con mi biblia abierta
El objetivo de este espacio es compartir reflexiones y estudios personales (doctrinales, teológicos y espirituales) extraídos de la Biblia.
domingo, 12 de julio de 2020
jueves, 2 de noviembre de 2017
La investigación
La desobediencia de nuestros primeros padres
desencadena y nos hereda una serie de consecuencias siendo una de ellas la
entrega de nuestra voluntad (1 Juan 3:8; Juan 8:44) y nuestra capacidad de discernimiento
(Gén. 6:5; Jon. 4:11) al enemigo de Dios.
Desde entonces, nuestros pensamientos e ideas son imprecisas y partidarias
generando lógicas, actitudes y comportamientos que comprometen y pervierten nuestra
libertad e integridad (Mat. 15:3; Gén. 11:4).
Por eso Dios, en su Palabra, insiste en la importancia de que el ser
humano se disponga a una dinámica de búsqueda, investigación y experimentación que
lo lleve a un conocimiento personal de la verdad (Juan 8:32; White, 1946) y lo
proyecte de una vida de mera supervivencia a una vida de trascendencia (Salmo
119:105; Juan 3:16). Es necesario,
entonces, que nos despojamos de presuposiciones ignorantes que limitan y
obstaculizan un entendimiento apropiado y saludable de Dios (White, 1989) y un
servicio inteligente y eficiente a él y a nuestros semejantes (White, 1971). Jesucristo dijo que él había venido no sólo
para que tuviésemos vida, sino para que la tuviésemos en abundancia (Juan
10:10).
Aunque se pueden tener razone egoístas, la
investigación que proponen las Escrituras es siempre con la intención de amar a
Dios y al prójimo con todo lo que esto conlleve (Prov. 1:7; Mat. 22:37-40). Dándosenos ejemplos de tipos de investigación
(Taylor, 2015), el objetivo de Dios es que nuestras capacidades y conocimientos
sean utilizados siempre para “perfeccionar a los santos para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe. 4:12).
Siendo que los “criterios seculares” para definir
lo que es verdad no garantizan “que algo sea verdad” (Taylor, 2015), Dios
indica: “¡A la ley y al testimonio! Si no dicen conforme a esto, es porque no
les ha amanecido” (Isa. 8:20), poniendo a las Escrituras como un punto sólido
de referencia, y Jesucristo añadiendo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida;
nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6), como la personificación de la
verdad y, a diferencia del razonamiento humano (Canale, 2011), planteándosenos
absolutos: “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo” (Efe. 4:5).
Antes que un limitador, la Biblia nos ofrece un
fundamento apropiado para el aprendizaje, e investigación, de todas las disciplinas (Cafferky, 2017),
pues “como medio de educación intelectual, la Biblia es más eficaz que
cualquier otro libro o que todos los demás libros juntos” (White, 2009: 112). En ningún momento Dios se ha mostrado pasivo
en generar condiciones apropiadas para la investigación (Heb. 1:1-2; White,
1946) y es nuestra responsabilidad y privilegio internarnos en su estudio pues “Dios
no domina nuestras mentes sin nuestro consentimiento” (White, 1955: 233).
Porque el tener los datos correctos no son
garantía de llegar a las conclusiones correctas (Juan 5:39-40), Dios le ofreció
a Josué una especia de fórmula que
sumado a su influencia lo llevaría de la ignorancia y confusión a un
entendimiento claro y un proceder correcto (Jos. 1:8). El primer elemento es traducido por algunas
versiones como: “Estudia este Libro de Instrucción constantemente,” (NLT)
haciendo referencia a la Biblia. A tal
estudio, la indicación añade que el investigador deberá dedicar tiempo a la
meditación y reflexión, para entonces hacer las aplicaciones apropiadas y
necesarias.
Referencias
Cafferky, M. (2017).
Scriptural foundations for academic disciplines: A biblical theme
approach. En The journal of Adventist Education, 1. Recuperado de: https://jae.adventist.org/en/2017.1.4
Canale,
F. (2011). ¿Epistemología bíblica para la investigación
adventista? Una propuesta de trabajo. En
Revista Apuntes Universitarios, 1(1), 119-141. doi:
http://dx.doi.org/10.17162/au.v0i1.10.g265
Taylor, J.
W. (2015, Febrero 6). Fundamento
bíblico para la investigación [Video file].
Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=DlqCqfHB5oc&t=7s
White, E. (1946).
Counsels to writers and editors. Nashville, TN: Southern Publishing
Association.
White,
E. (1955). El
deseado de todas las gentes. Pacific
Press.
White,
E. (1971). Consejo
para los maestros. Pacific Press.
White,
E. (1989). Consejos
sobre la salud. APIA.
White,
E. (2009). La
educación. APIA.
viernes, 13 de octubre de 2017
La naturaleza humana
De acuerdo a sus pretensiones, la educación
adventista sugiere una dinámica de mayor ambición que cualquier otra definición
o corriente filosófica. Mientras el
énfasis de algunos es la disciplina, otros se enfocan en el corazón, el pensamiento independiente,
los valores, competencias, el conocimiento, la sociedad, la economía entre
muchas otras opiniones. Sin ignorar los
elementos antes presentados, la educación adventista promete no solo preparar
al individuo para desarrollar una vida de servicio desinteresado en favor de
sus iguales sino además lo dispone a optar por el proceso de redención (White,
1971; White, 2009). Sin embargo, y para
que esto sea posible, es necesario primero definir y entender la condición del
educando, su naturaleza, refiriéndonos a sus características prenatales,
disposición interna o tendencias heredadas que comparte todo ser humano.
