No se nos da mucha explicación.
Simplemente que "tuvo miedo"; una emoción primaria muy
humana como respuesta vital a un peligro inminente, real o supuesto, que atenta
contra nuestra integridad física o emocional, y juzgando por el relato, Pedro
tenía suficiente evidencia para justificarlo pues era un “fuerte viento,” que
además era contrario y azotaba a la barca (Mateo 14:24,30). Pero era
Pedro, el líder, columna del movimiento cristiano, el portavoz de los discípulos,
que aunque impulsivo, era de sentimientos nobles.
¿Recuerdas cuando Jesús le indicó:
“echad vuestras redes para pescar,” después de que Pedro lo hubiese intentado
toda la noche sin éxito? Sí, Pedro era de sentimientos nobles:
“toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra
echaré la red” (Lucas 5:4-5). O cuando categóricamente contesta a Jesús:
“tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16), indicando que él
no pertenece a un movimiento más, sino a el movimiento que, aunque aún no
comprende del todo, cumple con las profecías mesiánicas. ¿Y ante la
inminente adversidad?: “Señor, estoy dispuesto a ir contigo no solo a la
cárcel, sino también a la muerte” (Lucas 22:33).
Pero fue Pedro quien pide a Jesús:
“Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (Mateo
14:28). Evidentemente la tormenta y el miedo no fueron factor por un
momento en la historia. Mateo nos cuenta que Pedro descendió de la barca
y “andaba sobre las aguas para ir a Jesús” (v29). Parece no tener miedo,
parece ignorar la tormenta. Sin embargo, de repente, sin previo aviso, el
viento y las olas, que previamente habían sido irrelevantes, se convierten en
relevantes, inclusive por encima de la Palabra de Jesucristo y “tuvo miedo”,
como cuando quiso convencer a Jesús en contra del cumplimiento de su misión
(Mateo 16:23), o como cuando lo negó tres veces (Lucas 22:54-62). o como cuando
se intimidó ante los judíos llevándolo a despreciar a los gentiles (Gálatas
2:14).
En el mismo versículo, donde Mateo
nos cuenta que Pedro tuvo miedo, también nos cuenta que Pedro “dio voces,
diciendo: ¡Señor, sálvame!”
Acto seguido “Jesús, extendiendo la mano” (Mateo 14:30-31). El texto no
discute el deber ser de Pedro, sino que simplemente lo
reconoce como humano y la inmediata respuesta de Jesucristo ante su pedido de
ayuda. Dos versículos que parecen indicar la vida completa de Pedro, y,
tal vez, un formato que todos podemos seguir, como Juan escribió: “estas cosas
os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para
con el Padre, a Jesucristo, el justo” (1 Juan 2:1).
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