sábado, 27 de abril de 2013

Dios de todos (Amós)

Unos meses atrás, un amigo me hizo llegar una copia del libro “La vida de Pi".  En una de las escenas, el autor pone a Pi en una situación un tanto compleja.  Pi, que hasta el momento había estado profesando en forma secreta el cristianismo, Islam e hinduismo, se ve en la obligación de aclarar su lealtad siendo exigido a elegir sólo una religión.  Sin embargo, Pi defiende su práctica argumentando que el sólo busca acercarse a Dios y ponerse bajo su dominio.

Platicando con mi amigo sobre esta escena discutíamos sobre las posibilidades reales de practicar más de una religión observando que, aunque estas religiones aceptan la existencia de un ser superior (o más de uno), omnipotente y soberano, hay diferencias fundamentales que imposibilitan la devoción siguiendo los parámetros de una sin infringir los de la otra.  Por eso, ante los ojos de un sector creciente de nuestra sociedad, la religión pierde relevancia considerándosela de invención humana para satisfacer la necesidad interna de trascender.  Aunque se reconozca la existencia de Dios, las formas de entender, definirlo e interpretarlo se reduce a la experiencia individual y personal de cada quién.

Por más lógica que parezca la suposición anterior, el Dios de la Biblia se revela como único Dios verdadero creador de todas las cosas (Amós 4:13).  No sólo eso, sino que además califica de falso y de invención humana a cualquier “rival".

La Biblia asegura que el Dios verdadero revela las formas y condiciones (Amós 3:7,8) que definen la dinámica de su relación con los seres humanos (Amós 4:4-12) lo cual incluye, en forma insistente, la relación o el trato del ser humano con sus semejantes (Amós 1-3).

El registro bíblico es consistentemente puntual: mi relación con mi prójimo no es ajena a mi relación con Dios.  La sinceridad en mi devoción a Dios es media de acuerdo a mi trato hacia los demás.  Mi trato a Dios no es mejor que mi trato a los demás.

Como todo en la vida, en su momento, tenedremos la obligación da hacerle frente a las consecuencias de nuestras acciones, y el trato a los demás forma parte de los argumentos a los cuales tendremos que responder, tanto en esta vida como definitivamente en lo concerniente a la vida eterna.

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