Aunque hay evidentes destellos que harían pensar
que el núcleo de la naturaleza humana es bueno y sólo hay que generar las
condiciones para su florecimiento, esto debido a su concepción divina (Gén.
1:26-28), son también evidentes los rasgos de auto corrupción y tensión interna
entre autosatisfacción y moralidad mientras se somete, consciente o
inconscientemente, a un proceso de autoevaluación (Rom. 7:14-20; Grigg, 2017, Martin,
2016; cf. Gurevich, 2013).
Siendo que nuestra existencia tiene su origen en
la imagen de Dios, y es sostenida por una constante interacción entre ambos (White,
2007), ha sido el objetivo de Satanás no sólo ser el sustituto en esa
interacción (1 Juan 3:8), sino además borrar por completo tal imagen en la
moral de todo ser humano (White, 2001).
De esta forma, al ceder a las presiones de rebelión, el ser humano se
expuso a pensamientos, prácticas y emociones, sin opción a des experimentarlas, y que lo han llevado a actitudes y prácticas
de autodestrucción (Gén. 3; Rom. 5:15).
Reconociendo las precondiciones con las que
llegamos a la vida, y como un gesto de abandono, David exclama: “En maldad he
sido formado y en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5), condición que se externa en acciones que Pablo denomina
como “obras de la carne” (Gál. 5:19-21), que evidencias una naturaleza con
tendencias completamente ajenas a las normas y leyes que rigen el gobierno de
Dios (1 Juan 3:4; 4:8).
Para revertir la constante degradación del ser
humano, Dios desarrolló un proceso para la devolución
del ser humano a su estado original (Fil. 1:6), interviniendo primero en su
alianza con el Satanás (Gén. 3:5) para entonces desencadenar una serie de
dinámicas que le permiten ingresar sus leyes en las mentes y escribirlas en los
corazones de los seres humanos (Jer. 31:33; Heb. 8:10; 10:16), dinámicas de las
cuales la familia, la iglesia y la escuela son gestoras como agentes de equipamiento,
regeneración y redención (White, 1978, 2009).
Se sugiere, sin embargo, que algunos casos estén
fuera del alcance del proceso de redención ofrecido por Dios a través de sus
agencias (Juan 3:18). Como resultado del
constante rechazo al Espíritu Santo (Mateo 12:31; cf. White, 2007) se produce
una “profundidad de depravación en la naturaleza humana incrédula que nunca
será sanada, porque la verdadera luz ha sido mal interpretada y mal aplicada”
(White, 1981).
Referencias
Grigg, R. (2017). Evolution’s error: how human nature went
awry. Humanist, 77(3), 30-32.
Gurevich, P. (2013).
New versions of the interpretation of human nature. Russian
Studies in Philosophy, 52(2). doi: 10.2753/RSP1061-1967520201
Martin, M. (2016).
Human Nature and Good Lives: Etzioni’s Elisions. Society, 53, 258-263. doi: 10.1007/s12115-016-0009-5
White,
E. (1971). Consejos
para los maestros. Pacific Press.
White,
E. (1978). Hijos e
hijas de Dios. Publicaciones Interamericanas.
White, E. (1981).
Loma Linda messages. Payson, AZ:
Leaves-Of-Autumn Books.
White,
E. (2001). El ministerio
médico. APIA.
White,
E. (2007). El
conflicto de los siglos. APIA.
White,
E. (2009). La
educación. APIA.
domingo, 8 de octubre de 2017
La Biblia
Al dar evidencias de origen e intervención
inteligente, la naturaleza se coloca como “intérprete de las cosas de Dios” (La educación cristiana, 203), aunque, y
por la misteriosa e inexplicable intrusión del pecado (El conflicto de los siglos, 484), su versión del carácter y
atributos divinos es condicionada y ambigua.
En la naturaleza la interdependencia se mezcla con sobrevivencia, y el
altruismo con egoísmo. Observamos leyes de
donde se desprenden lecciones de amor y generosidad, y también leyes donde la
crueldad y la explotación son protagonistas, que justifica el tono del pueblo
judío cuando reclama: “Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su Ley y que
andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Hemos visto que los soberbios son felices, que
los que hacen impiedad no solo prosperan, sino que tientan a Dios, y no les
pasa nada” (Mal. 3:14-15).
Tanto por la imposibilidad de la naturaleza de
presentar una interpretación consistente y apropiada del carácter de Dios, aunado
a la predisposición heredada del ser humano de cuestionarlo (Sal. 51:5; cf.
Gén. 3 y Palabras de vida del Gran
Maestro, 79), Dios, en forma unilateral y por iniciativa propia (Heb. 1:1),
decidió comunicarse con los hombres en tonos más específicos a través de
individuos elegidos por él como portavoces, los profetas (2 Ped. 1:19-21; Amos
3:7), para autodefinirse como Ser en relación a nosotros, definir su carácter y
la cultura de su reino (Mat. 22.37-40).
Así, “el libro de la naturaleza y la Palabra escrita” forman una
asociación de verificación e iluminación mutua (La educación, 115), donde “los escritores de la Biblia hacen uso de
muchas ilustraciones que ofrece la naturaleza,” y observando las cosas del
mundo natural comprendemos “más plenamente, bajo la mano guiadora del Espíritu
Santo, las lecciones de la Palabra de Dios” (La educación, 106). Si en la
investigación al tenerlos como referencia se los “comprende bien, tanto el
libro de la naturaleza como la Palabra escrita nos hacen conocer a Dios al
enseñarnos algo de las leyes sabias y benéficas por medio de las cuales él
obra” (Patriarcas y profetas, 586;
cf. Job 38-39; Sal. 119:104-105; Jos. 1:8; 2 Tim. 3:16-17).
