viernes, 2 de octubre de 2015

El llamado a Jeremías

Sin violar su libertad de elección, Dios le indica a Jeremías: “Antes de que yo te formara en el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante las naciones como mi profeta” (Jeremías 1.5).  Obviamente Jeremías tiene la opción de rechazar la invitación divina, pero lo que es un hecho es de que al momento de nacer, todos nacemos con un set de herramientas que nos permite así cumplir con nuestra función en la sociedad y dentro del plan de Dios, nuestra misión.  Pablo enfatiza ésta realidad cuando escribe a la iglesia en Corinto asegurando que “la manifestación del Espíritu le es dada a cada uno para provecho” quien “reparte a cada uno en particular, según su voluntad”(1 Corintios 12:7,11).  Jesús lo ilustró con la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30) donde se aclara que quien da los talentos y la cantidad de éstos es Dios, y que la función del ser humano es administrarlas con el objetivo de incrementarlas.  No se requieren muchos argumentos para reconocer que no todos tenemos las mismas habilidades, y que éstas no se consiguen en una tienda.  Reconocer las herramientas particulares con las que Dios nos equipó, tales como habilidades, tendencias, personalidad, capacidades, es de vital importancia para desarrollarnos en forma eficiente, plena y satisfactoria.

En el caso de Jeremías en particular, el set de herramientas, la preparación y el llamado era el de cumplir la función de profeta, es decir, un portavoz, quien recibe instrucciones directamente de Dios para luego compartirlas y propagarlas con las personas indicadas.  Obviamente no siempre esos mensajes fueron bien recibidos, y quienes portan mensajes que incomodan a los oyentes pueden ser objeto de rechazo, crítica e inclusive, persecución.  Con todo esto, el mensaje de los profetas en la Biblia fue bastante consistente donde se enfatizaba la condición real del pueblo, de los oyentes para poderlos orientar en dirección a la solución.  Como cuando uno está en un centro comercial, un mall, un shopping, y desea ir a una tienda en particular.  Generalmente los centros comerciales tienen un mapa que indica dónde está cada tienda, y una flecha, estrella o círculo con la leyenda: “Usted está aquí”.  De ésta forma, sabiendo dónde está uno, puede identificar la dirección hacia dónde se deberá caminar, y si tendrá dar vuelta en alguna esquina o no.  Las Escrituras, que contienen las indicaciones que Dios dio a los profetas de antaño, desde Moisés, pasando por Jeremías, hasta Juan, nos indica dónde estamos, y hacia dónde debemos ir.

Cuando leemos la interacción divina con Jeremías al comienzo de su libro, encontramos que el profeta es una persona real y no una leyenda, o un personaje ficticio dentro de una historieta, o una alegoría que deberá interpretarse como simplemente un símbolo.  Se lo identifica como “hijo de Hilcías”, y dentro del marco de tiempo de los reyes Josías, Joacim y Sedequías (Jeremías 1:1-3).  En su llamado, que Jeremías puede citar textual, y que podemos leer en el versículo cinco, encontramos que, para el cumplimiento de una misión en específico, Dios es el que llama, pero también el que equipa y dirige.  Dios le asegura a Jeremías que él lo conoció, santificó y lo elige profeta ¡antes de que naciera!  ¿No revela esto la dinámica que nos permite valorar nuestro lugar en cualquier esfera de desarrollo?  Dentro de las diferentes voces que nos dan su opinión ye valuación de quienes somos, es de vital importancia identificar la voz de Dios.

No es difícil entender las razones que hacen sentir a Jeremías como inadecuado para cumplir con la misión que se le entrega.  Abrumado con el peso del llamado argumenta: “no sé hablar, porque soy niño” (Jeremías 1:6).  Isaías se dijo ser “hombre inmundo de labios” (Isaías 6:5).  Moisés presentó argumentos en contra de su nominación como libertador de Israel en cinco ocasiones (Éxodo 3:11-4:17), hasta que Dios en tono de enfado insiste: “yo estaré con tu boca… os enseñaré lo que hayáis de hacer” (v15).  En el caso de Josué, sucesor de Moisés, ante su nerviosismo por la responsabilidad que se le viene, Dios promete: “no te dejaré, ni te desampararé… Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:5y9).  A cambio, Dios le pide dos cosas, y se las hace saber en cuatro diferentes ocasiones: “Esfuérzate y sé valiente” (Josué 1:6,7,9,18).  Dios está consciente de los sentimientos del ser humano de no estar a la altura de la tarea o responsabilidad, y sin embargo, es allí cuando estamos en mejores condiciones de ejecutarla.  Moisés cuando quiso, Dios no quiso, y cuando éste ya no quería, es cuando Dios lo utiliza.  Pues como dijo Pablo, “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9).


Obviamente, no se trata de nosotros.  Es importante reconocer a quién representamos, y para quién trabajamos.  Jeremías no tiene la responsabilidad de ser Dios, sino de ser su voz, lo cual le traerá conflictos y persecución.  Justamente aquellos que Dios quiere salvar, son aquellos que “pelearán” en contra de Jeremías (Jeremías 1:19).  Es en el primer capítulo de Jeremías donde el profeta recibe sus primeros dos mensajes: Dios cumplirá su palabra, y vienen días obscuros para Judá.

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