También me encontré con la historia de Heliberto Chi, sentenciado a muerte en noviembre de 2002 por el estado de Texas. En una entrevista Heliberto reflexiona de que todos sabemos que vamos a morir, pero no sabemos cuando. Él sí lo sabe, agosto de 2008.
No sé si te habías percatado, pero también nosotros estamos sentenciados a muerte, así lo asegura Romanos 6.23. Y al meditar en esto y experimentar su realidad, pienso en lo que significó para Juan y Heliberto saber su sentencia. ¿Qué habrá pasado por sus mentes durante esos años de espera? Ambos lucharon por revertir la sentencia, a uno le fue posible, al otro no.
La Biblia nos enseña que todos, y todo lo que hacemos en esta vida tiene trascendencia eterna (Ecl. 12.14) y sujeta a un juicio (Ecl. 12.13,14; 1 Cor. 3.13; 2 Cor. 5.10; Heb. 10.30; Mat. 16.27; Apoc. 20.12; Apoc. 22.12; Mat. 12.36,37; 1 Ped. 4.17; Apoc. 14.6,7). Sin embargo, y así como Romanos 6.23 termina con un mensaje de esperanza, la Biblia en su totalidad se esfuerza por que entendamos que las condiciones para revertir esa sentencia de muerte están dadas (Gen 3.15). Es decir, Dios es claro, hay consecuencias al acto de rebeldía que cometió Adán y Eva en Edén, y del cual ahora todos participamos (Rom. 5.12), a nuestra vida se han añadido conflictos, dificultades, dolor y muerte. Sin embargo, hay esperanza.
La historia del Diluvio presenta una ilustración del juicio y la gracia de Dios al lidiar con nosotros y nuestra condición. En el Diluvio, se pronuncia una sentencia de muerte (Gn. 6.7,13), como consecuencia de la naturaleza del hombre (Gn. 6.5,11). Sin embargo, junto con la sentencia de muerte, Dios provee de una vía de escape (Gen. 6.14; 7.7). A Noé se le deposita la responsabilidad de predicar y concientizar a los habitantes de la tierra de la sentencia y la vía de escape (2 Ped. 2.5). Se proveyó de un tiempo de gracia (Gen. 6.3) el cual a su conclusión, perecen quienes no aprovecharon la vía de escape (Gen. 7.4,21).
Juan 3.17 ayuda en el esclarecimiento de nuestra condición. Jesús no vino a condenarnos, ya estamos condenados, lo cual Satanás se encarga de que no se le olvide a Dios (Apoc. 12.10). Jesús vino a salvarnos (Luc. 19.10), a presentarnos la vía de escape.
Cada vez que la Biblia presenta una advertencia de juicio y condenación, le precede un mensaje de gracia, perdón y salvación. En realidad, Dios está interesado en la destrucción definitiva del pecado. La destrucción del ser humano ocurre cuando se aferra al pecado de tal forma que al ser este último destruido, el ser humano es destruido junto con él. Por eso me gusta la promesa de 1 Juan 2.1 que dice: "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo"
*Esta reflexión responde al tópico bíblico sugerido por la Lección de Escuela Sabática para esta semana.
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