Pero con una cantidad impresionante de religiones
en el mundo, hoy tenemos acceso a varios textos sagrados, algunos aún de una
gran influencia y que también afirman un origen sobrenatural y divino. Teniendo el Corán, los cuatro Vedas, el Canon
Pali y otros más, ¿qué hace que la Biblia sea el libro inspirado por Dios, por encima de los demás?
Para apoyar nuestro supuesto podemos, con toda
propiedad, citar a la arqueología, que con cada hallazgo corrobora la veracidad
de su recuento histórico (Unger, 1954), o la extraordinaria unidad y coherencia
de pensamiento, propósito y mensaje a pesar de sus múltiples escritores que sin conocerse y
esparcidos en aproximadamente 1,500 años (Finley, 2012), escribieron inspirados
por el Espíritu Santo (2 Tim. 3:16) un total de 66 libros que contienen profecía,
historia, poesía, evangelios, biografías y cartas. Además, podemos citar como referencia el
exacto cumplimiento de profecías que, con suficiente anterioridad, han descrito
al detalle, en el contexto revelado del reino de Dios, el desarrollo de los
pueblos y los contextos político religiosos a través de la historia hasta
nuestros días y proyectándose hasta el fin del tiempo.
Aceptamos, entonces, los parámetros de verdad que
determina la Biblia al ser la Palabra de Dios escrita la cual nos llega a
través de un proceso de inspiración y donde Dios nos comunica el conocimiento
necesario para nuestra salvación, nos pone en condiciones de saber su voluntad,
define la norma del carácter y el criterio para evaluar la experiencia, es la
revelación autorizada de las doctrinas y, además, un registro fidedigno de los
actos de Dios (Creencia de los
adventistas del séptimo día, 2006).[1]
Referencias
Creencias de
los Adventistas del Séptimo Día. (2006). Nampa, ID: Pacific Press.
Finley, M. (2012).
What the Bible says about. Nampa, ID:
Pacific Press.
Unger, M. (1954).
Archeology and the Old Testament. Grand Rapids, MI: Zondervan.
[1] 2 Pedro 1:20-21; 2 Timoteo 3:16-17;
Salmos 119:105; Proverbios 30:5-6; Isaías 8:20; Juan 17:17; 1 Tesalonicenses
2:13; Hebreos 4:12
viernes, 29 de septiembre de 2017
Dios
Por un lado, la fe puede entenderse como una alternativa a la razón sin fundamento en argumentos o evidencia, por otro, la fe puede referirse a una suposición que sirve como guía a la razón. En términos bíblicos, “es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11.1),[1] entendiendo que podemos llegar a esta certeza y convicción en reacción, impulsos y tal vez instintos (Ferguson, 2016), al conocimiento, eventos y/o experiencias. En la inclinación natural del ser humano a cuestionar su existencia, y porque Dios no se esconde (Henriksen, 2016), el rey David reaccionó ante la vastedad del universo: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19.1), haciendo uso de modos verbales que demuestran intensidad, intención y causa, y ante la complejidad de la vida: “No fue encubierto de ti mi cuerpo, aunque en oculto fui formado y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar ni una de ellas. ¡Cuán preciosos, Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!” (Salmo 139.15-17).
Más allá de los esfuerzos intelectuales del ser humano para des fantasear o des mistificar la realidad de la vida, de una forma u otra todos nos sentimos impulsados a definir nuestra posición sobre la aceptación de la existencia, o no, de seres o un ser superior a nosotros responsable de la complejidad de la vida y la vastedad de lo que nos rodea, sin aún definir su naturaleza y listado de atributos. Pascal (1660) lo expresa: “Es incomprensible que Dios exista, y es incomprensible que él no exista.” Ante la misma evidencia cada ser humano debe suponer y definir su curso de vida basado en tal suposición.
Insertando conceptos abstractos entre el listado de ejemplos concretos de cómo toma forma la fe en la vida del ser humano, el autor del libro de Hebreos explica que “es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe” (Hebreos 11.6), como una dinámica constante: “el que continuamente se acerca”, y “cree constantemente que él existe”, o que es, y que concurre una dinámica de interacción mutua y retribución: “sin fe es imposible agradar a Dios… que recompensa a los que lo buscan,” pues “aunque tenemos poder en lo que creemos, lo que creemos tiene un poder real sobre nosotros – poder para curar y poder para destruir” (Jennings, 2013).
El texto en Hebreos 11.6 explica la dinámica con sus dilemas en la supuesta existencia y relación de Dios con el ser humano, y del ser humano con Dios. Y así como las Escrituras comienzan con una declaración absoluta: “En el principio creó Dios” (Génesis 1.1), sin sentir la necesidad de explicar o defender la existencia de Dios, el ser humano debe primero definir su plataforma, deberá definir su marco filosófico a través del cual observará, experimentará y evaluará la vida siendo la creencia en un ser superior el filtro primario. Esa creencia, sobre la cual tenemos poder, tiene también poder sobre nosotros pues nos lleva a una segunda suposición, como cada civilización, cultura y religión a través de la historia, que lo que hagamos o dejemos de hacer (agradar) tiene consecuencias palpables en nosotros (recompensa). Es decir, como un ciclo de alimentación mutua, la suposición de un ser superior, me lleva a acercarme a él; al suponer que ese ser recompensa, busco agradarle. Las suposiciones sobre las cuales tengo poder, tienen también poder sobre mí y mi comportamiento.
