Aunque pareciera que la ley es una lista de prohibiciones, en realidad es un apuntador de las cosas que pueden privar nuestra libertad, felicidad y vida eterna, por eso Santiago la llama la "ley de la libertad" (Sant. 2.12). La ley no pretende limitar nuestra libertad, sino delimitar lo que podría quitarnos la libertad.
Supongo que te acuerdas de los primeros tres capítulos del libro de Génesis. Dios le dijo a la primera pareja que tenían de todo árbol para comer, pero que se tendrían que abstener de uno (Gn 2.16,17), pero la Serpiente se las ingenió para que nuestros primeros padres se sintieran aprisionados, dándole un sentido negativo a la prohibición de Dios (Gn 3.1). En un momento, Eva se daba cuenta de su libertad, había tanto para comer, tanta variedad de frutas, era libre de disfrutar de cada una de ellas. Sin embargo, al dialogar con la Serpiente, al enfatizársele que no podía comer de un árbol, de repente se sintió aprisionada y dispuesta a sacrificar su libertad por una fruta prohibida... ¿No es esta nuestra experiencia? Si observas bien los Diez Mandamientos, Dios dijo "no adulterarás", suena negativo, prohibitivo, sin embargo, en realidad lo que te está diciendo es que disfrutes de la vida "con la mujer [u hombre] que amas" (Ecl. 9.9). Por eso, Dios se ha tomado el tiempo para apuntar aquellas prácticas, condiciones o hábitos que atentan contra tu felicidad.
A continuación, comparto algunas verdades bíblicas que Dios ha tenido a bien revelarnos con respecto a su Ley:
- Así como las leyes que ponemos en casa definen el carácter del hogar y de sus integrantes, de la misma forma la Ley de Dios define el carácter de Dios, y carácter que espera nosotros desarrollemos (Mt. 5.48).
- La Biblia es clara, en ambos Testamentos, con respecto a la perpetuidad de la Ley de Dios; antes del Sinaí (Job 24.14,15; Gn 26.4,5; 32.2,3, Ex 16.4-30; etc.), como después de la muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo (Sant 2.8-13; 1 Jn 3.14; 5.3, etc.).
- Aunque se ha utilizado como argumento al "nuevo pacto" para reducir la labor de la Ley de Dios, presentándola como obsoleta, ¿por qué habría Dio de querer escribirla en nuestros corazones y mentes? (Heb 8.10; 10.16; Jer 31.33). Es evidente que Dios proyecta su ley hacia la eternidad. No ha sido clavada en la cruz; el nuevo pacto va aún más allá, las pasa de la piedra al corazón, confirmando que su palabra es para siempre (Isa 40.8).
- Podríamos representar a la Ley de Dios como un cerco, no para nosotros, sino al pecado. Es decir, la Ley de Dios no nos limita a nosotros, sino que limita al pecado, tal y como en Génesis 2.16,17. De esta forma, nos ayuda a entender lo que significa amar a Dios y amar a nuestro prójimo (Rom 13.8-10; Gál 5.14; Sant. 2.8; 1 Juan 5.2,3). De no ser así, cada quien tendría su propia definición de lo que significa amar a Dios y amar al prójimo, y ya la historia nos ha demostrado que esa no es buena idea, pues las barbaridades cometidas tanto en el cristianismo como en el paganismo así lo reflejan.
- La Biblia presenta la necesidad de la Ley de Dios para nuestra salvación; no como un fin, sino como un medio para llevarnos a Cristo y ser restituidos (Gal 3.24; Sal 119.69-72). Al vernos ante el carácter de Dios, comprendemos que no podemos hacer nada para salvarnos (Jer 2.22) para entonces acudir a él (Rom 7.15-25) en actitud humilde (Luc 18.9-14).
El tema de la Ley de Dios es un tema constante en toda la Biblia identificándola como eterna y unida al plan de salvación. Define lo que Dios se refiere cuando nos dice que debemos amar a Dios y amar al prójimo, y encasillando lo que es pecado. De esta forma, y nos guía a Jesucristo para que, por medio de su gracia, recibamos su perdón y salvación.
*Esta reflexión responde al tópico bíblico sugerido por la Lección de Escuela Sabática para discutirse el sábado 11 de febrero, 2012.
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