Para tener
una conversación saludable en relación al valor y relevancia del sábado hoy,
debemos reconocer su origen y los motivos de su creación. En Génesis 1:1 asegura que “en el principio
creó Dios los cielos y la tierra.” Es el
reconocimiento de nuestro origen que nos permite encontrar nuestro lugar en la
vida y en la sociedad. Por ello, Dios
ejemplificó el uso de éste día apartado
cuando: “bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de
toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2:3). Su observancia no fue truncada al momento de
entrar el pecado a la tierra. Éxodo 16
presenta una evidencia de su observancia antes del Sinaí cuando Dios parece
exclamar en frustración: “¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y
mis leyes?” (v28). Además, el
reconocimiento de nuestro origen y adoración al creador son el parte aguas que determinan
nuestra suerte en el juicio pre advenimiento: “Temed a Dios, y dadle gloria,
porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la
tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apocalipsis 14:7).
Evidentemente,
Jesús no vino a revocar o restarle relevancia al sábado. Antes bien, utilizó su ministerio para
restituir los motivos originales de su observancia. Lucas, más que nadie, podría haber sido el
principal promotor de la abolición de su observancia, después de todo, era un
gentil escribiendo tres décadas después de la muerte, resurrección y ascensión de
Jesucristo. Y sin embargo, Lucas presta
especial atención eventos relevantes del ministerio de Jesucristo sucedidos en
sábado. Su primera referencia la
encontramos en Lucas 4:16-30. Allí,
Jesús entra a la iglesia (sinagoga) en sábado y lee: “El Espíritu del Señor
está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me
ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los
cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar
el año agradable del Señor.” Es justo en
un día sábado, en la iglesia, donde Jesucristo presenta la plataforma de su ministerio:
dar buenas nuevas, sanar, pregonar libertad, dar vista, poner en libertad y
predicar. El sábado abre, entonces, el espacio para hacer aún más palpable la
promesa de restitución al ser humano.
La relación
sábado-iglesia es también citada en el caso de un hombre con espíritu inmundo
registrado en Lucas 4:31-37. La cita
encontrada en el libro Hechos de los apóstoles, página 11, arroja luz a esta
dinámica: “Por débil e imperfecta que parezca, la iglesia es el objeto al cual
Dios dedica en un sentido especial su suprema consideración. Es el escenario de su gracia, en el cual se
deleita en revelar su poder para transformar los corazones” {HAp 11.1}.
Hoy,
supongo, sigue siendo igual. Por siglos
los responsables de la vida religiosa del pueblo judío trataron, quiero pensar
que por buenos motivos, de entender la frase “no hagas en él obra alguna”
(Éxodo 20:10). Evidentemente, la
observancia del sábado comenzó a centrarse más en lo que no se debía hacer que
en lo que se debía hacer. Prohibiciones
tales como el caminar cierta cantidad de pasos, no cargar más de cierto peso,
no hacer mezclas y demás, sustituyeron las razones que Dios implantó para ese
día. Lucas hace referencia a conflictos
entre Jesús y especialmente los fariseos y doctores de la ley, como en el caso
donde los discípulos recogieron espigas en sábado, o los casos de actos de
curación en ese día (Lucas 6:1-11 y 13:10-16).
De ser una delicia (Isaías 58:13-14), se convirtió en una carga. Pero al revisar el cuarto mandamiento, uno
encuentra una dinámica distinta.
Comienza diciendo: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo”
(Éxodo 20:8). Ese es el motivo de la
observancia de sábado, santificarlo. Esa
santificación se logra en la adoración a Dios (v10) y el servicio al prójimo,
como Jesús lo explicó diciendo: “es lícito hacer el bien en los días de reposo”
(Mateo 12:12). Si prestamos atención,
encontramos que el énfasis del
mandamiento está en lo que hay que hacer el sábado, y no en lo que no hay que
hacer. Obviamente, para hacer unas
cosas debemos dejar de hacer otras, pero el énfasis está en las oportunidades
que ofrece el sábado, más allá de las prohibiciones. Este día nos libera de los compromisos de supervivencia
para operar en términos de trascendencia.
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