viernes, 20 de enero de 2012

Dios como Redentor

Una de las experiencias más amargas para el ser humano, o por lo menos para mí, es cuando he sido culpado y castigado por algo que no hice.  En su momento, me he defendido y he presentado pruebas con una definida convicción de que ¡lo que se me está haciendo es una injusticia!  En algunas ocasiones logré revertir la opinión y el castigo, en otras no.

¿Te has puesto a pensar que todo el plan de tú salvación gira en que alguien sea culpado y reciba el castigo de algo que no hizo?  La Biblia describe a un Dios que nos crea, nos pierde, y después no escatima esfuerzos para recuperarnos, tomando la culpa y el castigo que a nosotros nos correspondería.  Mira como lo pone la Biblia:

  • Isaías 53 me dice que nuestro sustituto, sin contar con atavíos o apariencia física sobresaliente, cargó con todo lo que nos correspondía: enfermedades, dolores, azotes, heridas, castigo, llaga.  ¿Por qué?  Porque somos rebeldes, pecadores, descarriados.  Isaías 53.6 termina diciendo "cargó sobre él el pecado de todos nosotros".  Y todo esto en silencio a pesar de la injusticia (pues su sangre también alcanzaría a aquellos que lo crucificaban), y voluntariamente.
  • Romanos 5.6-10 resalta en forma definitiva que nuestra salvación responda a la iniciativa única y exclusiva de Dios.  Se encarga de que entendamos que nosotros no pedimos la salvación, es más, ¡ni la queríamos!  Pues siendo aún débiles, pecadores y enemigos (vv6,8,10), Cristo murió por nosotros (vv6,8,10).
  • Romanos 1:18 y Génesis 3:15 nos recuerdan que todo este plan de salvación se desarrolla dentro de un contexto de sufrimiento, conflicto y guerra.
  • En Génesis 22.1-19, Dios nos da un ejemplo en términos humanos de lo que Él estaba viviendo en términos Divinos.
  • Habiendo muchas cosas que celebrar y recordar de Jesús, en Lucas 22.19 se nos pide que recordemos su muerte.  Los evangelios relatan en forma breve y sin mucho detalle el nacimiento, resurrección y ascensión de Jesús.  Pero dedican una buena cantidad de espacio y con detalle su sufrimiento y muerte.
  • Por último, y no por falta de textos, sino por falta de espacio, Mateo 27.46 presenta un clamor de Cristo, un clamor que nos correspondía a nosotros.  Jesús exclamó: "Elí, Elí, ¿lama sabactani?" para que ni tú ni yo tengamos que decirlo o exclamarlo.  La maldición del pecado, la separación del hombre de su creador la vivió Cristo; él sí fue desamparado por Dios.  Evidentemente no sabemos lo que significa estar desamparados, y gracias al sacrificio de Cristo no tendremos que experimentarlo.
Los discípulos mostraron estar cegados con sus propias agendas que bloquearon la capacidad de discernir lo que Jesús les quería decir (Marco 10.32-45).  Jesús les habló de sufrimiento, y ellos peleando quén sería el primero.  Jesús les habló de servir, y ellos viendo quién podría mandar a los demás.  Jesús dijo que "el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos".

La muerte de Jesús no fue un acto romántico...  Fue un sacrificio que no debemos empequeñecer con palabras ordinarias.  "Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;  el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;  quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;  quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.  Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas." (1 Pedro 2.21-25).

iach
*Esta reflexión responde al tópico sugerido por la lección de Escuela Sabática

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