jueves, 29 de marzo de 2012

La promesa de su retorno

Aún recuerdo la ansiedad que sentía cuando de pequeño viajaba junto con mis hermanos y mis padres a ver a la familia en nuestras vacaciones de navidad.  Entendíamos que estábamos a minutos de llegar, tal vez 20 ó 30 minutos, y sin embargo, a cada instante, y con un cantadito especial preguntábamos los tres a coro: "¿Cuántos minutos faltan?", a lo que mi padre respondía con voz fanfarria: "¡Diecinueve minutos!", pues hacía un minuto que habíamos preguntado...

Al ver la complejidad de la realidad social, económica, política y cultural que nos rodea, ¿no sentimos la necesidad de, con los ojos al cielo, preguntar, "cuántos minutos faltan"?   Pedro pareciera haber experimentado lo mismo cuando escribió inspirado por el Espíritu Santo: "Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación" (2 Pedro 3:3,4), a lo que no tarda en responder: "Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.  El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:8,9).

La fuerza que mueve a este movimiento adventista descansa en la promesa: "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra" (Apocalipsis 22:12), hecha por Jesús en su despedida del apóstol Juan después de haberle revelado lo que hoy conocemos por el libro de Apocalipsis. Ante tal declaración, el apóstol Juan no puede contenerse e irrumpe: "Amén; sí, ven, Señor Jesús" (Apocalipsis 22:20).  Pero, ¿cuántos minutos faltan?

Si observamos bien, Dios, a través de la Biblia, es abundante en generar esta creciente expectativa: "vendré otra vez", dice en Juan 14.1-3, "para que donde yo estoy, vosotros también estéis".  Según la Biblia, la segunda venida de Cristo hace efectivo en forma definitiva su sacrificio en la cruz, en su deseo de "buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10).  Con una evidente emoción e ilusión, Dios anuncia la última fase de su rescate.  No demuestra menos compromiso que en la creación o en la cruz, ¿por qué, entonces, habríamos de dudar de su promesa?  Si se tomó el tiempo de morir por nosotros, ¿por qué habría de dejar su obra a medias?  Sería como ahorrar y por fin comprar un carro sólo para dejarlo en la agencia.

El capítulo 11 de Hebreos presenta un detalle intrigante dentro del contexto de la promesa de la segunda venida de Cristo y la espera.  Asegura, dos veces, que "estos", refiriéndose la los personajes mencionados, murieron en la fe sin haber recibido lo prometido (vv13 y 39)...  Lo que rescatamos de este pasaje, aplicable a nuestra condición de expectantes, no es una explicación lógica de la tardanza del cumplimiento de la promesa, aunque el v40 presenta una explicación aunada a la de 2 Pedro 3:8,9.  Lo que resalta de estos pasajes es la actitud de quienes no recibieron la promesa, sino que "mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.  Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.  Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad" (Hebreos 11:13-16).

¿Cuántos minutos faltan?  No sé...  Pero si sé que Cristo es fiel a sus promesas.  Regresará por nosotros, en forma física y visible.  La magnificencia de su gloria trastornará los elementos de la tierra y el cosmos, los muertos en Cristo resucitarán primero, luego nosotros seremos seremos arrebatados para vivir por siempre con nuestro Señor (1 Tesalonicenses 4:16,17).  Mientras esto sucede, nos toca cumplir con nuestra responsabilidad dentro de la misión delegada por Dios (Mateo 24:45-51), alentándonos, unos a otros, con la segura promesa de su pronta venida (1 Tesalonicenses 4:18).

*Reflexión basada en el tópico bíblico de a Lección de Escuela Sabática.

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Una pequeña nota: Agradezco a quienes entran a este espacio y comparten estas reflexiones.  Se me hizo la observación de tratar algunos otros tópicos, ya sea doctrinales o espirituales.  Al momento un servidor se ha guiado por los temas sugeridos por la Lección de Escuela Sabática.  Si hay interés en un tema diferente, por favor, haga su sugerencia y con gusto lo atenderé.

Bendiciones,

iach

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