Más allá de los esfuerzos intelectuales del ser humano para des fantasear o des mistificar la realidad de la vida, de una forma u otra todos nos sentimos impulsados a definir nuestra posición sobre la aceptación de la existencia, o no, de seres o un ser superior a nosotros responsable de la complejidad de la vida y la vastedad de lo que nos rodea, sin aún definir su naturaleza y listado de atributos. Pascal (1660) lo expresa: “Es incomprensible que Dios exista, y es incomprensible que él no exista.” Ante la misma evidencia cada ser humano debe suponer y definir su curso de vida basado en tal suposición.
Insertando conceptos abstractos entre el listado de ejemplos concretos de cómo toma forma la fe en la vida del ser humano, el autor del libro de Hebreos explica que “es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe” (Hebreos 11.6), como una dinámica constante: “el que continuamente se acerca”, y “cree constantemente que él existe”, o que es, y que concurre una dinámica de interacción mutua y retribución: “sin fe es imposible agradar a Dios… que recompensa a los que lo buscan,” pues “aunque tenemos poder en lo que creemos, lo que creemos tiene un poder real sobre nosotros – poder para curar y poder para destruir” (Jennings, 2013).
El texto en Hebreos 11.6 explica la dinámica con sus dilemas en la supuesta existencia y relación de Dios con el ser humano, y del ser humano con Dios. Y así como las Escrituras comienzan con una declaración absoluta: “En el principio creó Dios” (Génesis 1.1), sin sentir la necesidad de explicar o defender la existencia de Dios, el ser humano debe primero definir su plataforma, deberá definir su marco filosófico a través del cual observará, experimentará y evaluará la vida siendo la creencia en un ser superior el filtro primario. Esa creencia, sobre la cual tenemos poder, tiene también poder sobre nosotros pues nos lleva a una segunda suposición, como cada civilización, cultura y religión a través de la historia, que lo que hagamos o dejemos de hacer (agradar) tiene consecuencias palpables en nosotros (recompensa). Es decir, como un ciclo de alimentación mutua, la suposición de un ser superior, me lleva a acercarme a él; al suponer que ese ser recompensa, busco agradarle. Las suposiciones sobre las cuales tengo poder, tienen también poder sobre mí y mi comportamiento.
Bibliografía
Ferguson, M. (2016, Octubre 7).
This is Your Brain on God [Video file]. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=ocuqguH1OIw
Henriksen,
J. (2016). God revealed through human agency - Divine
agency and embodied practices of faith, hope, and love. En Neue
Zeitschrift für Systematische Theologie und Religionsphilosophie, 58(4), 453-472. doi:10.1515/nzsth-2016-0026
Jennings, T. (2013).
The God shaped brain: How changing your view of God transforms your life.
Downers, Illinois: IVP Books.
Pascal, B. (1660).
Pascal's Thoughts. Hoboken, N.J.
: Generic NL Freebook Publisher.
[1] Ésta y todas las referencias
bíblicas serán tomados de la versión Reina Valera 1995, a menos que se indique
lo contrario.
sábado, 13 de mayo de 2017
Liderazgo - 1 Pedro 5:1-11
Unas
cuantas semanas atrás termine de leer un libro titulado "Como matar 11
millones de personas," de Andy Adrews. En él, el autor trata de
encontrar la lógica de tras de los grandes genocidios de la historia. Cómo es que una sociedad determinada, educada, avanzada, civilizada,
llega al punto de razonar y aceptar la exterminación de todo un grupo de
personas por motivos raciales, politicos o religiosos. Dentro de los
muchos argumentos que presenta el autor, hay uno que me llamó fuertemente
la atención. Escribió, según recuerdo: "Para matar 11 millones de personas
hay que mentirles..."
Los
registros muestran como poco a poco éstas ideas nocivas fueron plantadas en las mentes de tales sociedades y de las víctimas hasta llegar al punto de que un grupo pequeño de individuos llega a dominar y manipular a un gran numero de personas hasta hacerles creer que
aquello que en otro tiempo habrían supuesto como malévolo y horrendo, es en
realidad correcto y necesario para el bienestar común, de la mayoría.
Obviamente podemos encontrar ejemplos de este proceder en muchos de los
gobiernos en los diferentes países hoy en día, sin embargo el objetivo de este
espacio no es entrar en terrenos de la política y de los gobiernos. Sin
embargo, la conclusión del autor nos da pie a hacer unas cuantas aplicaciones
pertinentes a nuestra realidad, como seres humanos y como hijos de Dios.
¿Cómo
es que el enemigo de Dios puede impedir la salvación de los hijos de Dios?
La respuesta sería la misma, ¿no crees? Mintiéndoles... Desde
el Génesis, el capítulo tres, la serpiente, que de acuerdo a Apocalipsis 12 es
"la serpiente Antigua que se llama Diablo y
Satanás" (v9), responde a la indicación de Dios citada por Eva:
"No morirán. Dios bien sabe que el día
que ustedes coman de él, se les abrirán los ojos, y serán como Dios,
conocedores del bien y del mal" (vv4-5).
El apóstol Pedro, en su primera carta, específicamente el
capitulo 5 y los versículos 1-11, responde a la version distorsionada de Satanás en lo que tiene que ver con nuestras
relaciones interpersonales y el ejercimiento del liderazgo y el servicio a
otros.
En primera instancia, mientras es el egoísmo la propuesta primaria de Satanás,
Pedro cita el altruismo. Nos pide que procedamos “de manera voluntaria
y con el deseo de servir, y no por obligación ni por el mero afán de lucro. No
traten a la grey como si ustedes fueran sus amos. Al contrario, sírvanle de ejemplo”
(v2-3). El objetivo primario no es la
recompensa sino el servicio en sí.
