La Palabra

En nuestra experiencia académico, ya sea al nivel elemental o primario, hasta el universitario y posgrado, los libros cumplen la importante función de proveernos de información que nos permite progresivamente especializarnos en diferentes áreas del conocimiento.  Sin embargo en matemáticas, por ejemplo, el leer y conocer las diferentes fórmulas no son una garantía para el individuo de que está capacitado para resolver problemas matemáticos.  Cuantas veces en la escuela nos presentamos en una examen sin conseguir una buena calificación.  Habíamos estado presente en las clases, habíamos escuchado y anotado las explicaciones del profesor, teníamos el libro referente a la materia, y sin embargo parecía no haber sido suficiente.  ¿Por qué?  Porque además se requiere saber aplicar el conocimiento.

En la vida cristiana no es diferente.  Asistimos a la iglesia, escuchamos y anotamos las explicaciones de las expectativas y voluntad de Dios reveladas en su Palabra, inclusive tenemos el Libro, y, sin embargo, podría ser insuficiente.  ¿Por qué?  Como dice Santiago 1:22, "Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores."  El conocimiento es irrelevante e inservible si no se aplica.

Cuando la Biblia habla de un derramamiento del Espíritu Santo, no viene como consecuencia de las quejas que tenemos para con la iglesia, los líderes o nuestros hermanos, sino como consecuencia de un compromiso personal con Dios, como dijo David en el Salmo 119:154, "Vivifícame con tu palabra," como una petición sincera y personal.  Y es que la Biblia leída con "hambre", más allá de un simple requisito, tiene el poder de llevarnos por fe a la fuente que puede satisfacernos, pues quien inspiró las Escrituras (2 Timoteo 3:16) es el mismo que generó la materia y creó los mundos y nos dio vida, el mismo que dijo, y sucedió (Salmo 33:6; Hebreos 11:3).  La información que la Biblia contiene y nos comparte, tiene la capacidad, en complicidad con los motivos del lector, de educarnos y revolucionarnos, humillarnos, consolarnos, vivificarnos y salvarnos (Hebreos 4:12) como consecuencia de una vulnerabilización a la influencia del Espíritu Santo. 

Con frecuencia, el hombre ha entrado en terrenos que no le corresponden definiendo, de acuerdo a los motivos y gustos humanos y personales, cómo un reavivamiento se debe ver y sentir,  cuando en realidad es la Biblia la que define sus parámetros y límites.  El conocimiento bíblico profundo y personal, que impregna la mente, influye en la interpretación de la realidad y produce convicciones para el cambio, es el tipo de reavivamiento que Dios dijo que espera, muy por encima de las meras emociones y milagros, y que busca reproducir el carácter de Cristo en nuestras vidas. Es el estudio de la Biblia que nos afirma y genera la chispa, a través del conocimiento, para buscar ser transformados de acuerdo a los parámetros revelados por Dios mismo en su Palabra.

Concluyo citando al siguiente pasaje: "y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redarg:uir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra." (2 Timoteo 3:15-17)

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