El objetivo de este espacio es compartir reflexiones y estudios personales (doctrinales, teológicos y espirituales) extraídos de la Biblia.
martes, 1 de enero de 2013
Creador del cielo y la tierra
Me ha tocado llegar tarde a casa y, pasando por la cocina para dejar mis llaves, ver sobre la mesa del comedor un delicioso pastel (torta) de chocolate. Mi primer pensamiento y conclusión, sin dedicarle mucho análisis, puede ser resumido en cuatro palabras: "Mi esposa lo hizo". Si quisiera explicar la existencia del pastel (torta) sobre la mesa de la cocina de mi casa sin la intervención de mi esposa, más aún, sin la intervención de un diseño/diseñador inteligente, necesitaría entonces escribir una enciclopedia, adquirir un par de doctorados y la ayuda de unos cuantos millones de años para explicar en términos lógicos la aparición y desarrollo de los elementos que hicieron posible el comienzo, desarrollo y consumación del pastel (torta) como tal.
Al considerar asuntos infinitamente más complejos que un pastel (torta) de chocolate, como lo es el universo y todo lo que contiene, la Biblia utiliza sólo diez palabras (siete en el hebreo original): "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Gn. 1:1). No hay necesidad de mayor argumentación. Es tan obvio... ¿qué es muy difícil ver que "los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos"? (Sal. 19:1). Los siguientes versículos del primero y segundo capítulo de Génesis sólo se concentran en construir sobre la obvia conclusión de que hay alguien (Dios) detrás de la existencia del cosmos.
Richard Dawkins, autor y pensador ateo, abre su libro The God Delusion (El espejismo de Dios), en la sección de dedicatorias, con una cita de Douglas Adams (1952-2001), escritor inglés, que dice: "¿No es suficiente ver que un jardín es hermoso sin tener que creer que hay hadas por debajo también?" Sin embargo, ¿no es más magico, al disfrutar la belleza del jardín Keukenhof, en Holanda, pensar que apareció de la nada y por casualidad, sin intervención inteligente alguna?
Al seguir observando y descubriendo la complejidad de la vida, la intuición, lógica y razón nos indican que debe existir inteligencia en el diseño y origen del cosmos y de la vida. El afán de excluir a Dios de nuestro origen ha llevado al hombre a llegar a conclusiones contrarias a las leyes naturales observadas y experimentadas ignorantes de que la existencia de Dios no está pendiente del reconocimiento humano.
La naturaleza exclama a voz en cuello la existencia de un Dios; la Biblia lo identifica. Es Jesús mismo, Dios con nosotros, el Verbo encarnado, quien con su voz dijo y existió (Sal. 33:9; Jn. 1:3; Col. 1:16), nuestro representante y mediador. Sí, Jesús, el que nació y estuvo físicamente presente entre nosotros, el que murió y resucitó y nos invita a acercarnos confiadamente a su presencia (Heb. 4:16).
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