jueves, 8 de marzo de 2012

La promesa de la oración

En términos generales, las decisiones que tomamos, que afectan nuestro comportamiento, generan consecuencias, buenas y malas, que debemos afrontar, las cuales, a su vez, nos llevan a tomar decisiones que afectan nuestro comportamiento, y generan consecuencias, buenas y/o malas, que debemos afrontar, y así sucesivamente.  Lo anterior podría interpretarse como un círculo vicioso, una conducta determinada que desemboca en una consecuencia que, a su vez, motiva una conducta determinada.

En muchos aspectos de la vida, debemos romper con esos círculos viciosos que nos atrapan y nos impiden desarrollarnos y progresar, como tal vez el joven que se acuesta tarde y no se puede levantar temprano, así que se levanta tarde, por lo que se acuesta tarde nuevamente...  Cuando esto sucede, el consejo es "simple", hay que buscar la forma de romper con el círculo vicioso.

En el tema de la oración, en realidad, debemos fortalecer el "círculo vicioso".  Hebreos 11:6 nos dice que "sin fe es imposible agradar a Dios", y más adelante nos asegura de que para acercarnos Dios, debemos de creer de que existe y está en condiciones de recibirnos y escucharnos.  La fe y la oración forman este círculo el cual uno supone la existencia del otro.  Es decir, para orar, debo creer, tener fe, que hay alguien superior a mí, Dios, que me escucha y está interesado en lo que tengo que compartirle; debo de creer lo que la Biblia dice de Él.  A su vez, el acto de la oración fortalece mi fe.  Oro porque tengo fe, y la fe se fortalece porque oro...

En un estudio presentado por el Dr. Michael Gurian en su libro Nurture the nautre se asegura que los análisis cerebro muestran un patrón de flujo de la sangre especial y único en el cerebro cuando el individuo está involucrado en un proceso espiritual y religioso tal como lo es la oración y la meditación.  Es decir, la oración  no sólo tiene efecto sobre la fe, también tiene efectos físicos sobre el ser humano.  Por tal motivo, no nos debiera extrañar encontrar declaraciones en la Biblia tales como: "Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz" (Sal. 55:17).  Tanto la Biblia como la vida misma de Jesús, se enfatiza el aporte vital de la oración en el desempeño exitoso dentro de los planes de Dios del individuo.  Por eso la motivación acentuada de "orar sin cesar" (Mat. 26:41; Luc. 1:1; 1 Tim. 2:8; 1 Tes. 5:17; 1 Ped. 4:7; Col. 4:2; Rom. 12:12).

Aunque generalmente asociamos el éxito con la acción, la Biblia nos enseña que debe de existir un período de pasividad antes de la acción, es decir, antes de llevar acabo algo tan común como las tareas diarias, o algo tan trascendente como el cumplimiento de la misión que Dios ha encomendado a cada individuo, se requiere de un período de pasividad.  La Biblia hace referencia al tiempo que Jesús pasaba en oración antes de enfrentar los desafíos propios del cumplimiento de su misión (Luc. 3:21,22; 9:28,29; 6:12,13).  Siendo que Jesucristo, "Dios con nosotros", requirió de la oración en forma constante, ¡cuánto más nosotros!

Conscientes de que en general no tenemos un claro concepto de lo que es la oración, con bastante frecuencia la utilizamos en forma equivocada (Sant. 4:3).  La oración no es para informar a Dios, él ya sabe lo que hay en nuestro corazón.  La oración es más bien un acto de fe a través del cual Dios obra en nosotros.  Al orar, estoy reconociendo a Dios como mi Dios, y acepto lo que la Biblia dice de él.  Comparto lo que hay en mi corazón, pues al hacerlo fortalezco mi fe en él, la cual le permita obrar en mí.  Podría definir a la oración como el acto de auto evaluación bajo la influencia del Espíritu Santo.  Al descubrir mi necesidad, "bajo la guardia" y venerablemente me acerco a Dios en acto de humildad y sumisión.

El llamado de Dios, a través de la Biblia, es claro: tenemos a nuestro alcance un medio diseñado por Dios que afecta tanto en nuestro espíritu como en nuestro físico, un medio cuyo propósito nos permite desarrollar la fe, la cual nos pone en condiciones de recibir a Dios, aceptarle como nuestro Dios personal y lo cual le permite entrar a nuestras vidas y continuar con su obra de perfección la cual completará el día de su venida (Fil. 1:6).

1 comentario:

Bebo dijo...

Siga escribiendo pastor, le leemos todas sus reflexiones... Desde la India... Saludes...