Sin violar su
libertad de elección, Dios le indica a Jeremías: “Antes de que yo te formara en
el vientre, te conocí. Antes de que nacieras, te santifiqué y te presenté ante
las naciones como mi profeta” (Jeremías 1.5).
Obviamente Jeremías tiene la opción de rechazar la invitación divina, pero lo que es un hecho es de que al momento de nacer, todos nacemos con un set de herramientas que nos permite así
cumplir con nuestra función en la sociedad y dentro del plan de Dios, nuestra misión. Pablo enfatiza ésta realidad cuando escribe a
la iglesia en Corinto asegurando que “la manifestación del Espíritu le es dada
a cada uno para provecho” quien “reparte a cada uno en particular, según su
voluntad”(1 Corintios 12:7,11). Jesús lo
ilustró con la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30) donde se aclara que
quien da los talentos y la cantidad de éstos es Dios, y que la función del ser
humano es administrarlas con el objetivo de incrementarlas. No se requieren muchos argumentos para
reconocer que no todos tenemos las mismas habilidades, y que éstas no se
consiguen en una tienda. Reconocer las
herramientas particulares con las que Dios nos equipó, tales como habilidades,
tendencias, personalidad, capacidades, es de vital importancia para desarrollarnos
en forma eficiente, plena y satisfactoria.
En el caso
de Jeremías en particular, el set de herramientas, la preparación y el llamado
era el de cumplir la función de profeta, es decir, un portavoz, quien recibe instrucciones directamente de
Dios para luego compartirlas y propagarlas con las personas indicadas. Obviamente no siempre esos mensajes fueron
bien recibidos, y quienes portan mensajes que incomodan a los oyentes pueden
ser objeto de rechazo, crítica e inclusive, persecución. Con todo esto, el mensaje de los profetas en
la Biblia fue bastante consistente donde se enfatizaba la condición real del
pueblo, de los oyentes para poderlos orientar en dirección a la solución. Como cuando uno está en un centro comercial,
un mall, un shopping, y desea ir a una tienda en particular. Generalmente los centros comerciales tienen
un mapa que indica dónde está cada tienda, y una flecha, estrella o círculo con
la leyenda: “Usted está aquí”. De ésta
forma, sabiendo dónde está uno, puede identificar la dirección hacia dónde se
deberá caminar, y si tendrá dar vuelta en alguna esquina o no. Las
Escrituras, que contienen las indicaciones que Dios dio a los profetas de
antaño, desde Moisés, pasando por Jeremías, hasta Juan, nos indica dónde
estamos, y hacia dónde debemos ir.
Cuando
leemos la interacción divina con Jeremías al comienzo de su libro, encontramos
que el profeta es una persona real y no una leyenda, o un personaje ficticio
dentro de una historieta, o una alegoría que deberá interpretarse como
simplemente un símbolo. Se lo identifica
como “hijo de Hilcías”, y dentro del marco de tiempo de los reyes Josías,
Joacim y Sedequías (Jeremías 1:1-3). En
su llamado, que Jeremías puede citar textual, y que podemos leer en el
versículo cinco, encontramos que, para el cumplimiento de una misión en
específico, Dios es el que llama, pero también el que equipa y dirige. Dios le asegura a Jeremías que él lo conoció,
santificó y lo elige profeta ¡antes
de que naciera! ¿No revela esto la
dinámica que nos permite valorar nuestro lugar en cualquier esfera de desarrollo? Dentro de las diferentes voces que nos dan su
opinión ye valuación de quienes somos, es de vital importancia identificar la
voz de Dios.
No es
difícil entender las razones que hacen sentir a Jeremías como inadecuado para
cumplir con la misión que se le entrega.
Abrumado con el peso del llamado argumenta: “no sé hablar, porque soy
niño” (Jeremías 1:6). Isaías se dijo ser
“hombre inmundo de labios” (Isaías 6:5). Moisés presentó argumentos en contra de su
nominación como libertador de Israel en cinco ocasiones (Éxodo 3:11-4:17),
hasta que Dios en tono de enfado insiste: “yo estaré con tu boca… os enseñaré
lo que hayáis de hacer” (v15). En el
caso de Josué, sucesor de Moisés, ante su nerviosismo por la responsabilidad
que se le viene, Dios promete: “no te dejaré, ni te desampararé… Jehová tu Dios
estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:5y9). A cambio, Dios le pide dos cosas, y se las
hace saber en cuatro diferentes ocasiones: “Esfuérzate y sé valiente” (Josué
1:6,7,9,18). Dios está consciente de los sentimientos del ser humano de no estar a
la altura de la tarea o responsabilidad, y sin embargo, es allí cuando estamos
en mejores condiciones de ejecutarla.
Moisés cuando quiso, Dios no quiso, y cuando éste ya no quería, es
cuando Dios lo utiliza. Pues como dijo
Pablo, “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9).
Obviamente,
no se trata de nosotros. Es importante reconocer
a quién representamos, y para quién trabajamos.
Jeremías no tiene la responsabilidad de ser Dios, sino de ser su voz, lo
cual le traerá conflictos y persecución.
Justamente aquellos que Dios quiere salvar, son aquellos que “pelearán”
en contra de Jeremías (Jeremías 1:19). Es
en el primer capítulo de Jeremías donde el profeta recibe sus primeros dos
mensajes: Dios cumplirá su palabra, y vienen días obscuros para Judá.
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