Durante
ésta semana se despidió de la televisión uno de los íconos del entretenimiento,
David Letterman. Como es de suponer,
varias celebridades se dieron a la tarea de reconocer su impacto a través de
diferentes medios, de los cuales algunos tuvieron la oportunidad de despedirse
en su programa, “The Late Show”. En un
momento de ocio, me encontré con uno de esos reconocimientos en YouTube hecho
por Ray Romano, creador de la comedia “Everybody Loves Raymond”, quien contó cómo
había cambiado si vida haber participado en el programa de David
Letterman. “Fue en ése lugar” apuntando
a donde había estado parado varios años atrás presentando su material, “que
cambió mi vida”.
Día a día,
nuestras vidas son impactadas por diferentes individuos. Estoy seguro que en muchos de tus logros hay
personas que tuvieron mucho que ve, ya sea que hayan compartido algún consejo,
que hayan provisto de alguna oportunidad, o tal vez que te hayan apoyado
emocionalmente. Sin embargo, aún allí,
seguimos hablando a muy corto plazo, el lapso de nuestra vida. Jesús, por otro lado, asegura: “yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
La dinámica
que hace posible esa vida en abundancia es presentada por la Biblia como un
esfuerzo de Dios quien busca al ser humano, y no el ser humano a Dios (Juan
15:16). Romanos 5:6,8 y 10 indican que “cuando
aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos… Mas Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros… Porque si siendo enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo…” Fuera del cristianismo, las diferentes
religiones prescriben los caminos para que el hombre se acerque a Dios. Jesucristo, sin embargo, nos advierte que el
hombre no tiene capacidad para ello, por lo que Dios ha tomado la iniciativa (Juan 3:16), viniendo “a buscar y a
salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
La misión de Jesucristo es clara, y la condición del hombre también.
En su
esfuerzo por describir su misión, Jesús contó tres parábolas en el capítulo 15
de Lucas, en respuesta a los constantes cuestionamientos por recibir a los
pecadores, y comer con ellos (Lucas 15:2).
Allí, Jesús relata la experiencia de un pastor de ovejas que está
dispuesto a dejar noventa y nueve de ellas por buscar la única que estaba
perdida. También el gozo de una mujer que
encuentre una moneda que había perdido.
En ambos relatos, el énfasis no
está en lo que se tiene, sino en lo que se ha perdido, aunque. ¿Vale la pena dejar noventa y nueve ovejas
para buscar una? ¿Vale la pena afanarse
por encontrar una moneda perdida cuando aún se tienen nueve? En la lógica divina, sí. Y para contrariedad de los fariseos y
escribas que murmuraban, el énfasis está en el rescate de los individuos
extraviados, y no en la premiación de los que, suponen, se portan bien. Y siempre el relato termina con un gozo
personal tan grande, que es necesario compartirlo.
La tercera
parábola añade algunos detalles más a explicación de Jesucristo se su
misión. En ésta parábola, se presenta la
experiencia de un padre mal comprendido, tanto por el hijo que se revela abiertamente,
pues no puede soportar más las restricciones de su padre, como por el hijo que
se queda, sin comprender plenamente sus privilegios. Al final, quien deseaba libertad apartado de
su padre, llega a preferir la servidumbre en casa de su padre, mientras que el
que se ha sido fiel y se ha quedado en casa, encuentra muy injusto el amor del
padre.
Jesús hace
uso de una historieta que circulaba en sus días para revelar las fronteras de
su misión. Lástima que hoy muchos se
enfocan en la parte de la historia ajena a la enseñanza que Jesús desea
presentar. No es la inmortalidad del
alma el centro de la historia, “los muertos nada saben (Eclesiastés 9:5, cf. Génesis
2:7 y Eclesiastés 12:7; 1 Tesalonicenses 4:15-16; Juan 11:11-14; Hebreos 9:27). El punto es que las manifestaciones
sobrenaturales no producen convicciones con resultados permanentes. Son las
Escrituras que contienen los lineamientos y argumentos para llevarnos a tomar
decisiones significativas que permiten exponernos a la salvación (Lucas
1627-31). La misión de Jesucristo es
suficientemente descrita y explicada para que cada uno de nosotros se acerque
confiadamente al trono de la gracia (Hebreos 4:16).
La
interacción de Jesucristo con el ser humano, en el cumplimiento de su misión,
bien podría representarse en la experiencia del ciego Bartimeo, y el publicano Zaqueo (Lucas 18:35-19:10). Ambas historias muestra un patrón: 1) La
salvación está por sobre cualquier condición o estatus socioeconómico, 2) ambos
personajes se acepta su necesidad, 3) ambos personajes afrontan impedimentos
para ver a Jesús, 4) ambos encuentran que su búsqueda su búsqueda de Jesús no
es bien recibida socialmente, 5) Jesús a veces se invita, otras, espera que lo
invitemos, 6) la sociedad estorba o condena la dinámica, 7) la fe es el activo
que permite la transformación física y moral.
"Si
queréis saber su valor, id al Getsemaní y allí velad con Cristo durante esas
horas de angustia, cuando su sudor era como grandes gotas de sangre. Mirad al
Salvador pendiente de la cruz. [...] Podréis estimar el valor de un alma al pie
de la Cruz, recordando que Cristo habría entregado su vida por un solo pecador” (PVGM, pp. 196, 197)
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