Cuando
hablamos del ministerio de Jesús, creo yo, obviamos u olvidamos un
detalle. En Mateo 4:23 encontramos la
siguiente declaración: “Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas
de ellos, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda
dolencia en el pueblo.” Hay tres verbos en
éste texto que explican la dinámica del ministerio de Jesucristo cuando estuvo
en la tierra: enseñar, predicar y sanar. Cada uno de éstos
verbos tiene una función complementaria a los otros dos, pues atiende las
necesidades físicas (sanar), instruye
y educa (enseñar) y motiva (predicar). Sin embargo, y con toda la importancia que conllevan
éstos tres verbos, su impacto penden de
un cuarto verbo; recorrer.
Jesús no ejerce
su ministerio en forma pasiva, sino que activamente se expone como persona para
entonces exponer su ministerio, yendo a sus poblaciones, y entrando “en las
sinagogas de ellos.” Además, el
ministerio no es unidimensional, donde sólo se presenta una esperanza a suceder
en el futuro, pues aparte de anunciar esta verdad, el ministerio de Jesucristo también atendió las necesidades de ahora. En su presentación oficial en la sinagoga de Nazaret,
Jesús indicó que su misión era “anunciar buenas nuevas a los pobres”, y
continúa explicando, “me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos y
vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Obviamente,
como seguidores de Jesús, más bien, como una
extensión del ministerio de Jesucristo, pues él mismo indicó “Toda
autoridad me ha sido dada… id y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos… y enseñándoles”, somos ahora responsable y privilegiados de
continuar con la misión de Jesucristo, haciendo uso de su estrategia, pues “sólo
el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador
trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba
simpatía, atendía a sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les
decía: ‘Seguidme.’” {MC 102}
No podemos
pretender continuar con el cumplimiento de la misión encargada por Jesucristo ajenos
a las necesidades de quienes nos rodean.
Al resumir Jesús el mensaje de la ley y los profetas dice: “Amarás al
Señor tu Dios… y a tu prójimo” (Lucas 10.27).
El amor a Dios no es un ejercicio
filosófico o mental, sino un estilo de vida que objetivamente interactúa con
los demás para elevar su existencia.
Jesús se refirió a nosotros como protagonistas
en la sociedad comparándonos con la “sal de la tierra” y la “luz del mundo”
(Mateo 5:13-14). Es claro que nuestra presencia deberá ser notoria, responsablemente
atendiendo aquellas necesidades inmediatas que pueden interponerse al deseo de
satisfacer necesidades de mayor trascendencia. Recuerda cómo Esaú perdió una bendición mayor
con tal de satisfacer una necesidad inmediata (Génesis 25:32).
¿Qué es lo
que ofrecemos a la sociedad, como iglesia, como movimiento y como individuos? Obvio que tenemos el privilegio de anunciar
el perdón y vida eterna que tenemos en Jesucristo, compartir la información que
Dios nos ha revelado en las profecías, y llamar a la sociedad a arrepentirse y bautizarse,
pero no es todo. Tenemos también la
responsabilidad de atender las necesidades de hoy, para que entonces haya
interés en las necesidades de mañana, pues el
anuncio del reino de los cielos, que “se ha acercado,” también vela por el bienestar del ser humano hoy, pues se nos manda
a sanar, ¡resucitar!, limpiar e inclusive, echar fuera demonios (Mateo 10:7-8).
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