viernes, 29 de julio de 2016

Jesús llega a la comunidad – Semana 5

Cuando hablamos del ministerio de Jesús, creo yo, obviamos u olvidamos un detalle.  En Mateo 4:23 encontramos la siguiente declaración: “Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.”  Hay tres verbos en éste texto que explican la dinámica del ministerio de Jesucristo cuando estuvo en la tierra: enseñar, predicar y sanar.  Cada uno de éstos verbos tiene una función complementaria a los otros dos, pues atiende las necesidades físicas (sanar), instruye y educa (enseñar) y motiva (predicar).  Sin embargo, y con toda la importancia que conllevan éstos tres verbos, su impacto penden de un cuarto verbo; recorrer.

Jesús no ejerce su ministerio en forma pasiva, sino que activamente se expone como persona para entonces exponer su ministerio, yendo a sus poblaciones, y entrando “en las sinagogas de ellos.”  Además, el ministerio no es unidimensional, donde sólo se presenta una esperanza a suceder en el futuro, pues aparte de anunciar esta verdad, el ministerio de Jesucristo también atendió las necesidades de ahora.  En su presentación oficial en la sinagoga de Nazaret, Jesús indicó que su misión era “anunciar buenas nuevas a los pobres”, y continúa explicando, “me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).

Obviamente, como seguidores de Jesús, más bien, como una extensión del ministerio de Jesucristo, pues él mismo indicó “Toda autoridad me ha sido dada… id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos… y enseñándoles”, somos ahora responsable y privilegiados de continuar con la misión de Jesucristo, haciendo uso de su estrategia, pues “sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía a sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: ‘Seguidme.’” {MC 102}

No podemos pretender continuar con el cumplimiento de la misión encargada por Jesucristo ajenos a las necesidades de quienes nos rodean.  Al resumir Jesús el mensaje de la ley y los profetas dice: “Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo” (Lucas 10.27).  El amor a Dios no es un ejercicio filosófico o mental, sino un estilo de vida que objetivamente interactúa con los demás para elevar su existencia.  Jesús se refirió a nosotros como protagonistas en la sociedad comparándonos con la “sal de la tierra” y la “luz del mundo” (Mateo 5:13-14).  Es claro que nuestra presencia deberá ser notoria, responsablemente atendiendo aquellas necesidades inmediatas que pueden interponerse al deseo de satisfacer necesidades de mayor trascendencia.  Recuerda cómo Esaú perdió una bendición mayor con tal de satisfacer una necesidad inmediata (Génesis 25:32).


¿Qué es lo que ofrecemos a la sociedad, como iglesia, como movimiento y como individuos?  Obvio que tenemos el privilegio de anunciar el perdón y vida eterna que tenemos en Jesucristo, compartir la información que Dios nos ha revelado en las profecías, y llamar a la sociedad a arrepentirse y bautizarse, pero no es todo.  Tenemos también la responsabilidad de atender las necesidades de hoy, para que entonces haya interés en las necesidades de mañana, pues el anuncio del reino de los cielos, que “se ha acercado,” también vela por el bienestar del ser humano hoy, pues se nos manda a sanar, ¡resucitar!, limpiar e inclusive, echar fuera demonios (Mateo 10:7-8).

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