Existe suficiente documentación que demuestra lo cuidadoso que los rabinos eran en la elección de su discípulo, en quien depositarían toda su sabiduría y quien continuaría con su legado. Es de suponer que el trabajo de elección era cuidadosamente conducido, analizando todo detalle hasta llegar a la persona idónea. Jesús no fue menos cuidadoso que los rabinos contemporáneos, pero sí resalta el tipo de individuos que eligió. Mientras los otros rabinos elegían jóvenes letrados y de avanzado conocimiento en las Escrituras, Jesús eligió, entre otros, pescadores (Marcos 1:16-18), sin el supuesto entrenamiento requerido para ser instruidos. Aquí encontramos una lección muy valiosa para quienes hemos elegido seguir a Jesús: Es Dios, y no la sociedad o cultura, el que define si somos o no adecuados para determinada tarea. Aunque en su momento se levantaron muchas dudas con respecto al tipo de personas que Jesús había elegido como discípulos, el tiempo claramente le dio la razón. Un puñado de individuos sin las cualidades aparentes, trastornaron al mundo entero.
Mi madre me repetía un pensamiento que mi abuelo solía decir. Según recuerdo decía: "El ser pobre es una bendición a la cual no todos tienen acceso". Tal vez en otro momento podamos analizar la lógica detrás de esa declaración, pero por ahora, encontramos que el cielo también vio como una bendición el nacimiento humilde de quien era el Hijo de Dios. Los evangelios describen el contexto de privaciones que, por su condición de humilde, Jesús vivió, pero que al mismo tiempo le permitieron desarrollarse ajeno a los males propios de la ociosidad. Fue ese origen humilde que lo hizo ver como un rebino accesible a las masas. Al ser aceptado por el pueblo, le permitió desarrollar su ministerio entre nosotros, siendo él mismo Emanuel, "Dios está con nosotros" (Mateo 1:23).
Fue en el contacto directo y abierto con quienes vino a salvar que se especializó en convertir lo ordinario en extraordinario. Así como convirtió el agua en jugo de uva (Juan 2:1-11), convirtió a Pedro, a pesar de sus múltiples y obvios defectos, en uno de los más excelsos exponente del evangelio. Más que conocimiento formal, Pedro, como cada individuo que ha sido utilizado por Dios, evidenció ser sincero y transparente, y al develar un compromiso genuino con el cielo, el cielo se comprometió con él, como se comprometió, se compromete y se comprometerá con cada uno de nosotros que aceptan la intervención divina en nuestras vidas. Por tal motivo, y conscientes de nuestro propio desarrollo progresivo, el cielo espera lo mismo entre nosotros, demostrando ese mismo apoyo, paciencia y aceptación recibidos de parte de Dios, para con los defectos y crecimiento progresivo de los demás.
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