Somos responsables de cumplir nuestra parte sin desear recompensa. Y es a través de la intervención divina que
obtendremos satisfacción, pues
continua diciendo: “cuando se manifieste el Príncipe de los pastores, ustedes
recibirán la corona incorruptible de gloria” (v4).
Una segunda clarificación es la humildad
por sobre la soberbia. Pedro indica: “Dios resiste a los soberbios, pero
se muestra favorable a los humildes” (v5).
En dos versículos {edro hace referencia a la humildad:
También
ustedes, los jóvenes, muestren respeto
ante los ancianos, y todos ustedes, practiquen el mutuo respeto. Revístanse de humildad,
porque: «Dios resiste a los soberbios, pero se muestra favorable a los humildes.» Por lo tanto, muestren humildad bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su
debido tiempo.
Evidentemente Pedro insiste en la importancia de la humildad como
ingrediente indispensable para el servicio desinteresado. Debido a la ansiedad que esta lucha interna
produce, Dios promete intervenir y generar en nosotros paz (v7).
Por ultimo, Pedro hace referencia a las acechanzas de Satanás, pero no hay que vivir con miedo, sino valientemente
deberemos mantenernos firmes, haciéndole frente. No somos los únicos que sufrimos (v9). Además, a través de la intervención divina,
obtendremos la victoria.
martes, 9 de mayo de 2017
viernes, 28 de abril de 2017
Vivir como Dios - 1 Pedro 3:8-12
No recuerdo exactamente dónde lo
escuché por primera vez, si en el radio o en una tienda, pero el título de
la canción es, "Fix my eyes", que tal vez podríamos traducirlo como, Fijaría mis ojos. Como el
título del canto lo indica, la frase que se repite una y otra vez es:
"Fijaría mis ojos en ti," sin embargo, es otra parte de la letra que
quisiera citar para efectos de ésta reflexión, parte que se encuentra en una
sección del canto que utiliza una tonada como de niños jugando que queda en
frases como: "ya te ganamos," o, "yo quiero dulces" (espero
haber ayudado a que identifiques la tonada).
Me llamó tanto la atención que llegando a casa busqué la letra del canto
para saber qué decía. En la canción, el autor se pregunta qué haría
diferente si pudiera regresar el tiempo, a lo cual contesta (traducción):
Amaría
sin miedo
Daría cuando no es justo
Viviría para otro
Tomaría tiempo para un hermano
Lucharía por los débiles
Abogaría por la libertad
Encontraría fe en la batalla
Me mantendría en pie.
Pero por sobre todo,
fijaría los ojos en ti, en ti.
Daría cuando no es justo
Viviría para otro
Tomaría tiempo para un hermano
Lucharía por los débiles
Abogaría por la libertad
Encontraría fe en la batalla
Me mantendría en pie.
Pero por sobre todo,
fijaría los ojos en ti, en ti.
La frase que capturó mi atención, y
todavía lo hace, es: "daría cuando no es justo." Jesús mismo
hace referencia a este tipo de conducta cuando dice: "No resistan al que
es malo, sino que a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, preséntale
también la otra; al que quiera provocarte a pleito para quitarte la túnica,
déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una
milla, ve con él dos. Al que te pida,
dale, y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Amen a sus
enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y
oren por quienes los persiguen” (Mateo 5:39-42,44).
No es muy difícil dar, ayudar, amar cuando
es justo, cuando la otra persona “lo merece." ¿Cuántas veces no
hemos intercedido por alguien, nuevamente, porque sentimos que lo merece?
¡Pero ayudar a alguien que no lo merece!
A principio de semana leí la siguiente cita del apóstol Pedro:
"Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos están
atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está en contra de los que
hacen el mal" (1 Pedro 3:12). Mi primera reacción fue: "¡Ajá!",
porque cuando leemos éste tipo de versículos, el justo siempre soy yo, y ya
tenemos definida la lista de "los que hacen el mal," y el rostro de
Dios está contra ellos. Hace sentido, y es bíblico. Merecen el
desprecio de Dios, y el mío también, obviamente.
Al siguiente día, sin embargo, leí el contexto dónde se encontraba el
versículo recién citado. Los versículos
previos dicen: "En fin, únanse todos en un mismo sentir; sean compasivos,
misericordiosos y amigables; ámense fraternalmente y no devuelvan mal por
mal, ni maldición por maldición. Al contrario, bendigan, pues ustedes fueron
llamados para recibir bendición" (1 Pedro 3:8-9).
¿Por qué se nos habría de requerir
ser compasivos, misericordiosos, amigables con quienes buscan nuestro mal y aún
nos maldicen? ¡No lo merecen! ¿Por qué hacer el bien a los que nos odian, y
orar por quienes nos persiguen? ¡Es
injusto! ¿Dónde está entonces la lógica
de que a los buenos les va bien y a los malos mal?
Obviamente ésta no es la primera
vez que pienso al respecto, como tampoco lo es para ti, supongo. Pero como ésta orden es tan contraria a
nuestra naturaleza, siempre nos lleva a reflexionar y evaluarnos a la luz de
las Escrituras, y a la luz de la vida de Jesucristo.
