viernes, 28 de abril de 2017

Vivir como Dios - 1 Pedro 3:8-12

No recuerdo exactamente dónde lo escuché por primera vez, si en el radio o en una tienda, pero el título de la canción es, "Fix my eyes", que tal vez podríamos traducirlo como, Fijaría mis ojos.  Como el título del canto lo indica, la frase que se repite una y otra vez es: "Fijaría mis ojos en ti," sin embargo, es otra parte de la letra que quisiera citar para efectos de ésta reflexión, parte que se encuentra en una sección del canto que utiliza una tonada como de niños jugando que queda en frases como: "ya te ganamos," o, "yo quiero dulces" (espero haber ayudado a que identifiques la tonada).  Me llamó tanto la atención que llegando a casa busqué la letra del canto para saber qué decía.  En la canción, el autor se pregunta qué haría diferente si pudiera regresar el tiempo, a lo cual contesta (traducción):

Amaría sin miedo
Daría cuando no es justo
Viviría para otro
Tomaría tiempo para un hermano
Lucharía por los débiles
Abogaría por la libertad
Encontraría fe en la batalla
Me mantendría en pie.
Pero por sobre todo,
fijaría los ojos en ti, en ti.

La frase que capturó mi atención, y todavía lo hace, es: "daría cuando no es justo."  Jesús mismo hace referencia a este tipo de conducta cuando dice: "No resistan al que es malo, sino que a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, preséntale también la otra; al que quiera provocarte a pleito para quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.  Al que te pida, dale, y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y oren por quienes los persiguen” (Mateo 5:39-42,44).

No es muy difícil dar, ayudar, amar cuando es justo, cuando la otra persona “lo merece."  ¿Cuántas veces no hemos intercedido por alguien, nuevamente, porque sentimos que lo merece?  ¡Pero ayudar a alguien que no lo merece!

A principio de semana leí la siguiente cita del apóstol Pedro: "Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos están atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está en contra de los que hacen el mal" (1 Pedro 3:12).  Mi primera reacción fue: "¡Ajá!", porque cuando leemos éste tipo de versículos, el justo siempre soy yo, y ya tenemos definida la lista de "los que hacen el mal," y el rostro de Dios está contra ellos.  Hace sentido, y es bíblico.  Merecen el desprecio de Dios, y el mío también, obviamente.

Al siguiente día, sin embargo, leí el contexto dónde se encontraba el versículo recién citado.  Los versículos previos dicen: "En fin, únanse todos en un mismo sentir; sean compasivos, misericordiosos y amigables; ámense fraternalmente y no devuelvan mal por mal, ni maldición por maldición. Al contrario, bendigan, pues ustedes fueron llamados para recibir bendición" (1 Pedro 3:8-9).

¿Por qué se nos habría de requerir ser compasivos, misericordiosos, amigables con quienes buscan nuestro mal y aún nos maldicen?  ¡No lo merecen!  ¿Por qué hacer el bien a los que nos odian, y orar por quienes nos persiguen?  ¡Es injusto!  ¿Dónde está entonces la lógica de que a los buenos les va bien y a los malos mal?

Obviamente ésta no es la primera vez que pienso al respecto, como tampoco lo es para ti, supongo.  Pero como ésta orden es tan contraria a nuestra naturaleza, siempre nos lleva a reflexionar y evaluarnos a la luz de las Escrituras, y a la luz de la vida de Jesucristo.

Tratando de resolverlo, cuando se nos hacen las recomendaciones o mandatos citados en ésta reflexión, el enfoque no es lo malo que hacen los demás o lo despreciables que puedan ser.  Nuestra naturaleza egoísta y rebelde nos lleva a concentrarnos en ellos y llegar a la conclusión de que ellos no merecen nuestras atenciones y que es injusto lo que se nos pide.  Sin embargo, el enfoque del mandato somos nosotros, Dios no está hablando de la salvación de los malos, sino de nuestra salvación, de nuestra asimilación en la cultura del cielo.  Podemos estar tan concentrados en el castigo que merecen los demás, que podemos descuidar nuestra propia salvación, como cuando los hijos confrontan a los padres porque no castigaron al hermano o hermana de forma más agresiva, como lo merece.  Yo he tenido que utilizar las mimas palabras que mis padres me dijeron a mi: “no te preocupes por tus hermanos, preocúpate por ti…”

Dios, que sigue trabajando realizando en nosotros “la buena obra” (Filipenses1:6), la quiere seguir perfeccionando hasta culminarla en la segunda venida de Jesucristo.  Por eso, como parte de nuestra educación, de nuestra preparación, del plan de estudios, Dios define el estándar de conducta, incluyendo situaciones extremas, cuando somos objeto del odio de otros.  Si la cultura del cielo es amor, “porque Dios es amor” (1 Juan 4:8), entonces nuestro estándar de conducta es el amor, aún cuando quien es el receptor de éste no lo merece.  ¿No hace lo mismo Dios cuando “hace llover sobre justos e injustos”? (Mateo 5:45).  Jesús continúa diciendo en el tan famoso Sermón del Monte: “Porque si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa tendrán? ¿Acaso no hacen lo mismo los cobradores de impuestos?  Y si ustedes saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de más? ¿Acaso no hacen lo mismo los paganos?” (Mateo 5:46-47).  Y termina diciendo: “sean ustedes perfectos, como su Padre que está en los cielos es perfecto” (v48).

El enfoque del amor a los enemigos, no son los enemigos, sino la asimilación de la cultura del cielo, como cuando Jesús mientras se burlaban, lo maltrataban y crucificaban: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”

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