jueves, 19 de abril de 2012

Dones espirituales

Un par de años atrás encontré un libro que hacía referencia a Mark Twain quien en una ocasión describía a un hombre que murió y se encontró con San Pedro en las puertas del cielo.  Sabiendo que San Pedro era muy sabio, el hombre hizo una pregunta que le había inquietado toda su vida.  Le dijo, "San Pedro, la historia militar me ha interesado por muchos años.  ¿Quién fue el más grande general de toda la historia?"  San Pedro respondió con prontitud, "Oh, esa es una pregunta sencilla.  Es aquel hombre que está allá."  "Creo que te equivocas," respondió el hombre un tanto perplejo, "yo conocí a ese hombre en la tierra y era un simple trabajador."  "Estás en lo correcto amigo mío," le aseguró San Pedro.  "El habría sido el más grande general de todos los tiempos, si hubiese sido un general."

Esta narración ilustra nuestra realidad cuando no hacemos lo que fuimos diseñados para hacer.  La sociedad nos ha confundido con declaraciones tales como: "tu puedes hacer lo que quieras, sólo debes poner el suficiente esfuerzo en ello."  Aunque podríamos discutir que esta declaración tiene algo de verdad, la realidad es que la declaración ignora un detalle muy importante, no todos fuimos diseñados para hacer lo mismo.  Según 1 Corintios 12, fuimos capacitados con dones específicos que corresponden a necesidades específicas, tanto en la iglesia como en la sociedad.

En el libro Strength Finder 2.0 de Tom Rath encontramos la siguiente declaración: "hemos descubierto que las personas tienen varias veces más potencial para el crecimiento cuando invierten energía en el desarrollo de sus fortalezas en lugar de corregir sus deficiencias."  Qué problema es, entonces, cuando en la iglesia o en la sociedad nos ubicamos en los lugares cuyas demandas no coinciden con nuestras fortalezas, pues a pesar de no desarrollar bien el trabajo o el ministerio, estamos obstruyendo el camino para alguien cuyas fortalezas sí coinciden con las demandas.  Tal vez le permitimos mucho a nuestro ego influir en el desarrollo de nuestro ministerio.

Dios, consiente de esta problemática, insiste en Su Palabra que no quiere que ignoremos este detalle de los dones espirituales (1 Corintios 12:1).  En su sabiduría, Dios nos diseñó diferentes, para fungir como complemento al las fortalezas de otros en una economía de interdependencia (Romanos 12:4; 1 Corintios 12:12; Efesios 4:12,16). Todo esto apuntando a una misión común delegada por el cielo.

El libro El camino a Cristo dice en la página 80: "Los que así se consagran a un esfuerzo desinteresado por el bien ajeno están obrando ciertamente su propia salvación."  Fuimos diseñados y equipados para servir y ministrar a otros (1 Pedro 4:10).  Es en el desarrollo de estos dones orientados para el bien de los demás donde encontramos las condiciones óptimas para que Dios siga obrando en el perfeccionamiento de nuestro carácter dentro de su obra se salvación (Filipenses 1:6; Mateo 5:48).

La Biblia señala al Espíritu Santo como el organizador y ejecutor de la repartición de dones y capacidades dentro del plan maestro de evangelización.  Es evidente, pues, que el Espíritu Santo reparte los dones de acuerdo a las necesidades presentes lo cual permite mejorar la eficiencia en el ministerio que como conjunto desarrollamos.  Todo individuo contribuye a la misión; todo ministerio contribuye a la misión.

Es nuestra responsabilidad bíblica desear el servició a través de la utilización de los dones y capacidades que Dios nos ha delegado.  Es nuestra responsabilidad y privilegio descubrirlos en comunión constante y sincera con el Espíritu Santo.

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