Tratando de resolverlo, cuando se
nos hacen las recomendaciones o mandatos citados en ésta reflexión, el enfoque
no es lo malo que hacen los demás o lo despreciables que puedan ser. Nuestra naturaleza egoísta y rebelde nos
lleva a concentrarnos en ellos y llegar a la conclusión de que ellos no merecen
nuestras atenciones y que es injusto lo que se nos pide. Sin embargo, el enfoque del mandato somos
nosotros, Dios no está hablando de la salvación de los malos, sino de nuestra
salvación, de nuestra asimilación en la cultura del cielo. Podemos estar tan concentrados en el castigo
que merecen los demás, que podemos descuidar nuestra propia salvación, como
cuando los hijos confrontan a los padres porque no castigaron al hermano o
hermana de forma más agresiva, como lo merece. Yo he tenido que utilizar las mimas palabras
que mis padres me dijeron a mi: “no te preocupes por tus hermanos, preocúpate
por ti…”
Dios, que sigue trabajando realizando
en nosotros “la buena obra” (Filipenses1:6), la quiere seguir perfeccionando
hasta culminarla en la segunda venida de Jesucristo. Por eso, como parte de nuestra educación, de
nuestra preparación, del plan de estudios, Dios define el estándar de conducta,
incluyendo situaciones extremas, cuando somos objeto del odio de otros. Si la cultura del cielo es amor, “porque Dios
es amor” (1 Juan 4:8), entonces nuestro estándar de conducta es el amor, aún
cuando quien es el receptor de éste no lo merece. ¿No hace lo mismo Dios cuando “hace llover
sobre justos e injustos”? (Mateo 5:45).
Jesús continúa diciendo en el tan famoso Sermón del Monte: “Porque si
ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa tendrán? ¿Acaso no
hacen lo mismo los cobradores de impuestos?
Y si ustedes saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de más? ¿Acaso
no hacen lo mismo los paganos?” (Mateo 5:46-47). Y termina diciendo: “sean ustedes perfectos,
como su Padre que está en los cielos es perfecto” (v48).
El enfoque del amor a los enemigos,
no son los enemigos, sino la asimilación de la cultura del cielo, como cuando
Jesús mientras se burlaban, lo maltrataban y crucificaban: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
viernes, 21 de abril de 2017
Relaciones sociales - 1 Pedro 4:8
He aprendido que para quienes nos
gusta cocinar, pero no sabemos hacerlo, o estamos aprendiendo, muy seguido nos
excedemos con algún ingrediente, desde agua, apio o comino, hasta la sal.
Esto sin contar las veces cuando hemos cocinado el platillo de más, o
cuando dejamos la comida medio cruda. En casos como esos, y con la ayuda
de alguien experto o con más experiencia, acudimos a ciertos trucos para
ayudarnos a eliminar o reducir el daño causado. Algunos de estos trucos
es el uso de productos lácteos cuando la comida es muy picante, o también
azúcar o miel. O cuando ha quedado muy condimentada, se le puede
acompañar con almidones, como arroz o pasta, según me dicen. Todo para
eliminar o disimular las imperfecciones o falta de experiencia del cocinero.
El apóstol Pedro hace uso de la misma lógica cuando dice: "ámense
intensamente los unos a los otros, porque el amor cubre infinidad de
pecados" (1 Pedro 4:8), dentro de una serie de consejos para aliviar las
tensiones interpersonales y promover la cordialidad entre los creyentes.
Para la frase "porque el amor cubre infinidad de pecados,” otras
versiones un poco menos literales y más ajustadas a nuestro idioma actual
dicen: "porque el amor perdona muchos pecados" (DHH), "porque el
amor borra los pecados" (TLA), "porque el amor es capaz de perdonar
muchas ofensas" (PDT).
Evidentemente para el Apóstol Pedro, sí hay un ingrediente que ayuda a
eliminar, o minimizar los defectos de los individuos en su interacción ya sea a
nivel matrimonial, familiar, académico y/o laboral. Entonces el secreto para la unidad, o la
cooperación no descansa en la ausencia de defectos de sus componentes, sino en
la medida que el amor forme parte de tal interacción. Somos humanos,
por definición somos imperfectos; hemos recibido una herencia con tendencia al
egoísmo y a la rebelión. Además,
cargamos con los genes de nuestros padres, como también lesiones físicas y
emocionales que nos llevan a actuar en forma destructiva, eso sin incluir la
influencia de nuestro entorno sociocultural, económico, político y religioso.
Es mucho lo que cargamos sobre nuestros hombros como para suponer que el
secreto es dejar de ser humanos. Antes bien, Pedro reconoce nuestras
deficiencias naturales y, sin condenarlas, nos da un ingrediente que las
neutraliza.
La Palabra que el apóstol Pedro utiliza es ágape, una de las cuantas
palabras que en español hemos traducido como amor, pero la que encierra la
mayor cantidad de altruismo, en contraposición del egoísmo. El amor con
el que Dios nos amó tanto,
que envío a Jesucristo para que quienes creamos tengamos vida eterna (Juan
3:16). El apóstol indica: "ámense intensamente los unos a los
otros." Cumplir con éste pedido es antinatural para nosotros, tal
vez por eso Pedro indica "intensamente" (ekteíno), que también
puede traducirse como fervientemente, constantemente, intencionalmente, sin
cesar. Evidentemente, requerimos
tomar una decisión consciente, de adoptar una perspectiva que desafía nuestras
tendencias, para amar a aquellos con quienes interactuamos y así, haciendo ellos lo mismo,
soportarnos mutuamente nuestras imperfecciones.
Si ponemos atención, la dinámica es bastante clara: amo para disminuir
mi percepción de las deficiencias de los demás, y los demás me aman para cubrir
o soportar mis deficiencias. Como cuando un joven y una joven se
enamoran, indicando el uno que el otro es "perfecto"...
Obviamente no lo es, pero el amor le hace descartar o ignorar sus
defectos y resaltar sus virtudes. Situación contraria meses o años
después, cuando el amor se acaba, y donde ahora se descartan e ignoran las
virtudes para resaltar y acentuar los defectos.
Más allá, sin embargo, del
beneficio temporal y terrenal en nuestras interacciones interpersonales, el adoptar
éste consejo divinamente inspirado nos llevará a elevar nuestra existencia para
ponernos a disposición y vulnerables a la intervención divina quien trabaja
intensamente para transformarnos y ayudarnos a incorporar y asimilar en
nuestras vidas la cultura del reino de Dios, la cultura celestial, pues
"Dios es amor" (1 Juan 4:8), y el que comenzó en nosotros "la
buena obra," la estará perfeccionado cada día, de acuerdo a nuestra
disponibilidad, hasta culminarla definitivamente en "el día de
Jesucristo" (Filipenses 1:6).
viernes, 14 de abril de 2017
Ser - 1 Pedro 2
Un viernes de tarde, del otoño de
1996, jugaba con mis compañeros de universidad un partido de fútbol. Por
lo que me cuentan, en ese partido de fútbol, que no recuerdo contra quién
jugábamos, me tocó jugar de delantero. Para serte sincero, de ese día, y
de ese insistente en particular, sólo tengo pocas y breves escenas, por lo que
la mayoría de lo que te voy a relatar es la recopilación de lo que otros me han
contado. Según me cuentan, un compañero hizo un centro al área y yo corrí
a tratar de cabecear. El portero del equipo contrario también fue por el
balón lo que provocó que ambos chocáramos. Por el choque, caí de espaldas
y evidentemente golpeé la cabeza con el suelo. Dicen mis compañeros que
me levanté del suelo, me sacudí, e hice por seguir jugando. Sin embargo,
de tanto en tanto, me acercaba a uno de mis primos, que también estaba en mi
equipo, para preguntarle datos básicos del juego, tales como: contra quién
estábamos jugando y si estábamos ganando. Cuenta mi primo que cada minuto
o dos me acercaba a él para hacerle la misma pregunta, hasta que después de
unas cuantas veces creyó mejor sacarme del juego y llevarme a casa, donde me
metí a bañar, y como había perdido la memoria a corto plazo, como en la
película de Buscando a Dory (Finding
Dory), me lavé la cabeza una y otra vez hasta que me acabé el shampoo.
Una vez bañando, me llevaron a mi cuarto para que descansara y fuese
atendido.
La razón por la que te relato esta
experiencia es por el impacto que, según me cuentan, causó en mi cuando comencé
a recuperar la memoria, de lo que sólo tengo breves destellos, como cuando mi
abuela entró al cuarto para ponerme alcohol en la frente, o cuando entraron a
mi cuarto algunos primos para visitarme. Me cuenta mi hermana que cuando
comencé a despertar, quienes estaban
en el cuarto comenzaron a hacerme preguntas, mi hermano para reírse, y los
demás, supongo, para ayudarme a recuperar la memoria. Entre risillas
comenzó a describir las diferentes reacciones cuando redescubrí quién era, mi
nombre, que me encontraba en el cuarto año de teología, que tenía una novia,
que estaba aprendiendo hebreo y que era el director del club de Guías Mayores
Na'ar Shalem. Ante cada descubrimiento hacía una exclamación de
incredulidad, jocosa para quienes estaban presentes, para luego quedarme por un
momento callado, como tratando de registrar la información, impresionado por
quien era.
Cuando leemos el segundo capítulo
de su primera carta, Pedro pareciera hacer mucho énfasis en que sus lectores
recuperen la memoria y recuerden que “son linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9). La versión Dios Habla Hoy traduce el texto de la siguiente manera: “Pero ustedes
son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa,
un pueblo adquirido por Dios.” Pedro
quiere que su audiencia, que por designación divina ahora también nos incluye a
nosotros, encuentre sentido a su
existencia que les lleve a entender cuál es su misión, pues ¿cómo saber el propósito
de nuestra vida cuando no sabemos quiénes somos?
Cuando leemos completo el versículo
previamente citado, encontramos que “ustedes son linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los
hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable,”
de donde personalmente rescato dos palabras: “son” y “para”, un verbo y una
preposición. Evidentemente no son las
palabras ricas en significado y románticas en comparación con las demás que
están en el versículo, sin embargo, son las que le dan sentido. La primera nos introduce a nuestra identidad,
la segunda a nuestra razón de ser, pues para
hacer (“para”) debemos primero ser (“son”).
Sí, tenemos una misión, que
solamente identificamos y comprendemos cuando entendemos quiénes somos. Sin embargo, y de acuerdo a lo que extraigo
de la carta de Pedro, para verdaderamente
ser, debemos también dejar de ser.
Permíteme te explico. Este
capítulo comienza de la siguiente manera: “Por lo tanto, desechen toda clase de
maldad, todo engaño e hipocresía, envidias y toda clase de calumnia” (v1), y añade
más adelante: “Antes, ustedes no eran un pueblo; ¡pero ahora son el pueblo de
Dios!” (v10), y después: “les ruego que se aparten de los deseos pecaminosos
que batallan contra el alma. Mantengan
una buena conducta” (vv11-12), “muéstrense respetuosos de toda institución
humana… Respeten a todos” (vv13,17). Y
termina diciendo: “Porque ustedes eran como ovejas descarriadas, pero ahora se
han vuelto al Pastor que cuida de sus vidas” (v25). Una y otra vez Pedro insiste en redefinir
quienes somos contrastándolo con lo que éramos y con lo que no debemos ser.
Obviamente, hay una lucha interna,
pues no podemos negar nuestra naturaleza humana donde heredamos una constante
tendencia al egoísmo y a la rebelión.
Por eso, para alimentar nuestro nuevo ser, para fortalecer nuestra nueva
identidad, Pedro nos recomienda: “Busquen, como los niños recién nacidos, la
leche espiritual no adulterada, para que por medio de ella crezcan y sean
salvos” (v2), “Acérquense a él, a la piedra viva” (v4), pues Jesucristo “llevó
en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado,
vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados.”
Así, y con la ayuda de la deidad
completa, para hacer, debemos primero ser.
Y para verdaderamente ser, debemos primero dejar de ser.
martes, 11 de abril de 2017
Una herencia - 1 Pedro 1
¿Cuántas
veces no he sido cuestionado el día siguiente, ya sea por mi esposa o mis
hijos, por haber comido algo la noche anterior, al llegar tarde a casa, y que
no era para mí? Tal vez para una comida en la iglesia, o una fiesta en el
salón de mis hijos quienes, ahora, tendrán que llevar una caja incompleta de
galletas. En ocasiones en casa, e identificándome como una potencial
amenaza, se hacen aclaraciones audibles indicando para cuándo y para quién es
el postre, varias veces llegando al extremo de etiquetarlos con tinta roja: “no
tocar”. Así, quedo oficialmente informado para qué, para cuándo y para
quién está reservado el pastel.
Al leer
y estudiar las Escrituras, hacemos bien en averiguar y mantener en mente quién
escribió ese pasaje, cuándo lo escribió, por qué lo escribió y para quién lo
escribió. Ejercer ésta dinámica nos lleva a buscar la honestidad con las
intenciones de su autor, y nos ayuda a mejor acertar en las aplicaciones en el
contexto en que nos encontramos hoy. Bien dice el dicho: “un texto fuera
de contexto es un pretexto,” razón del surgimiento y propagación de tendencias,
enseñanzas y doctrinas que pretenden ser de origen bíblico, pero que son el
resultado de las predisposiciones del ser humano y que históricamente han
dañado el desarrollo no sólo social y científico, sino que han perjudicado
nuestra percepción y entendimiento del amor de Dios y su plan para salvarnos.
En el
caso de Pedro, él mismo nos evita el trabajo de investigar quién, y para quién
escribió sus cartas. Comenzando con las primeras palabras nos dice: “Pedro, apóstol de Jesucristo” (1
Pedro 1:1). Es Pedro quien escribe, reconociendo y anunciándonos con la
autorización con la que escribe, la cual ha sido investida por Jesucristo
mismo. Por algunas referencias que sugieren tiempo y lugar, se ha llegado
a la conclusión de que probablemente escribió desde Roma en la primera mitad de
la década de los sesentas del primer siglo de nuestra era. ¿Los
destinatarios?, cristianos en Turquía.
Al
describir a sus destinatarios, Pedro indica que son “elegidos” (1 Pedro 1:2),
ya predispuesto por Dios, y limpiados por el Espíritu Santo. Una
colaboración conjunta y ejecución coordinada por la deidad donde somos elegidos porque hemos
sido santificados, y santificados porque hemos sido elegidos. Dios
justificando sus acciones predeterminadas: “los elijo porque son santos, y los
santifico porque son elegidos.” ¿Para qué?: “para obedecer y ser rociados
con la sangre de Jesucristo,” concluyendo con un deseo de bienestar mental,
emocional, espiritual a través de la “gracia y paz”.
Una
lectura superficial, fuera del contexto bíblico, podría llevarnos a la
conclusión de que la Biblia, en este caso Pedro, enseña la predestinación, pues
claramente Pedro escribe: “elegidos según el previo conocimiento de Dios
Padre.” Sin embargo, al revisar el contexto de las cartas del apóstol y
el resto del contexto bíblico encontramos que Dios elige a todos para salvación
(1 Timoteo 2:4), aunque evidentemente tenemos la libertad y derecho de deselegirnos. Encontramos,
además, que Dios desea que todos se arrepientan y que ninguno se pierda (2
Pedro 3:9). Así, la opción de creer es para todos, como también la vida
eterna (Juan 3:16), pues el deseo de Dios no es la muerte del malo, sino su
restitución (Ezequiel 33:11).
No son
invenciones de Pedro, no es que ha tenido un momento de clarividencia y se le
ha ocurrido una gran idea de cómo filosofar la vida para tener un mejor
entendimiento de ella, especialmente cuando nos encontramos en situaciones
adversas. Para quienes nos toca vivir un mundo donde estamos en contante
exposición al dolor y la injusticia, Pedro nos recuerda que la fuente de donde ha extraído sus
propuestas es serio y sólido, pues quienes las escribieron inquirieron,
indagaron, escudriñando (1 Pedro 1:10-11). Así, las
realidades adversas de la vida en nuestro camino a la salvación son soportables
a medida que creamos la versión que las Escrituras tienen de nuestra identidad
y nuestro destino. Por eso, somos llamados a reaccionar y proceder con
sobriedad, elevándonos del común, teniendo una singular perspectiva,
interpretando la vida a través de los ojos de Dios (v13).
Ésta
perspectiva de la vida deberá tener un
efecto socio espiritual. La purificación de la mente se logra a
través de la obediencia a medida que vamos siendo educados en ésta fe, como
iniciativa humana, y la labor constante e intencionada del Espíritu Santo, como
aportación divina. Así, la purificación de la mente permite y promueve el
amor fraternal sincero. No podemos separar el amor a Dios del amor al
prójimo (1 Pedro 1:22).
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